Melilla y el territorio indio
Las renovadas reivindicaciones de Hassan II sobre las plazas norteafricanas no han alterado la tranquilidad que impera en Melilla. Sus habitantes viven encerrados en 12 kil¨®metros cuadrados ajenos a la demanda marroqu¨ª.
Llevo a?os escuchando las oraciones de los muecines en apartados rincones del mundo ¨¢rabe y siempre me ha parecido la mejor manera de empezar un nuevo d¨ªa. En Melilla, el sol sale tras los muros pardos de la antigua prisi¨®n, llamada Melilla la Vieja o el Pueblo, y la voz ronca del muec¨ªn de la mezquita mayor expresa la vieja plegaria: "Al¨¢ es grande... No hay m¨¢s dios que Al¨¢... Mahoma es su profeta..."Melilla vive encerrada en un per¨ªmetro de 12 kil¨®metros cuadrados. Melilla es un fort¨ªn, rodeada por territorio indio, si vale la broma. Desde el ¨²ltimo piso del parador no se ven las alambradas, ni el tr¨¢fico de las fronteras. Beni-Enzar, la m¨¢s importante, no cierra ni de noche ni de d¨ªa; las dem¨¢s abren al amanecer y cierran a las diez. A pie o en coche, hombres, mujeres y ni?os aguardan a que se levante la barrera. 15 minutos de paseo ser¨¢n suficientes para llegar de la frontera a la calle del General Mola y de all¨ª a la calle del Teniente Coronel Segu¨ª, que desemboca en la plaza de Espa?a, centro de la ciudad.
La Guardia Civil parece tranquila y aburrida en la frontera. "Nada de fotos", dice un cabo, "esto es una frontera. Traiga un permiso de la Delegaci¨®n del Gobierno". Son amables, pero a veces golpean a los ilegales que saltan las alambradas y nadie denuncia nada. Hombres, mujeres ni?os, coches y autocares llevan a Melilla lo que la ciudad necesita para sobrevivir: mano de obra barata y toda clase de comida, incluido el pescado, porque las tres fal¨²as que quedan en la ciudad son insuficientes para el consumo de pesca¨ªto frito de sus 60.000 habitantes. Hasta el agua potable se encuentra en territorio indio.
Algunos de los que pasan diariamente la frontera son residentes; otros no y no pueden quedarse a dormir. "Traigo estos tomates y pan", dice Hassan, mientras acarrea dos sacos. Su se?ora, que camina unos metros detr¨¢s, trabaja de asistenta por horas, a la mitad de precio que cobrar¨ªa una hipot¨¦tica asistenta espa?ola, que no hay. "Voy al mercado, a puestos de amigos. Si me dieran licencia para abrir un puestecito...", afirma Hassan. "Yo soy de aqu¨ª, de Marruecos, pero tengo familia que es espa?ola con carn¨¦ de identidad. Ellos quieren ser espa?oles... ser espa?ol trae mucha ventaja, muchas cosas buenas... ", Hassan suspira.
Mimona, de 28 a?os, no va a Melilla a vender nada; va a ver a sus amigas que viven en el barrio de la Ca?ada de la Muerte. Si no fuera Ramad¨¢n hasta podr¨ªa ir a una discoteca y beberse una cervecita, siempre que no la viese un musulm¨¢n, o hasta incluso acudir al bingo que han implantado en el antiguo cine Monumental.
Otras mujeres pasan la frontera rumbo a los burdeles, m¨¢s o menos encubiertos como bares de alterne, para el servicio de la Legi¨®n y los casi 6.000 hombres del Ej¨¦rcito espa?ol. Un grupo de cinco camareras-prostitutas nos rog¨®, "por dios grande" que no las fotografi¨¢semos. Ser prostituta y musulmana y ejercer en Ramad¨¢n es un insulto dif¨ªcilmente asimilable para un musulm¨¢n. Un espa?ol bigotudo las esperaba en un coche.
Con el dinero espa?ol que consigue la familia de Hassan en Melilla, van tirando en Nador (poblaci¨®n marroqu¨ª a unos 10 kil¨®metros) mejor que la mayor¨ªa de sus vecinos que no tienen esa suerte. Los j¨®venes, sin embargo, intentar¨¢n saltar las alambradas sin que los vean las patrullas de la Guardia Civil. No est¨¢n dispuestos a pagar nada a los aduaneros de Marruecos. Un par de botellas de whisky, revendidas en Nador a las personas adecuadas, da dinerillo suficiente para alegrar el d¨ªa.
En Melilla, tanto los musulmanes nacionalizados espa?oles como los que poseen permiso de residencia y carta de trabajo se sienten felices al compararse con sus hermanos pr¨®ximos. Tienen salarios m¨¢s altos, Seguridad Social y la posibilidad del comercio at¨ªpico, tal como se llama en Melilla al contrabando.
"Observa los contenedores"
Un rico comerciante musulm¨¢n, v¨¢stago de una familia de tres generaciones de "amigos de Espa?a", me dec¨ªa que el 95% de los productos que se desembarcan en el puerto de Melilla, provenientes de Espa?a y de la Uni¨®n Europea, se dedican al contrabando. "Se introducen en Marruecos y de all¨ª van a Argelia, T¨²nez, Mauritania... Bueno, a toda Africa". "Observa la cantidad de contenedores que hay en el puerto. ?Crees que la poblaci¨®n de Melilla lo absorbe todo?", a?ade.
No es raro que desde la independencia de Marruecos, en 1956, muchos comerciantes hayan hecho grandes fortunas en Melilla. A¨²n dedic¨¢ndose al menudeo -y sin contenedores, camiones, ni lanchas- el negocio es redondo. Tienen una importante clientela fija que sobrepasa la regi¨®n natural del Rif, donde se encuentra Melilla.
Hasta 1987 la poblaci¨®n musulmana de la ciudad (unos 27.000 en la actualidad) no eran ni espa?oles, ni marroqu¨ªes, ni casi nada. No ten¨ªan carn¨¦ de identidad, sino un eufemismo llamado tarjeta estad¨ªstica y viv¨ªan confinados en barriadas del Tercer Mundo. A¨²n quedan alrededor de seiscientos musulmanes melillenses sin carn¨¦s.
Ahmed Alal, un joven de 28 a?os, secretario de Assalam (La Paz) la asociaci¨®n de vecinos de la barriada de la Ca?ada de la Muerte es tajante: "La Ca?ada ha mejorado mucho desde 1987, s¨ª, ya lo creo... antes no hab¨ªa luz, ni alcantarillado, ni nada... Ahora, tenemos carn¨¦s de identidad, somos espa?oles y hay luz, pero mira los cables, a metro y medio de altura...".
Gracias a la entrega de carn¨¦s de identidad a partir de 1987 existen en la actualidad unos veinte grandes comerciantes musulmanes y unos 1. 500 peque?os. El resto trabaja de servidores de los 50.000 cristianos-espa?oles y como mano de obra barata en la construcci¨®n, hosteler¨ªa y comercio. Apenas si hay una docena de musulmanes en la administraci¨®n, en cargos menores.
Abdelmalik, por ejemplo, se declara espa?ol y apol¨ªtico. Es encargado del cementerio marroqu¨ª de Melilla, creado en mayo del a?o pasado. Antes los muertos ten¨ªan que ir a Sidi Hach, en territorio marroqu¨ª. Abdelmalik es presidente de otra asociaci¨®n de vecinos, la del barrio de Mar¨ªa Cristina. Si en Ca?ada de la Muerte todos eran
musulmanes, en Mar¨ªa Cristina hay, unos doscientos cristianos de un total de 4.000.Llarbi Boumedian y Abdelaziz Mohamad, sin embargo, son m¨¢s rotundos: "La comunidad musulmana-berebere est¨¢ marginada. En Melilla hay dos mundos, el cristiano y el musulm¨¢n".. Llarbi es presidente y Abdelaziz secretario general del Partido Independiente Hispano Berebere de reciente implantaci¨®n.
"Estamos por la integraci¨®n de las dos comunidades, pero no por una integraci¨®n vertical, sino horizontal, una integraci¨®n que respete nuestra idiosincracia de musulmanes espa?oles, que es lo que somos", dice Laarbi, economista formado en Par¨ªs y almacenista de frutas en Melilla y a?ade Abdelaziz, casado con una espa?ola: "En Melilla somos alrededor de 27.000 musulmanes que hablamos dos lenguas, el cherja y el espa?ol. Necesitamos que se potencia el cherja y que la educaci¨®n sea biling¨¹e. Contin¨²a Laarbi Boumedian: "Creemos que debe crearse un cupo proporcional de funcionarios musulmanes en la administraci¨®n de la ciudad. Y nos gustar¨ªa que dejaran de pensar que somos una quinta columna".
Melilla es ahora una ciudad pr¨®spera, provinciana y tranquila, llena a¨²n de monumentos y l¨¢pidas al 17 de julio y a Franco. Vive del contrabando, pero no siempre fue as¨ª. A principios del siglo XX contaba con apenas 9.000 habitantes. La situaci¨®n cambi¨® cuando El Roh¨ª, un jefe tribal del Rif, vendi¨® a la Compa?¨ªa Espa?ola de Minas del Rif el yacimiento de mineral de hierro a cielo abierto m¨¢s importante de su tiempo. El Estado espa?ol no puso reparos, pero exigi¨® que el mineral saliera por Melilla, de modo que se construy¨® un ferrocarril entre los yacimientos de Bou Ifrour y el puerto... y la ciudad empez¨® a crecer.
Tiempo de fiesta grande
Abdelkrim Al Jatabi, un peque?o funcionario colonial y uno de los m¨¢s importantes caudillos anticolonialistas del mundo moderno, encabez¨® una rebeli¨®n que tuvo en jaque al Ej¨¦rcito espa?ol y a la Administraci¨®n en nombre de una rep¨²blica independiente del Rif. La cruel guerra del Rif acab¨® cuando en 1924 un ej¨¦rcito conjunto hispanofranc¨¦s con aviaci¨®n, artiller¨ªa y 250.000 hombres desembarcaron en Alhucemas y pusieron fin al sue?o anticolonial.
En 1925 Melilla ten¨ªa ya 50.000 habitantes, muchos m¨¢s que algunas capitales andaluzas y en 1950, su apogeo, lleg¨® a alcanzar los 90.000. Con la independencia de Marruecos y el fin del protectorado espa?ol en 1956, la ciudad languidece.
Pero es el final del Ramad¨¢n y el muec¨ªn lanza la ¨²ltima plegaria del d¨ªa y los cafetines se abren para romper el ayuno con jarira, la exquisita sopa de garbanzos y hierbas arom¨¢ticas. Los musulmanes se re¨²nen a charlar, es tiempo de encuentro, tiempo de fiesta grande. Aisa Ahmed, del Partido Popular, comparte mesa con su amigo Abdelkader Mohamed, de Izquierda Unida, con Abdelaziz, del Independentista Hispano-Bereber y con el alegre y dicharachero Al¨ª, que trabaj¨® en Alemania.
Y me creo que estoy en cualquier pueblo andaluz, en las fiestas mayores. Los musulmanes inelillenses hablan como andaluces o como marroqu¨ªes, ?o es al rev¨¦s?
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