'Berlusconazo'
El jefe de Forza Italia, tras triunfar con los electores, debe lidiar ahora con unos dif¨ªciles adversarios: sus propios aliados
Larga noche de espera. En la madrugada de hoy, 29 de marzo de 1994, la coalici¨®n de la derecha -Berlusconi, Bossi, Fini- parece haber alcanzado la mayor¨ªa en las dos c¨¢maras de la Rep¨²blica italiana. Posiblemente absoluta en la Asamblea, y quiz¨¢s s¨®lo relativa en el Senado. La ley electoral, que distribuye un 75% de los esca?os por el sistema mayoritario y el cuarto restante por el antiguo planteamiento proporcional, no es ¨²nicamente in¨¦dita para los italianos, sino que est¨¢ sujeta a un margen de error considerable cuando se trabaja con proyecciones francamente enanas.
Pero lo que se presenta como una victoria m¨¢s que respetable de la derecha, unida a la peculiaridad de las formaciones que integran la coalici¨®n vencedora en las elecciones italianas, permite ya aventurar un curso, al menos complejo, para la formaci¨®n del Gobierno.
De los tres l¨ªderes de la coalici¨®n, Silvio Berlusconi, el jefe de Forza Italia, es el que ocupa la posici¨®n central en m¨¢s de un sentido. Se ha esforzado con suave inteligencia en tener las mejores relaciones posibles con la derecha posfascista, en l¨ªneas generales con ¨¦xito, puesto que Gianfranco Fini est¨¢ a¨²n opositando a pol¨ªtico homologable, al menos en esta fase precoz de la rebati?a por el poder. Algunas carteras en el futuro Gabinete, preferentemente de carga social, constituir¨ªan un extraordinario negocio pol¨ªtico para quien a¨²n lleva colgado de los faldones el adjetivo de fascista.
Otra cosa son las relaciones de Berlusconi con Bossi, el l¨ªder de la Liga Norte, obstinadamente federalista en un pa¨ªs donde federalismo quiere decir poco m¨¢s que el derecho a que no le reclamen a uno los impuestos, no ya a no pagarlos, a lo que no est¨¢, dispuesto casi nadie.Mientras el l¨ªder de Forza Italia mira a Bossi con fingida ternura, como quien dice a la opini¨®n: "No se lo tomen en serio, es un buen chico, aunque tenga siempre tan mala cara", el hombre de la Liga responde con improperios, gimn¨¢sticos movimientos de ceja y una profunda voz de tenor fabricada para el refunfu?o y la c¨®lera nada ensordecida.
Pero unos y otros hacen su papel, por lo que no hay que quedarse ni con las protestas de amor y buena compa?a, ni on las iracundias verbales. Berluscon? juega a centrocampista del ¨¦xito; Fini, al alumno estudioso que ha aprobado cum laude las asignaturas de una democracia que hasta hace poco ¨¦l cre¨ªa s¨®lo org¨¢nica; Bossi ha de estar enfadado con todo y contra todos porque ¨¦l es el ¨²nico que propone un cambio sustantivo de la naturaleza del Estado-naci¨®n italiano. Y aunque sabe de sobra que no lograr¨¢ jam¨¢s sus objetivos, para que le tengan en cuenta ha de pasarse la vida amenazando con fugarse con su fajo de esca?os.
Las amenazas de Bossi
As¨ª, mientras Fini propone a Berlusconi como nuevo e indiscutible presidente del Consejo, sabiendo que en ese viaje han de contar con ¨¦l, Bossi amenaza con romper la baraja y clama que un hombre con los intereses personales del cavaliere: cadenas. de televisi¨®n, peri¨®dicos, conglomerados publicitarios, no puede pretender la jefatura del Gobierno. ?se es el drama del federalista lombardo, como el de tantos poderes regionalistas o nacionalistas que ganan o incluso barren en su casa, pero para realizar sus designios han de soportar la indignidad de aliarse con fuerzas nacionales, y, como le pasa a Bossi, recurrir adem¨¢s a f¨®rmulas chantajistas como la amenaza de ruptura permanente para estar siempre en juego. El l¨ªder de la Liga puede estar ahora levantando la voz para asegurarse de que Berlusconi cuenta suficientemente con ¨¦l, sea o no a la postre el milan¨¦s presidente del Consejo.
El propio l¨ªder de Forza Italia, con su agresiva prudencia caracter¨ªstica, ha hablado esta madrugada muy en primer ministro, terno oscuro y corbata a juego de recepci¨®n de alta categor¨ªa, en vez de los conjuntos m¨¢s g¨®tico-flam¨ªgero que de ordinario luce, pero no ha querido valorar las dimensiones de su victoria hasta conocer los datos definitivos. Con una inteligencia natural, que nadie en su sano juicio osar¨ªa negarle, el l¨ªder derechista ha advertido apenas velada pero educadamente a Bossi que no juegue con fuego, y ha nombrado el ¨²ltimo a Fini en la larga lista de sus aliados electorales. Guante, quiz¨¢ de popel¨ªn, pero con pu?o bastante f¨¦rreo.
?Y el l¨ªder de los socialdem¨®cratas, todav¨ªa ayer comunistas, Achille Occhetto? Ha reconocido parcamente la victoria del adversario, advirtiendo que ¨¦sta ser¨ªa intransitable para la formaci¨®n de Gobierno. Debe ahora lamerse, seguramente, las heridas; contemplar el paisaje despu¨¦s de la contienda; prepararse a¨²n, sin duda, a muchas batallas por librar. El jefe del Partido Democr¨¢tico de la Izquierda, derrotado en los comicios de ayer, se consolida, sin embargo, como l¨ªder de la oposici¨®n a lo que sea. Al berlusconazo.
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