La paz de los cuervos o reina sobre Ruanda
12.000 refugiados tutsis y hutus se hacinan en el estadio nacional de Kigali
![Alfonso Armada](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe33417e7-6939-4eea-ac46-f5ff107a7c22.png?auth=2ec908694fdeeab5ee61dbc7e3bc8d8ae1753b854ddeb42bb21ef2092f7ec1a3&width=100&height=100&smart=true)
ENVIADO ESPECIALLos bombardeos comienzan temprano. Es la mejor manera de recordar al contrario que el enemigo sigue ah¨ª, agazapado, dispuesto a seguir el combate. Pero los cuervos parecen acostumbrados. Sobrevuelan los montones de basura que custodian en el aeropuerto de Kigali. Kigali, la capital de Ruanda, sobrevive a otra jornada de guerra civil entre el Ej¨¦rcito gubernamental (formado por hutus) y el Frente Patri¨®tico Ruand¨¦s (FPR, de mayor¨ªa tutsi). La desconfianza entre las partes se mantiene intacta: los tutsis reclaman la disoluci¨®n de la Guardia Nacional, a la que responsabilizan de las matanzas que han sembrado el pa¨ªs de cad¨¢veres (la ONU habla de 22.000 muertos s¨®lo en la capital).
Entre el hotel Amahoro, cuartel general de las Fuerzas de la Misi¨®n de Asistencia de la ONU en Ruanda (MINUR), y el hotel Mil Colinas, en el centro de Kigali, los controles se suceden cada doscientos metros. La l¨ªnea del frente discurre con la caligraf¨ªa de un loco: el arc¨¦n derecho de la avenida que conduce al aeropuerto est¨¢ ocupado por los hombres del FPR, que aprovechan un alto en la tarea de la guerra para escuchar la radio.
Los controles de la milicia tienen otro sabor. Han sido armados por el Ej¨¦rcito y animados por la Guardia Nacional para vengar en la carne de los tutsis la muerte del presidente Juvenal Habyarimana. Acuden con cara de pocos amigos, hierros afilados, mazas y machetes. Menos mal que llueve copiosamente sobre Kigali y no se entretienen en indagar. Ser¨ªa una parodia de guerra si no fuera por la muchedumbre de muertos y el terror de los vivos. En el estadio, junto a la sede de la MINUR, 12.000 personas que han huido de los combates sobreviven a duras penas. La ONU y la Cruz Roja los alimentan como pueden, pero esperan la llegada de v¨ªveres desde Nairobi.
Atados
En el aeropuerto, los soldados de Bangla Desh oran sobre alfombras orientadas a La Meca mientras los ¨²ltimos casos azules belgas se disponen a volver a casa. El jefe del escuadr¨®n, Azad Shan, reci¨¦n llegado de la misi¨®n de la ONU en Mozambique, entiende que se vayan. Shan se trajo a su mujer y a sus dos hijos a Ruanda pensando que aqu¨ª hab¨ªa un porvenir. Pero apenas resistieron un mes. No teme la partida de los belgas, que se quejan amargamente de que est¨¢n atados de manos por el mandato. As¨ª murieron diez de sus compa?eros, salvajemente torturados por la guardia presidencial cuando intentaban proteger a la primera ministra, Agathe Uwilingiyimana, preemiente miembro de la oposici¨®n hutu partidaria de compartir el poder con la minor¨ªa tutsi (apenas el 15% de la poblaci¨®n).
Unos 4.000 efectivos del FPR han logrado adentrarse en la capital y reforzar a los 600 guerrilleros que ya se encontraban en el interior del Parlamento en Kigali. El acuerdo firmado en la ciudad tanzana de Arusha, en agosto pasado, hab¨ªa permitido, gracias a la mediaci¨®n de la ONU, detener la guerra civil entre tutsis y hutus, dos pueblos de diferente complexi¨®n, pero que comparten tradiciones, lengua y religi¨®n. Pero la muerte de Habyarinama y de su hom¨®logo burund¨¦s Cyprien Ntaryamira, el pasado 6 de abril, desencaden¨® las matanzas de tutsis y el reinicio de la guerra. Fuentes independientes estiman que las matanzas que surgieron de inmediato fueron organizadas por los ultras de la Guardia Nacional.
En el restaurante El Panorama, que ocupa la ¨²ltima planta del hotel Mil Colinas, donde se esconden 200 refugiados, el jefe interino del Estado Mayor ruand¨¦s, el general de brigada Marcel Gatsinzi, y el jefe de la Guardia Nacional, el general Augustin Ndindilimana, reciben a los seis ¨²ltimos periodistas que siguen en Kigali. Bajo una fotograf¨ªa del extinto Habyarimana, Ndindilimana asegura que sus fuerzas han pasado a las ¨®rdenes del Estado Mayor del Ej¨¦rcito. Pero no queda ninguna duda de qui¨¦n sigue llevando la voz cantante, incluso cuando asegura que "mediante las armas no se puede lograr la paz". La paz es la palabra m¨¢s frecuente que acude a sus labios.
Para un portavoz de la ONU, el hecho de que los belgas abandonen la misi¨®n no supone el fracaso de la misma. Pero al teniente coronel Willy Purche, uruguayo, jefe de los observadores de la ONU, no le cabe ninguna duda de que la misi¨®n comenz¨® mal cuando se decidi¨® que los belgas formaran parte de ella. La antigua potencia colonial suscita en Ruanda la animadversi¨®n de todas las partes. El mandato parece ahora desbordado por los acontemientos. Las ¨®rdenes no les permiten intervenir ni hacer uso de las armas para proteger a la poblaci¨®n civil o para defenderse.
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