Un coche para el alcalde
Regal¨¦mosle entre todos un coche al alcalde. Un coche para el alcalde y, si es necesario, otro para el concejal de circulaci¨®n. Grande o peque?o, camioneta o descapotable, con radio o sin, lo importante es que no sea un coche oficial. Pues el problema de esta ciudad es que los alcaldes y dem¨¢s altos cargos tienen oficializado el coche, es decir con ch¨®fer. Y como es notorio, el coche oficial es un anest¨¦sico inventado por la industria farmaco-automovil¨ªstica para adormecer sin dejar rastro a quienes tienen el poder de frenar un poco nuestra invencible propensi¨®n a enlatarnos y correr a embutirnos en atascos inacabables.Veamos: si es cierto que somos cuatro millones de madrile?os (yo creo que somos muchos m¨¢s, aqu¨ª siempre estamos muy juntos haciendo cola para cualquier cosa), si somos cuatro millones, digo, y le compramos al alcalde un coche apa?adito de dos millones, por ejemplo, el regalo nos sale a 50 c¨¦ntimos por madrile?o, lo que, la verdad, no resulta demasiado. Quiero decir que con un peque?o esfuerzo suplementario, hasta completar la peseta, podr¨ªamos regalarle otro coche al concejal de tr¨¢fico, Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Alarilla, candidato con serias posibilidades de ganar el Campeonato Mundial de Altos Cargos Inexistentes. Campeonato muy re?ido, por cierto, que en sus categor¨ªas de invisibles, mudos, desayunadores y cabreados re¨²ne de antiguo una alta participaci¨®n hispana, y con resultados nada desde?ables.
Supongamos pues que, antes de que el amontonamiento de coches llegue a la altura de su ventana y los atascados llamen al cristal para increparle -entonces no le quedar¨¢ m¨¢s remedio que enterarse-, el se?or ?lvarez del Manzano tiene que salir un d¨ªa a la calle con un coche de su propiedad (este detalle es importante), y encima tiene que aparcarlo. ?Se imaginan? ?Se imaginan al alcalde, sin ch¨®fer, buscando aparcamiento, digamos, en Arg¨¹elles? Nada de "Ulpiano, rec¨®jame usted a las seis", entre otras cosas porque al alcalde no le recoge nadie: se le es era el tiempo que haga falta. ?Se imaginan al se?or ?lvarez del Manzano venga a dar vueltas a la manzana en busca de un lugar en el que aparcar (primera vuelta), dejar (segunda), tirar con patada a la puerta (quinta) el regalo de los madrile?os?
?Y le imaginan en el aeropuerto, a su regreso de un peque?o viaje a Par¨ªs para tomarse una foto con el alcalde de all¨ª, descubriendo que la gr¨²a le ha llevado el coche de la acera donde lo dej¨® sin que molestara a nadie? "Y por qu¨¦ lo dej¨® usted en la acera?", le preguntar¨ªa el polic¨ªa municipal de turno en las cocheras de Alfonso XIII. "Es que los tres aparcamientos estaban llenos y yo ten¨ªa que coger un avi¨®n", dir¨ªa el se?or ?lvarez. "Ah, de eso no s¨¦ nada. Lo que s¨¦ es que su coche estaba sobre una acera". Y el se?or ?lvarez tendr¨ªa que pagar quince mil, como cualquier P¨¦rez del Naranjo o Gonz¨¢lez del Almendro sin coche oficial. Buen¨ªsimo. S¨®lo por eso yo estar¨ªa dispuesto a aportar incluso un duro. Incluso cinco, cinco duros, s¨®lo por ver al alcalde teniendo que aparcar en una acera porque, simplemente, no hay sitio, o volviendo a casa sin poder hacer lo que ten¨ªa que hacer porque hacerlo supone comerse previamente el coche.
No quiero que se interprete esto como una propuesta de reestructuraci¨®n del parque m¨®vil del ayuntamiento, o cualquier otra palabreja emboscada, que no est¨¢ el horno para bollos y los art¨ªculos sobre el alcalde los carga el diablo. Quede claro que el coche que propongo para el alcalde debe ser como una propina, un peque?isimo pellizco para que aprecie los contrastes; una suerte de penitencia para que intuya que no estamos ni en Par¨ªs, ni en Bruselas, ni en Copenhague. Que aqu¨ª el tr¨¢fico -y eso que- no se vende un coche-, ha convertido a esta ciudad en un caso ¨²nico en el mundo y ya vienen soci¨®logos de todas partes para comprobar el prodigio: coches aparcados en triple fila, peleas para conseguir una plaza en la segunda, ning¨²n sistema de disuasi¨®n (han conseguido dejar la ORA en nada), concejales que estar¨ªan m¨¢s visibles en la playa, y venga edificios sin garajes. O con garajes, pero que se venden aparte. Es un precedente: Pronto nos vender¨¢n las cocinas aparte y entonces habr¨¢ que regalarle al alcalde un restaurante, para que se entere.
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