Las delicias de Mantua
Villamanta, noble villa, a 42 kil¨®metros de la capital, tiene m¨¢s razones que ¨¦sta para ostentar el honor¨ªfico t¨ªtulo de Mantua Carpetana o Mantua Carpetanorum, aunque, por una de esas bromas a las que recurre de vez en cuando la severa historia para quitarse la caspa, Mantua se haya convertido al fin en Manta, dando origen a un f¨¢cil juego de palabras. Las inscripciones romanas que dan fe de su glorioso pasado siguen apareciendo aqu¨ª por todas partes. Das una patada a una piedra y descubres una estela funeraria, excavas para hacer una conducci¨®n de agua y te tropiezas con Julio C¨¦sar o con el nombre de alguno de sus s¨²bditos romanizados de la Carpetania.Villamanta fue edificada sobre una loma, a orillas del Arroyo Grande, que no lo es ni chico en estos tiempos de crisis hidrol¨®gica, afluente del Perales, que lo es del Alberche, que vierte en el Tajo tras regar una f¨¦rtil vega. Entre Navalcarnero y Villamanta se ofrecen en la cuneta de la carretera esp¨¢rragos, frutas y hortalizas de la tierra. Las lechugas son el orgullo de las huertas de Villamanta, agr¨ªcola y ganadera, tierra de pastores, de ovejas y de hombres, si aceptamos como veraz la arraigada tradici¨®n de que ¨¦sta fue la villa natal del papa san D¨¢maso, D¨¢maso I en los anales pontificios. El clero, para bien y para mal, siempre ha dejado notar su presencia en la vida del pueblo. Buenos recuerdos y buenas obras dej¨® a su paso por aqu¨ª Agust¨ªn Garc¨ªa Gasco, hoy arzobispo de Valencia y azote pastoral de la corrupci¨®n de la vida p¨²blica en sus cristianos y fogosos escritos. Don Agust¨ªn fue p¨¢rroco de Villamanta, donde, entre otras muchas tareas, impuls¨® la construcci¨®n de una popular barriada que hoy se recuerda con su nombre. Garc¨ªa Gasco fue aqu¨ª pastor y gestor. Mariano N¨²?ez V¨¢zquez, natural de Villamanta y alcalde de la misma en las dos ¨²ltimas legislaturas, primero como independiente y luego con el PSOE, subraya las condiciones del ex cura de Villamanta para la gesti¨®n apost¨®lica e inmobiliaria que dio su fruto en una horizontal, modesta colonia de viviendas sociales y unifamiliares.
Entre los malos recuerdos dejados por la clerec¨ªa queda el del p¨¢rroco que vendi¨® al peso los tubos del antiguo ¨®rgano de la parroquia de Santa Catalina cuando se le rompi¨® el fuelle. Las maderas del fuelle se utilizaron para hacer bancos ara la iglesia, y el cronista local apostilla entre par¨¦ntesis: "Hay que hacer notar que el cu?ado del cura -casualmente- era carpintero sin trabajo". El avisado cronista da cuenta de otros expolios y p¨¦rdidas: "Posteriormente, otro p¨¢rroco quit¨® los altares laterales porque", dec¨ªa, "distra¨ªan la atenci¨®n de los fieles. Entre ellos hab¨ªa piezas barrocas de bastante inter¨¦s". No acaba aqu¨ª el memorial de agravios rese?ado por el comentarista, que prosigue: "Las pinturas de las paredes se picaron porque tambi¨¦n distra¨ªan, y posteriormente se encalaron, quedando s¨®lo los pocos restos que hoy se conservan". La cr¨®nica sigue con el incendio del retablo churrigueresco y la destrucci¨®n del coro, "so pretexto de estar derruido", con la supresi¨®n del cancel y con la reestructuraci¨®n de la torre. Pese a tantos y tan p¨¦rfidos atentados, la iglesia de Santa Catalina, edificada en el siglo XVI, conserva vestigios de su primitiva belleza; aunque se recomienda no detenerse demasiado en la contemplaci¨®n de las modernas pinturas murales que usurpan el espacio del retablo y que desde luego invitan al recogimiento de los fieles, conminados a bajar la cabeza y a cerrar los ojos para no enfrentarse al horror.
Componen el censo de Villamanta 1.375 vecinos, cifra que se triplica con los primeros efluvios del verano, cuando una numerosa y afincada colonia de veraneantes toma posesi¨®n de sus chal¨¦s. Con la agricultura y la ganader¨ªa, la construcci¨®n se ha convertido en el sector m¨¢s importante de la actividad econ¨®mica y el m¨¢s sensible al paro. El alcalde, en incesante trasiego, compagina sus tareas edilicias en Villamanta con su trabajo como peque?o constructor en Madrid. La sensible mejora de la red viaria permite a muchos vecinos trabajar en la capital y descansar en su pueblo, aunque el alcalde piensa que la primera autoridad municipal deber¨ªa tener dedicaci¨®n exclusiva al cargo, lo que no contemplan los presupuestos.
Bajo la pac¨ªfica apariencia de sus calles y plazas, soleadas y blancas, con sus casas blasonadas y sus apacibles vistas de la campi?a, la vida cotidiana de Villamanta no es inmune a pleitos y rencillas, que muchas veces trascienden al ¨¢mbito p¨²blico y pol¨ªtico. Contrapartida quiz¨¢s de los beneficios que reporta vivir en un sitio donde todos se conocen. Pero, por encima de todo, tirios y troyanos o carpetanos y romanos se sienten orgullosos del nuevo museo etnogr¨¢fico y arqueol¨®gico, pr¨®ximo a inaugurarse, que exhibir¨¢ junto a la iglesia, en un edificio rehabilitado del siglo XVIII, l¨¢pidas y vasijas, monedas, armas y utensilios que dan fe de la alcurnia de la villa y de su pret¨¦rita relevancia.
El museo y la nueva casa de cultura son los dos proyectos a corto plazo que concentran los esfuerzos del equipo municipal. El pueblo se enorgullece tambi¨¦n de su equipo de f¨²tbol, el Villamanta CF, y de los ¨¦xitos del prometedor novillero local Rodolfo N¨²?ez, triunfador en Las Ventas y a punto de la alternativa. La afici¨®n taurina exige festejos anuales en una plaza port¨¢til, donde tambi¨¦n se luce el rejoneador Gin¨¦s Cartagena, que ensaya sus artes en una finca ganadera cercana.
Villamanta es tambi¨¦n, si no la cuna, la patria del Esc¨¢ndalo. Juan C¨¢novas, El Esc¨¢ndalo, creador de la inimitable "tortilla de ternera al Esc¨¢ndalo", monumento gastron¨®mico que su art¨ªfice, dejando a un lado su proverbial modestia, no tiene reparo en ensalzar con el refrendo de una lista de personajes de la pol¨ªtica, la aristocracia, el deporte y la cultura que gozaron de su genio frente a los fogones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.