Luis Garrido y Puskas
Est¨¢ todav¨ªa por escribirse la enciclopedia de frases decisivas que, pronunciadas en Madrid, cambiaron la vida de quien tuvo la suerte de escucharlas. Hace 774 meses -o sea, en el oto?o de 1929- viajaban un d¨ªa en metro Vicente Aleixandre y Luis Cernuda de vuelta del cine adonde hab¨ªan ido juntos, cuando este ¨²ltimo escuch¨® de Aleixandre unas palabras, dichas como al descuido y que le interesaron extremadamente. Y como Cernuda era un soberbio poeta -y quien lo dude puede ahora comprobarlo en la excelente edici¨®n de su Poes¨ªa completa, recientemente publicada por Siruela-, sab¨ªa muy bien que a menudo la gracia literaria reside mucho m¨¢s en las insinuaciones de sugerir que en hacer declaraciones frontales.Por eso, como quien no quiere la cosa, en el texto en que habla de su amistad con Aleixandre a?ade, fingidamente, que no hace al caso, el tema del que iban hablando. Enterrados ya los dos poetas -y de la muerte de Cernuda se han cumplido ya los 30 a?os-, y aunque Aleixandre llev¨® sus amores con una reserva absoluta, se puede ya decir que este tema, que no hac¨ªa al caso, era el que m¨¢s les interesaba a los dos, la homosexualidad, que les hac¨ªa vibrar incluso mucho m¨¢s que la poes¨ªa, que para ambos era literalmente su vida. Esta frase de Aleixandre, y, repito, pronunciada en el metro, pues hay que hacer propaganda del transporte p¨²blico; dej¨® traspuesto a Cernuda y fue realmente el comienzo de una amistad leal a vida y muerte.Hace 14 meses -y esto de datar los hechos por meses se lo debo a Benito Floro, que a una pregunta sobre su edad recientemente respondi¨® que ten¨ªa 30 a?os y 110 meses-, estaba yo con Luis Garrido cuando me dijo una frase que tambi¨¦n ha cambiado decisivamente mi forma de ver la vida. Cruz¨¢bamos por la calle de Hermosilla, a la altura de Antonio Toledano, cuando me dijo: "Mira, por aqu¨ª est¨¢n las oficinas de las Salchichas Puskas". Y me emocion¨® tanto su informaci¨®n que apenas acert¨¦ a agradec¨¦rsela, cuando adem¨¢s bien sab¨ªa lo mucho que le tuvo que costar d¨¢rmela, puesto que ¨¦l es del Atl¨¦tico, y yo, naturalmente, soy madridista. Pasaron los 14 meses con la velocidad de las golondrinas borrachas de quif, que habr¨ªa dicho B¨¦cquer despu¨¦s de fumarse un canuto contra N¨²?ez de Arce, y, como todos bien sabemos, porque los medios de comunicaci¨®n no se callan nada, el Madrid fue eliminado por, el Paris Saint Germain, su bestia negra, de la Recopa. Y en aquel momento atroz, cuyo dolor y desesperaci¨®n s¨®lo son equiparables a esos momentos terribles en que a uno se le muere la madre o un hijo, fui a ver a Luis Garrido para que me contara despacio la historia de las Salchichas Puskas. Soy un hincha leal al Madrid -y, por supuesto, tambi¨¦n en los momentos en que est¨¢ m¨¢s hundido- y, a diferencia de otros madridistas innobles, que enseguida empiezan con comparaciones entre la quinta del Buitre y la m¨ªtica delantera formada por Canario, Del Sol, Di St¨¦fano, Puskas y Gento, yo me abstengo de entrar en comparaciones absurdas sobre su calidad deportiva y, a lo m¨¢s, me permito alguna que otra nostalgia de ¨ªndole mercantil, como esta que estoy contando de las Salchichas Puskas. Antes de ir a ver a Garrido, le¨ª con voracidad La d¨¦cada oscura 1940-1950, ambientada principal mente en Madrid y rebosante de docenas de historias e historietas, y que ¨¦l acaba de publicar en Ediciones VOSA con un pr¨®logo de Manuel Blanco Chivite, por si aqu¨ª me anticipaba algo sobre los negocios de salchichas de aquel genial interior izquierda, que en 1953 fue declarado mejor jugador del mundo por la prensa especializada. Pero, por desgracia, en este libro nada se dice de Puskas, aunque s¨ª cosas curiosas sobre la inauguraci¨®n del estadio Santiago Bernab¨¦u en 1947 y sobre el gran Molowny, a quien, seg¨²n Garrido, llamaban El Mangas porque esta parte de la camiseta le tapaba incluso las manos, que no se le ve¨ªan ni al correr, y aunque mov¨ªa mucho los brazos. Garrido me conduce ante el propietario de la florister¨ªa Yedra, en cuyo letrero se lee: "Plantas, peces y p¨¢jaros", y que me cuenta que Salchichas Puskas ten¨ªa sus oficinas all¨ª mismo, en Antonio Toledano, 5, primero centro. En consonancia con la demarcaci¨®n de, Puskas en el campo -que, como ya he dicho, era interior izquierda-, el piso era tambi¨¦n interior. Y, seg¨²n me dice este vendedor de flores, que tiene una memoria fant¨¢stica, entre aproximadamente 1966 y comienzos de los setenta, cuatro furgonetas amarillas, conducidas por tres empleados ya mayores y otro joven, y con el logotipo de Salchichas Puskas, que mostraba al propio futbolista chutando y con una salchicha alzada en la mano, estaban aparcadas frecuentemente por la zona. Miro al primer piso de la casa con profunda nostalgia, y me vuela la l¨¢grima al coraz¨®n de las violetas -leves, mojadas, melodiosas, seg¨²n las cant¨® Cernuda- de la florister¨ªa.
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