Aburridos por un simulacro de partido
Los azulgrana, en semifinales de la Copa de Europa con su victoria ente el Galatasaray
Quiz¨¢ si hubiera sido un partido de pago habr¨ªa resucitado aquella pe?a llamada Que ens tornin els cal¨¦s (Que nos devuelvan el dinero). Fue, ciertamente, un partido de estraperlo. El Bar?a no fue el Bar?a (Cruyff cambi¨® la alineaci¨®n). El Galatasaray no es un rival, sino un amigo (no ha marcado un solo gol en todo lo que va de Liga). El resultado no importaba (les bastaba a los azulgrana con el empate, el mismo marcador que necesitan conseguir en M¨®naco para ser primeros de grupo A y jugar en casa la sernifinal). Y los socios, que no pasan por taquilla, estaban con sus c¨¢balas (que si es mejor evitar al Milan en la semifinal, que si ojo con el Oporto, que los portugueses no nos van, que si no hay derecho a tener que jugar la final en Atenas). Poca tensi¨®n competitiva y mucha comedia.Fue un simulacro de partido. El colectivo de Cruyff despach¨® las contienda como si fuera un funcionario. La tramit¨® con una mueca decorativa (tres goles) y dej¨® que el expediente lo resuelva la autoridad competente, que en este grupo es el M¨®naco. No hubo m¨¢s. La alineaci¨®n delat¨®, de entrada, el poco inter¨¦s que ten¨ªa el banquillo azulgrana por tal contienda. Pendiente de L¨¦rida y de M¨®naco justamente (ocho jugadores est¨¢n apercibidos de suspensi¨®n), el t¨¦cnico barcelonista mand¨® a Guardiola para casa a Bakero le dej¨® en el banquillo, y Stoichkov (como b¨²lgaro caliente que es no le caen bien los turcos) ejerci¨® de directivo (se sent¨® en el palco). Y aparecieron en la cancha Begiristain, Laudrup y Quique Estebaranz.
Result¨® un equipo muy nuevo que transit¨® a velocidades distintas. La falta de un conductor reconocible por todos hizo que cada uno metiera la marcha a su gusto. Iv¨¢n barr¨ªa con mucho ritmo, Amor le daba m¨¢s recorrido al cuero, Begiristain buscaba el camino m¨¢s corto. La falta de unidad aboc¨® a un choque sincopado. El primer cuarto de hora fue terrible. Iban todos a todo trapo. Y todos por la izquierda. Hasta el p¨²blico empujaba a jugar por donde paseaba Laudrup. El flanco derecho qued¨® reducido a un mon¨®logo de Quique Estebaranz con la desgracia. Perdido, desplazado y hu¨¦rfano, el extremo pifi¨® cuantas bolas le llegaron.
Los piropos fueron para Laudrup. Todos jugaban para que el dan¨¦s forzara el uno contra uno y mostrara todo su repertorio de enga?os. Laudrup, como dir¨ªa Cruyff, distrajo a un p¨²blico que le pide que no se vista de blanco. S¨®lo hab¨ªa otra alternativa que no fuera correr el cuero para Michelino: el zapato de Koeman. El holand¨¦s largaba su tiral¨ªneas hacia la ventana del ¨¢rea y all¨ª, de espaldas al marco, el ariete (preferentemente Romario o Txiki) tocaba para la llegada del centrocampista de segunda l¨ªnea.
Lleg¨® as¨ª el primer gol, un par de tuyas-m¨ªas nada despreciables y poco m¨¢s. Pasados 15 minutos, el campo se llen¨® de humo, la charanga no paraba y el partido resultaba muy espeso. Y todos, eso s¨ª, meti¨¦ndose con Quique Estebaranz, al que le daba igual jugar con 10 que con 20 a su lado, porque actuaba s¨®lo contra el p¨²blico.
Quique tuvo que irse, aburrido, y el choque se calm¨®. Zubizarreta, muy con centrado todo el rato, sac¨® sus manoplas para frustrar un remate de Hamza con el mismo aplomo con que le hurt¨® un bal¨®n de gol a Hakan a la media hora. La seriedad del guardameta vasco hizo que Laudrup pudiera forzar a su antojo el dos a cero y cerrara cualquier suspense en el marcador. Los turcos fueron, al fin y al cabo, una delicia. Llegaron disfrazados de m¨²sicos de una orquesta de fiesta mayor -americana roja, pantal¨®n gris y camisa y corbata amarillas- y se fueron sin que nadie les hubiera hecho caso.
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