El nulo aislamiento en el nuevo conservatorio convierte las clases de m¨²sica en un desconcierto
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En la planta cuarta, un alumno de piano ataca una sonata en una cabina individual. El sonido de su instrumento se mezcla con el viol¨ªn de la cabina de la derecha, el clarinete de la izquierda e, incluso, las penetrantes escalas ascendentes y descendentes de la aprendiz de soprano que ensaya en la planta segunda. Esto pasa en el nuevo conservatorio que el Ministerio de Educaci¨®n abri¨® en enero en la calle del Palm¨ªpedo, 3. El centro, que tras cinco meses de obras se instal¨® en un colegio, carece de insonorizaci¨®n. Los profesores se lamentan: "Esto parece una olla de grillos".
Basta subir por las escaleras o internarse en los pasillos del edificio, en donde estudian 600 alumnos, para escuchar un alboroto descomunal. Un ruido desagradable, muy parecido a la chirriante afinaci¨®n previa que cualquier orquesta produce antes de empezar un concierto. La confusi¨®n de sonidos se nota en las clases, en las cabinas de ensayo, en los despachos. As¨ª desde las nueve de la ma?ana a las ocho de la tarde.Las quejas de estudiantes, profesores y padres [muchos alumnos son de corta edad] empezaron en cuanto se iniciaron las clases, en enero. El director provincial de Educaci¨®n, Adolfo Navarro, se comprometi¨® por escrito a solucionar el problema: "Las pruebas de insonorizaci¨®n se realizar¨¢n antes de las vacaciones de Semana Santa", prometi¨®. "Pero aqu¨ª no ha venido nadie", contaba el mi¨¦rcoles la jefa de estudios del centro, Roc¨ªo Samper.
Un portavoz del ministerio indic¨® ayer: "No ha ido nadie porque estimamos correctos los informes del centro. En verano empezaremos a arreglar la insonorizaci¨®n".
Uno de los profesores es Miguel Borrego, quien, a pesar del desconcierto que se cuela a trav¨¦s de las paredes, intenta ense?ar viol¨ªn a un chaval de 10 a?os. "Hoy no hay mucho jaleo", cuenta. "S¨®lo se oyen un clarinete, un piano, un poquito las violas...".
En la planta segunda se imparten las clases de canto, que se expanden por todo el conservatorio. Dos profesores de esta especialidad y una alumna paran el ensayo para explicar un segundo problema: "No es s¨®lo que se escuche todo", cuenta un profesor, "es que las paredes no absorben el sonido, y hay un eco espantoso, la audici¨®n se deforma y no sabemos si las notas est¨¢n bien dadas o no; es absurdo", prosigue.
Por lo del ruido, los alumnos de percusi¨®n ensayan en la planta s¨®tano. Ni aun as¨ª. "Durante un concierto que se ofreci¨® en el auditorio [situado en la planta baja] se escuchaban los tambores", cuenta Antonio Garc¨ªa, estudiante de plano.
El centro de Palm¨ªpedo es uno de los tres que se abrieron en enero para descongestionar la escuela de Atocha, heredera del antiguo conservatorio, situado en el teatro Real.
Respuesta vecinal al estruendo
El conservatorio de la calle del Palm¨ªpedo, 3, ni est¨¢ insonorizado ni tiene aire acondicionado. La uni¨®n de estas circunstancias resulta especialmente molesta para los vecinos en los d¨ªas calurosos.La pasada semana, cuando el term¨®metro empez¨® a ensayar el verano, se abrieron las ventanas en las clases y el estruendo musical penetr¨® en el inmueble, situado a s¨®lo 20 metros del conservatorio.
"Ya han venido a protestar por el ruido que les llega, y yo les entiendo", cuenta Roc¨ªo Samper, jefa de estudios del centro. "No es nada agradable, por supuesto, escuchar todo el d¨ªa los ensayos de alguien que todav¨ªa no sabe mucho y que no hace otra cosa que repetir y repetir", dice. "Pero qu¨¦ le vamos a hacer; tenemos que seguir trabajando".
Los profesores y los alumnos mantienen una relaci¨®n peculiar con la vecindad, sobre todo los que ense?an o aprenden canto. "A veces nos gritan improperios del tipo de la ver si os call¨¢is de una vez", cuenta un profesor.
Aunque en las relaciones entre la vecindad y los aprendices de m¨²sica no siempre es as¨ª: "Esta semana hubo uno que me aplaudi¨® y todo", comenta orgullosa una alumna.
Entre los vecinos ha surgido uno especialmente pele¨®n o contestatario que en el contraataque ha encontrado la mejor manera de alejar la machacona insistencia de los instrumentos.
"Por lo visto est¨¢ bastante cabreado", cuenta Miguel Borrego, profesor de viol¨ªn, "y por las tardes pone la radio a todo trapo", a?ade el docente.
"As¨ª que a las violas, pianos y saxofones de los compa?eros que o¨ªmos todo el tiempo hay que sumar ahora la m¨²sica moderna", concluye, un tanto resignado.
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