Rominger abusa
Zarrabeitia se confirma en Sierra Nevada como gran esperanza espa?ola
Manolo S¨¢iz estaba demasiado nervioso. Como para preguntarle por sus sue?os. Lale Cubino dec¨ªa que nunca se acordaba por la ma?ana de lo que so?aba; Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri hablaba de una Alhambra florida en primavera y de hacer doblar la rodilla a Boabdil; Juan Fern¨¢ndez no estaba nervioso -"para qu¨¦ voy a preocuparme de algo que no depende de m¨ª; yo ya he hecho mi trabajo. Ahora estoy en manos de sus piernas"-, y tampoco se acordaba de lo que hab¨ªa so?ado la noche anterior en su hotel de Granada, la v¨ªspera de la subida a Sierra Nevada. "Ni siquiera s¨¦ si sue?o", dec¨ªa. ?Para qu¨¦? Con un suizo como Rominger, la fantas¨ªa es parte de la realidad.El ONCE hizo una carrera nerviosa y contradictoria, el Banesto, una ilusionada y el Mapei, una realista. Rominger abus¨® de sus fuerzas y convirti¨® la Vuelta en una lucha por el segundo puesto. El ONCE le dio a la valent¨ªa loca y acab¨® rompiendo unos cuantos platos. El Banesto intent¨® que la fantas¨ªa y la esperanza pudieran con el realismo fatalista: sac¨® su tajada. Y tambi¨¦n el Kelme tuvo su decir: el genio de Cubino, doliente rodilla, le vali¨® para ser el mejor espa?ol del d¨ªa. Resultado: bostezos de unos cuantos ante una manifestaci¨®n de superioridad, resignaci¨®n de otros, y la vista ya alarg¨¢ndose hasta julio, hasta el Tour: ?Qu¨¦ har¨¢n Indur¨¢in y Rominger cara a cara?. Malas noticias para la Vuelta. Y alguna buena para el ciclismo espa?ol: Zarrabeitia sac¨® coraje, ganas y capacidad. Se mostr¨® como un ciclista con cabeza y valent¨ªa. Se confirm¨® casi como la ¨²nica esperanza espa?ola para esta Vuelta y para el futuro. Y casi la ¨²nica de su equipo. Delgado aguant¨® a su estilo, emocionando. Montoya no pudo; Mauri -mala suerte: ca¨ªda y desgaste de fuerzas en la remontada- se hundi¨®; a Aparicio se le vio verde.
"A ver qu¨¦ pasa"
La subida a Sierra Nevada -un puerto alto y largo, dado a la marcha regular m¨¢s que a las explosiones- pareci¨® ser un asunto de voluntad. "A ver qu¨¦ pasa", dec¨ªa Rominger por la ma?ana. "No s¨¦ c¨®mo saldr¨¢". Ilusionado, Zarrabeitia, el joven de Abadi?o, 24 a?os, estaba ilusionado. Si le gritabas cuando sal¨ªan te respond¨ªa con una sonrisa y la mano levantada, casi t¨ªmido pero confiado. Y todo bajo un fuerte sol.
"En la primera etapa de monta?a siempre hay un desfallecimiento inesperado", dec¨ªa Ech¨¢varri. "Se sabr¨¢ qui¨¦n ha perdido la Vuelta, no qui¨¦n la ha ganado", afirmaban los m¨¢s. Iban 16, los m¨¢s fuertes. Quedaban seis kil¨®metros, los m¨¢s duros, para la meta. Si hab¨ªa habido escapadas hasta entonces -Mora, Yesid Camargo, Stephens-, nada val¨ªa. Los Mapei -Unzaga, Escart¨ªn, Arsenio, Gin¨¦s, Abraham- mandaban. Su ritmo en los 24 primeros kil¨®metros de la subida no era excesivo, pero los m¨¢s d¨¦biles doblaban el espinazo. Pasara lo que pasara, la monta?a, los 2.500 metros de Sierra Nevada eran el ¨²nico enemigo hasta entonces. Y entonces Rominger, an¨®nimo todo el tiempo, escondido en el grupo, decidi¨® hacer de patr¨®n y saciar su bulimia. El ganador de las dos ¨²ltimas Vueltas aceler¨® un pel¨ªn y se puso al frente. La historia iba ya en serio.
Unos, asfixiados por la falta de ox¨ªgeno; otros, aplanados por el calor; unos cuantos -Luis P¨¦rez, rodilla vendada, Koke Ur¨ªa, del CastelIblanch- sacando fuerzas del coraje. 16 quedaban.
Y comenzaron los desvar¨ªos. Z¨¹lle iba de sombra de Rominger, con facilidad, sin m¨¢s agobio. Su compa?ero de equipo Oliverio Rinc¨®n se sent¨ªa llamado a la victoria. Y solt¨® un latigazo. Zarrabeitia, el vigilante del Banesto, a su rueda. Se empezaba a decidir la historia. Falsa alarma. Peque?o aceler¨®n de los Mapei, y otra vez en grupo. De nuevo, Oliverio y ya Rominger a su rueda. Z¨¹lle empieza a flaquear. Su propio compa?ero, rompi¨¦ndole el ritmo. ?Qu¨¦ iba a hacer? Ante un enemigo a la defensiva ?c¨®mo le haces bajar la guardia si no le buscas las cosquillas? Pero ?para qu¨¦ enfurecer al drag¨®n?.
Si no osas no sabes. Zarrabeitia, el joven de Abadi?o, el junco con clase, os¨®. Y Rominger salt¨® tras ¨¦l. Y los dos solos se fueron. Uno, Zarrabeitia, a tope; otro, Rominger, sobrado. Sab¨ªa que era su hora. Su apetito de victorias no aguantaba m¨¢s. Y se puso delante del vasco del Banesto. Y ¨¦ste, a duras penas. Esprintando para aguantarle la rueda. El suizo, otra marcha, y Zarrabeitia, descolgado. Abusando de sus fuerzas -y daba la impresi¨®n de que ten¨ªa m¨¢s en la reserva por si las necesitaba- Rominger -estilo de rodador, encorvado sobre el cuadro en rampas del 8%- Rominger, solo. Su reino.
En la monta?a abusa; en la contrarreloj, por encima -m¨¢s de 51 kil¨®metros por hora en Valladolid-. Ma?ana, Benidorm: 49 kil¨®metros contrarreloj. Dos minutos sobre el segundo. Es Tony Rominger.
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