la agon¨ªa de Guatemala
La corrupci¨®n pol¨ªtica y las pugnas financieras impiden la democratizaci¨®n de la Rep¨²blica centroamericana
El sue?o ha terminado. La violencia y el caos han roto las expectativas de paz y democratizaci¨®n que cre¨® en Guatemala la llegada a la presidencia, el 6 de junio de 1993, de Ramiro de Le¨®n Carpio, combativo procurador de los derechos humanos. Al cabo de 10 meses, los guatemaltecos retornan a su eterna pesadilla. Nada ha cambiado en esta rep¨²blica centroamericana, desvertebrada y en quiebra, hecha jirones por las oligarqu¨ªas financieras, el estamento militar y los pol¨ªticos corruptos, donde el ¨²nico consuelo que le queda a una poblaci¨®n depauperada es el humor negro.Ramiro de Le¨®n Carpio, abogado bigotudo y bien plantado, encarnaba ese 6 de junio la fuerza arrolladora de la renovaci¨®n. Su programa requer¨ªa lej¨ªa y estropajo: depuraci¨®n de las instituciones, reforma econ¨®mica e impulso de las lentas negociaciones de paz con la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
El balance de sus 10 meses de gesti¨®n anda por los suelos. ¨²nicamente las conversaciones con, la URNG han dado frutos concretos con la firma, el 29 de marzo en M¨¦xico, de un acuerdo marco que empieza por situar a las Naciones Unidas como supervisora del respeto a los derechos humanos.
El programa social ha brillado por su ausencia en un pa¨ªs donde el 50% de la poblaci¨®n est¨¢ desempleada y dos terceras partes de la ciudadan¨ªa viven por debajo de los umbrales de pobreza. "Esto no es achacable a Ramiro", comenta Gabriel Aguilera, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). "Guatemala est¨¢ condicionada por las pol¨ªticas de ajuste estructural que propugna el neoliberalismo internacional". En ¨²ltima instancia, reconoce Aguilera, a De Le¨®n Carpio vinculado tradicionalmente con la clase empresarial, se le ha adjudicado una imagen izquierdista que no le corresponde en absoluto.
El Gobierno hace frente a una de las peores crisis econ¨®micas con las arca! estatales vac¨ªas. Cada d¨ªa se cierran nuevos servicios hospitalarios y las progresivas devaluaciones de la moneda, el quetzal, han dejado los salarios reducidos a la m¨ªnima capacidad adquisitiva. Los intentos del actual Gobierno de reformar el laxo sistema impositivo chocan con la resistencia de la poderosa oligarqu¨ªa empresarial que exige una serie de contrapartidas poco compatibles con eventuales avances sociales.
As¨ª las cosas, De Le¨®n Carpio agarr¨® con fuerza la bandera de la depuraci¨®n ¨¦tica de la vida institucional, otra de las exigencias populares m¨¢s perentorias. Empez¨® por retar a los 116 diputados y a los nueve magistrados de la Corte Suprema de Justicia a que dejaran sus cargos, so pena de provocar, incluso movilizaciones populares.
Pero la campa?a se ha vuelto en su contra y el pa¨ªs vive momentos de ingobernabilidad. "Claro que hay corrupci¨®n, pero el presidente no puede desmantelar los organismos del Estado salt¨¢ndose las leyes", afirma Fernando Andrade, empresario y ex ministro de Exteriores. "De Le¨®n estaba empujado por sectores empresariales que, utilizaron la cuesti¨®n ¨¦tica corno cortina de humo para hacerse con el patrimonio del Estado a trav¨¦s de promulgar privatizaciones".
Este mismo argumento era empleado por algunos diputados afectados por la depuraci¨®n, pero es tambi¨¦n matizado por muchos analistas. "No es tanto eso como que los empresarios est¨¢n ya cansados de un Congreso inoperante y corrupto" dice Francisco P¨¦rez de Ant¨®n, presidente de la revista Cr¨®nica. La opini¨®n sobre la integridad de sus se?or¨ªas es un¨¢nime. "En el Congreso hay diputados bienintencionados, pero la mayor¨ªa son mafiosos que se venden al mejor postor" comenta un observador europeo.
El antecesor de De Le¨®n Carpio, Jorge Serrano El¨ªas, que no era precisamente un prodigio depureza, impuso su pol¨ªtica -a base de comprar los votos de los parlamentarios. Serrano, saturado, dio un autogolpe en mayo de 1993, que no prosper¨®.
Cuando lleg¨® a la presidencia, De Le¨®n Carpio crey¨® conveniente cortar por lo sano. Los magistrados de la Corte Suprema de Justicia esperaron calladitos, pero el Congreso se transform¨® en un bodevil, con sesiones que acababan a pu?etazos. El pa¨ªs estuvo as¨ª paralizado ocho semanas.
"De Le¨®n Carpio se condujo mal. Los grupos mafiosos incrustados en el Congreso demostraron una mayor capacidad estrat¨¦gica que el presidente", comenta Gabriel Aguilera. El resultado fue un pacto de paz por el que De Le¨®n Carpio abandonaba su radical campa?a de depuraci¨®n a cambio de que los parlamentarios. sacaran adelante varios proyectos de ley y un paquete de reformas constitucionales que dar¨ªan paso a elecciones legislativas el pr¨®ximo verano. Los diputados, pese a todo, han llevado a cabo sin recato una labor obstruccionista para impedir la convocatoria de elecciones.
En medio de este marem¨¢gnum, Epaminondas Gonz¨¢lez Dub¨®n, prestigioso presidente de la Corte de Constitucionalidad, ¨²nica instancia del pa¨ªs que trabaja con rigor, era asesinado el d¨ªa de Viernes Santo. "Los autores fueron aquellos que desean evitar que el pa¨ªs se depure institucionalmente y provocar el estado de excepci¨®n" dice H¨¦ctor Rosada, asesor presidencial. De hecho, el Congreso pidi¨® la imposici¨®n de medidas extraordinarias que habr¨ªan truncado las elecciones convocadas ayer para el pr¨®ximo agosto. Otros se?alan a sectores militares que desean abortar las conversaciones de paz con la guerrilla. "Puede que incluso ambos juntos" musita Rosada. Por lo pronto, el presidente ha rechazado cualquier relaci¨®n de su Estado Mayor con la acci¨®n. Nadie cree que jam¨¢s se resuelvan los atentados. Son parte de la estrategia pol¨ªtica. Mientras, Guatemala vive sumida en la incertidumbre: sigue siendo, como apuntaba un humorista del diario Siglo XXI, "el pa¨ªs de la eterna noche".
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