El Zaragoza gana en la rueda de la fortuna
El miedo del Celta y de los aragoneses condujo la final de Copa hacia los penaltis
Pasada la medianoche -una hora improbable para el f¨²tbol- s¨®lo quedaba el aliento de la marea de hinchas que hab¨ªan convertido el Manzanares en una noche de fiesta, dispuesta cada afici¨®n a palpitar con la ruleta de los penaltis que designaron al nuevo campe¨®n de Copa. Fue el Zaragoza, un equipo con tradici¨®n en este. torneo. El desenlace tuvo la propiedad de seguir el camino de un partido tenso y trabado, muy taca?o en las ¨¢reas. Apenas hubo sitio para el juego, cada vez m¨¢s rebajado por el apret¨®n que sufr¨ªan los dos equipos. Naturalmente se produjo la pr¨®rroga, en medio de aquel p¨¢ramo futbol¨ªstico. Y luego, los penaltis, una suerte que tiene que ver m¨¢s con el dominio de las emociones que con la justicia del f¨²tbol. Para la historia quedar¨¢ el nombre de Alejo, el ¨²nico que fall¨® su tiro en el carrusel de especialistas. Le pudo la emoci¨®n y el cansancio. Peg¨® mal a la pelota, y medio levant¨® un terr¨®n del suelo. Cedr¨²n s¨®lo tuvo que acostarse para acunar el bal¨®n. La mitad del estadio estall¨®; la otra mitad pleg¨® sus banderas y admiti¨® la derrota.Nada se sali¨® del libreto previsto. Cada equipo fue fiel a su estilo en un partido que fue m¨¢s festivo en las gradas que en el c¨¦sped. El Zaragoza present¨® sus poderes frente a un rival que admiti¨® su inferioridad desde el principio. La diferencia estaba en el talento. El Zaragoza dispone de una n¨®mina excelente de futbolistas, gente con manejo, imaginaci¨®n y llegada. En este punto, es un equipo que ha resuelto adem¨¢s sus viejos problemas en el centro de la defensa. C¨¢ceres se ha impuesto como un central magn¨ªfico, con jerarqu¨ªa en cada una de sus acciones. La propuesta del Zaragoza era superior, pero eso estaba en los pron¨®sticos.
El Celta es un equipo que se apa?a la vida con poca cosa: jugadores muy viajados, extranjeros baratos y una carencia apreciable de calidad. Su supervivencia depende de factores que dependen m¨¢s de la disciplina y la atenci¨®n que del talento de sus futbolistas. Una vez m¨¢s, el Celta admiti¨® su inferioridad de una manera consciente, un anzuelo que tiende sin disimulo a sus rivales. El equipo de, Rojo mira sus ahorrillos, saca cuentas, es vigilante.
Especula. Ah¨ª reside su fuerza. El Celta crece a partir de la humildad. No hay un rasgo de soberbia en su juego. En la final, dej¨® la pelota al Zaragoza, se tap¨® junto a Ca?izares, pas¨® al gunos momentos de dificultad y luego comenz¨® a ajustarse a su f¨²tbol, un estilo que desgasta y complica la vida a cualquiera. En la segunda parte, el Zaragoza ten¨ªa esa piedra en el zapato y estaba fuera de la onda que ha mantenido durante una temporada magn¨ªfica. Hab¨ªa dejado pasar su oportunidad en la media hora inicial.
Antes de que el Celta atrapara el partido que quer¨ªa, las condiciones fueron favorables al Zaragoza. Durante media hora dispuso de la pelota y practic¨® su juego. Eso signific¨® un f¨²tbol elaborado, con el bal¨®n por el piso y el toque elegante. Era el papel que le correspond¨ªa. El Celta tambi¨¦n acept¨® el suyo. Agrup¨® a la mayor¨ªa de sus jugadores en una posici¨®n defensiva, a expensas de los pelotazos a Gudelj. En realidad, quer¨ªa jugar con la ansiedad del Zaragoza, cuya obligaci¨®n pasaba por cumplir con su condici¨®n de favorito. En ese tramo, la solidez del Celta residi¨® en Ca?izares. Salt¨® con decisi¨®n a por el primer bal¨®n sobre el ¨¢rea y desde ese momento se sinti¨® invulnerable. El Zaragoza le apremi¨® en dos ocasiones. La primera fue un mano a mano con Higuera. El portero no se comi¨® el amague y aguant¨® en pie, como es la obligaci¨®n de los buenos porteros. Luego se estir¨® a por la pelota y se la llev¨® con una naturalidad portentosa. Por ese lado no iba a fallar el Celta, como se vio tres minutos despu¨¦s en un cabezazo de Gay que desvi¨® Ca?izares junto a su palo izquierdo. Aquello fue lo mejor que se labr¨® el Zaragoza durante todo el partido. Ten¨ªa la pelota y la jugaba con m¨¢s criterio que el Celta, pero pronto dio la sensaci¨®n de que el partido comenzaba un lento viraje.
En los ¨²ltimos minutos del primer tiempo, el Celta estaba donde quer¨ªa. El Zaragoza se sent¨ªa inc¨®modo, sin fluidez, cada vez m¨¢s agarrotado. Ese escenario conven¨ªa al equipo de Rojo. Quedaba por ver su capacidad para transformar su arsenal defensivo en materia de ataque. Nunca se ha distinguido el Celta por el riesgo, acostumbrado a vivir en la cuerda, y eso traicion¨® sus posibilidades en la segunda parte. Tuvo el m¨¦rito de desenganchar al Zaragoza de su juego, pero le falt¨® contundencia y claridad para llevarse la final en el segundo periodo, cuando su adversario se atasc¨®. S¨®lo se gan¨® el derecho a provocar una estirada de Cedr¨²n, muy meritoria, en aquel cabezazo de Salva que llevaba la firma del gol. El portero hizo un acto de justicia. El partido merec¨ªa aquel empate, aquellos dos ceros, la pr¨®rroga y los penaltis. Es decir, ped¨ªa una decisi¨®n extrafutbol¨ªstica. Y as¨ª ocurri¨®. Pasada la medianoche, la tensi¨®n super¨® a Alejo, y su error fue decisivo para entregar la Copa al Zaragoza. La cuarta en la historia del equipo aragon¨¦s.
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