Por la democracia: empleo y solidaridad
ANTONIO GUTI?RREZ VEGARALa pol¨ªtica industrial y la reforma laboral, junto a la corrupci¨®n y la cultura del dinero f¨¢cil propiciada, a juicio del autor, por el Gobierno socialista, son los ejes de este art¨ªculo
Empleo y solidaridad vuelven a ser, como en a?os anteriores, los motivos centrales de este 1 de mayo del 94. No es por falta de imaginaci¨®n en el movimiento sindical para inventar lemas nuevos; es la ineludible realidad marcada por un paro end¨¦mico y creciente la que obliga a centrar todos los esfuerzos en torno al principal problema del pa¨ªs y en tejer la imprescindible solidaridad para superarlo. Si ambas cuestiones tienen que ser reclamadas mediante la lucha sindical y catalizan la indignaci¨®n de muy buena parte de la ciudadan¨ªa es porque, a?o tras a?o, la pol¨ªtica econ¨®mico-social acent¨²a el desequilibrio entre capital y trabajo en perjuicio de este ¨²ltimo, azuza el individualismo y encona las tensiones en una sociedad cada vez m¨¢s desigual.Antes, en aquellos a?os de crecimiento econ¨®mico tan cerca mirando al pasado y, sin embargo, tan lejos de recuperar cara al futuro, porque prefirieron precarizar la contrataci¨®n laboral hasta l¨ªmites todav¨ªa hoy desconocidos en Europa, favoreciendo que, mientras la mayor parte de los beneficios se multiplicaban r¨¢pidamente en la econom¨ªa financiera, la actividad productiva permaneciese con las mismas deficiencias estructurales de siempre. Ahora, sumidos en la m¨¢s profunda recesi¨®n de nuestra historia reciente, porque se ha optado por a?adir mayor flexibilidad en la entrada, dar pista libre para el despido tanto individual como colectivo y desregular los derechos laborales de todo tipo.
En esas condiciones, ni antes se pudo fraguar el acuerdo para la competitividad que desbarat¨® Solchaga, ni ahora ha cuajado el pacto por el empleo bajo la endeble coordinaci¨®n de Solbes; aunque no debe obviarse que la frustraci¨®n del consenso social, en uno y otro momento, han tenido en com¨²n la misma presidencia ejercida por Felipe Gonz¨¢lez y la misma orientaci¨®n econ¨®mica incapaz de adecuar primero y relanzar despu¨¦s la econom¨ªa real.
Un mismo hilo conductor de la econom¨ªa, con el que se pretende tejer la competitividad espa?ola a base ¨²nicamente de ofrecer salarios y empleos m¨¢s baratos y precarios para atraer inversiones, ha demostrado ya que no confecciona el traje adecuado para un desarrollo sostenible generador de empleo y competente en el contexto internacional. Cuando creci¨® la econom¨ªa, creci¨® much¨ªsimo m¨¢s nuestro desequilibrio con el exterior, haci¨¦ndonos m¨¢s dependientes de los pa¨ªses centrales europeos. Pero una vez aprehendida nuestra cuota de mercado, la moneda de cambio al primer s¨ªntoma de recesi¨®n, es la desinversi¨®n de extra?os y de propios que, como Gillete o Derby, buscan latitudes donde la mano de obra sea m¨¢s barata y desprotegida socialmente. Antes, no dejamos de ser en ning¨²n momento el pa¨ªs de la OCDE con la tasa m¨¢s alta de paro y ahora somos el que m¨¢s bruscamente la ha incrementado, a lo que hay que sumar el abrumador y no esclarecido rebrote del d¨¦ficit p¨²blico.
Con ese hilo se formar¨¢n aut¨¦nticas mara?as en c¨ªrculo cada vez m¨¢s vicioso y complicado para atajar los problemas del presente y despejar el futuro. O se acorta a tiempo o no llegaremos al ovillo necesario, el que se nutre de una estrategia espec¨ªfica que defina nuestra especializaci¨®n productiva e industrial en los mercados internacionales. Eso, que fue inventado por los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros de Europa y tan actual que lo han seguido hasta los nuevos pa¨ªses industrializados de la cuenca del Pac¨ªfico, consiste b¨¢sicamente en dos cosas: inversiones nacionales en empresas nacionales que sirven de pies y ojos para nuestros productos en los mercados internacionales, y formaci¨®n de capital humano. Cada uno de los pa¨ªses europeos m¨¢s avanzados cuentan con un tejido industrial m¨¢s din¨¢mico y con empresas emblem¨¢ticas que los identifican mundialmente, ya sean la Nestl¨¦ suiza, la Philips holandesa o la Volvo sueca. Los pa¨ªses asi¨¢ticos no venden bajos salarios solamente; Corea cuenta con la Samsung, Taiwan con la fabricaci¨®n gen¨¦rica de microproceadores de la que dependen las marcas de ordenadores m¨¢s acreditadas del mundo... Como dec¨ªa Lester Thurow en Madrid, deber¨ªamos avergonzarnos por dedicamos a I+D la cuarta parte de lo que dedica Corea.
Pero gobernar para que la ¨²nica mercanc¨ªa a ofrecer sea el trabajo asalariado barato y precarizado, adem¨¢s del coste econ¨®mico, conlleva un elevad¨ªsimo precio social en un pa¨ªs democr¨¢tico, insertado en Europa y, por tanto, susceptible tambi¨¦n a la presi¨®n osm¨®tica que en lo cultural y lo pol¨ªtico proviene de los pa¨ªses de nuestro entorno. Cuando el paro es la condici¨®n en retrospectiva para demasiadas personas que no logran salir de ¨¦l y es, al mismo tiempo, la perspectiva m¨¢s probable para muchos j¨®venes a los que, con preparaci¨®n o sin ella, lo m¨¢s halag¨¹e?o que se les ofrece es el contrato de aprendizaje u otras formas de marginalidad sociolaboral; cuando al mismo tiempo la insolidaridad se encarna en los esc¨¢ndalos y corrupciones protagonizadas por los m¨¢s belicosos guerreros frente a salarios, pensiones y empleos como el se?or Rubio, Empleo y solidaridad son algo m¨¢s que un eslogan sindical, son los lemas de la democracia aqu¨ª y ahora. Ambas cosas son caras de la misma moneda, la que puede atesorar o arruinar la vitalidad de un sistema democr¨¢tico seg¨²n se act¨²e.
Se ha llegado demasiado lejos como para recomponer credibilidades con la simple adopci¨®n de alicortas medidas anticorrupci¨®n cara al futuro, mientras cada d¨ªa surgen nuevos y clamorosos asuntos turbios; de poco o nada servir¨¢n si se contin¨²a predicando la miseria sociolaboral de la mayor¨ªa para recuperar los beneficios de los m¨¢s ricos sin orientar de verdad su destino al reparto equitativo y a la creaci¨®n de empleo; porque en esa carencia anidan y se engendrar¨¢n m¨¢s corruptelas y despilfarros del esfuerzo colectivo.
De seguir as¨ª, lo malo conocido puede hartar tanto que la gente acabe por desobedecer al refranero y prefiera lo bueno por conocer, aun superado el temor a que pueda resultar peor. Si no se quiere cambiar, que se tome nota de las distintas formas de salir, la de Willy Brandt o la de Craxi; si no se tiene la talla del primero para salir con dignidad y seguir siendo referente de determinados ideales, ev¨ªtese continuar en esa soberbia que tambi¨¦n cegaba al segundo hasta terminar en la ignominia personal y el desastre colectivo.
Nosotros, como en la huelga general del 27-E, saldremos a la calle este 1 de mayo convencidos de estar luchando por lo m¨¢s justo para los trabajadores/as y por lo m¨¢s necesario para nuestro pa¨ªs en una Europa que queremos m¨¢s solidaria, m¨¢s avanzada y democr¨¢tica que, a fin de cuentas, es la ¨²nica v¨ªa para que tengamos futuro.
Antonio Guti¨¦rrez Vegara es secretario general de la C.S. de CC OO.
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