Don Quijote, de mascota
Ma?ana se abre en el sur de Jap¨®n un parque tem¨¢tico dedicado a Espa?a
, Los picos de Montserrat se han convertido en una monta?a rusa y para visitar las cuevas de Altamira no son precisos permisos ni esperas de meses, sino conformarse con una copia casi exacta y un poco de cola. Adem¨¢s, a pocos metros es posible degustar una buena paella regada con vino de Rioja, a pesar de que todas estas atracciones se encuentran en Jap¨®n. Se trata del Parque Espa?a, una r¨¦plica en miniatura de lo mejor de la piel de toro instalada en el sur de la isla, junto al mar, en el parque natural de Ishe Shima (provincia de Mie), donde, desde ma?ana, los laboriosos nipones tienen prometido un poco de sosiego. As¨ª lo anuncian los due?os, que esperan recibir tres millones de visitantes cada a?o.
La empresa que lo ha construido, Villa Espa?ola de Shima, ha invertido en ¨¦l 72.000 millones de pesetas y cinco a?os de trabajo supervisados por el antrop¨®logo e hispanista Yoshio Masuda.
Una bailaora de flamenco, que casi parece uno de sus ideogramas, es el logotipo, y Don Quijote y Sancho, convertidos en animalitos infantiles y omnipresentes en camisetas, llaveros y tazas de recuerdo, son las mascotas. La recreaci¨®n de Espa?a ocupa 113 hect¨¢reas, que incluyen una zona hotelera con sabor andaluz, un ¨¢rea residencial con pisos y chal¨¦s inspirados en los de la Costa del Sol y un parque de atracciones de 34 hect¨¢reas en el que los japoneses pueden fotografiarse junto a los emblemas de Barcelona, Madrid y Sevilla. La perla del parque es el museo, una reproducci¨®n del castillo de Xavier, en Navarra, que alberga 11 perfectas imitaciones de piezas del arte y la historia espa?oles. En sus salas, dispuestas en C¨ªrculo para aligerar las colas, los japoneses pueden hacer un recorrido por la prehistoria y la historia de Espa?a en menos de dos horas. Con s¨®lo apretar un bot¨®n conocer¨¢n a la cabra montesa y a la flor del azahar, para iniciar despu¨¦s un viaje en el tiempo que empieza en el paleol¨ªtico. superior, en las cuevas de Altamira. Los objetivos de miles de c¨¢maras apuntar¨¢n al techo donde, en 40 metros cuadrados, tres profesores de Bellas Artes espa?oles han reproducido al mil¨ªmetro el de la aut¨¦ntica caverna, con las curvas a nivel del original, sus mismas grietas y la misma textura de la piedra.
No es la ¨²nica imitaci¨®n sibarita que contiene el museo. Restauradores de la Universidad Complutense, el Museo Arqueol¨®gico Nacional y el de Artes Decorativas han copiado. para los japoneses. el vaso campaniforme de Ciempozuelos (3.000-2.000 antes de Cristo), la popular Dama de Elche (s.IV-III antes de Cristo), la corona votiva del rey Rescesvinto (s. VII) o la cruz de Fernando y Sancha (s. XI) y una talla de virgen rom¨¢nica.
Dicen que han huido del t¨®pico de los toros y las casta?uelas, pero no han podido evitar dedicar una sala del castillo a exponer los trajes regionales de cada comunidad aut¨®noma. En la misma planta puede averiguarse c¨®mo se hace una guitarra espa?ola o una bota de vino. Tambi¨¦n se han llevado cuadros de Vel¨¢zquez, Goya y El Greco y el esp¨ªritu del Prado, eso s¨ª, encerrados en 45 horas de v¨ªdeo de alta definici¨®n. Para dar vida al decorado han contratado a 80 j¨®venes artistas espa?oles de la Escuela de Arte Dram¨¢tico.
Una vez saciado el intelecto, el visitante puede hacer lo mismo con el est¨®mago en uno de los 16 restaurantes de comida t¨ªpica, en los que se puede degustar desde aceitunas rellenas de anchoas a calamares en su tinta. Tambi¨¦n pueden pasear por una recreaci¨®n del parque G¨¹ell, sentarse junto a la Cibeles, ir de compras a la plaza Mayor de Madrid, respirar aire puro bajo un molino manchego y, para terminar, irse de tapas al sevillano barrio de Santa Cruz.
Lo ¨²nico poco espa?ol es el horario, porque el parque cierra sus puertas a las seis de la tarde.
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