Pasados de copas
Arribas / Mu?oz, Joselito, Finito
Tres toros de Antonio Arribas (uno fue rechazado en reconocimiento; dos, devueltos por inv¨¢lidos), sin trap¨ªo, inv¨¢lidos, alucinados; 1? y 3?, sospechosos de pitones, se lidiaron bajo responsabilidad del ganadero. Dos de Soto de la Fuente, con trap¨ªo: 1?, sobrero, inv¨¢lido; 6?, flojo, mansote, 4?, segundo sobrero, de S¨¢nchez Ibarg¨¹en, con trap¨ªo, manejable. Emilio Mu?oz: ocho pinchazos y cuatro descabellos (silencio); bajonazo al 4? toro devuelto; metisaca escandalosamente bajo, pinchazo trasero y se tumba el toro (silencio). Joselito: media ladeada, descabello y se tumba el toro; estocada (ovaci¨®n). Finito de C¨®rdoba: pinchazo y seis descabellos (silencio); media tendida (palmas).
Plaza de la Maestranza, 14 de abril. Sexta corrida de feria. Cerca del lleno.
Los toros de Arribas debieron de pasar el d¨ªa bailando las sevillanas y poni¨¦ndose de manzanilla hasta la bandera, o no se explica tanto mene¨ªto, tanto tumbo, tanta cabriola. Porque los toros del se?or Arribas se hac¨ªan presentes en el redondel, caminaban alucinados, se echaban a rodar, y ah¨ª me las den todas. No unas copitas de m¨¢s llevaban encima, sino que estaban pasados de copas; pasados, sobrados y derramados.Los aficionados lo comentaba con el vecino de al lado e incluso con el de dos localidades m¨¢s all¨¢. A la de tres, ya no, porque eso romper¨ªa los famosos silencios de la Maestranza. Claro que hab¨ªa ciertas discrepancias, y mientras la mayor¨ªa aseguraba que los toros sal¨ªan pasados de copas, otros sosten¨ªan que estaban pasados de droga. Hubo discusi¨®n: "?Qu¨¦ droga, si puede saberse?", preguntaban los primeros, para poner en un aprieto a los segundos. Pero los segundos no se callaban -menudo son- y respond¨ªan "?Qu¨¦ vino, o qu¨¦ co?¨¢ han tomado los toros seg¨²n usted?"
Que si son galgos, que si son podencos. Y as¨ª transcurr¨ªa la tarde, hasta que medi¨® una gran voz que se sal¨ªa por la tangente: "?Veterinarios! ?Est¨¢is exigiendo el toro de Pamplona y me quit¨¢is la afici¨®n! En materia de opiniones hay un pi¨¦lago inagotable, no cabe duda.
La fiesta de los toros tambi¨¦n ha cambiado en esto. Antiguamente los p¨²blicos eran de Lagartijo o Frascuelo, de Joselito o Belmonte, de Manolete o Arruza, mientras ahora dividen entre quienes quieren que salgan toros siempre y quienes no quieren que salgan toros nunca. He aqu¨ª una realidad que deber¨ªa a?adirse al tebeo que llam¨® reglamento aquel ministro: anunciar las corridas de toros con toros o sin toros -seg¨²n sea el caso- y que cada cual haga su composici¨®n de lugar.
En la corrida de ayer avis¨® la autoridad que los toros primero y tercero se lidiaban bajo responsabilidad del ganadero, lo cual significa que los veterinarios los hab¨ªan rechazado por afeitados. Comparecieron dichos ejemplares efectivamente mermados de pit¨®n, y nadie protest¨®, ni nada. Los silencios de la Maestranza, ya se sabe. Luego s¨ª hubo voces, sin embargo, porque pegaban traspi¨¦s y se agarraban a una farola. De ellos, uno fue devuelto al corral, y el cuarto tambi¨¦n.
Los sobreros tampoco dieron mucho juego. ¨²nicamente el cuarto, al que Emilio Mu?oz instrument¨® dos soberbias tandas de naturales abrochadas con molinetes y, a partir de ah¨ª, se vino un poco abajo su torer¨ªa. Al primero, renuente a embestir, lo mat¨® a pellizcos. Joselito, variado de capa, apenas dio tres derechazos a cada uno de los borrachuzos de su lote (o acaso eran drogadictos). Finito no tuvo mejor g¨¦nero y qued¨® in¨¦dito. O sea, que la corrida, interminable, bochornosa y pl¨²mbea, fue una pasada.
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