?Una foto, caballero?
Plaza del Dos de Mayo. Hay algunos amaneceres en los que las palomas de la plaza del Dos de Mayo se convierten en murci¨¦lagos blancos, cagan ¨¢cido y luego no hay quien quite las manchas de las mesas de la terraza del quiosco. Eso afirma Luis, uno de los due?os del quiosco, que dice: "Hay que envenenar a las palomas".Pero hay quien ha visto los ojos rojos de perros hambrientos que hociquean con infinita mala leche las basuras, cuando a¨²n no ha salido el sol y uno tiene la bilis fr¨ªa y un mordisco en las tripas. Entonces eso se llama la hora jodida y uno agarra la mano de lo primero que encuentra.
Pongamos que se llama Vanesa, que dice:
"He descubierto que tengo un karma sensible, t¨ªo" o Manoli, que a?ade: "?Nos tomamos unas birras, colegui?". Antes del amanecer la plaza es una, despu¨¦s es otra. Y m¨¢s tarde, pongamos a media ma?ana, do?a Adela se toma una clarita en el Maragato antes de ir a por el pan, el choped y las dos naranjas que se toma todos los d¨ªas.
Pero tambi¨¦n puede pegar la hebra con don Jos¨¦ Luis, jubilado de Entrecanales y T¨¢vora, que se lee el Journal de pe a pa todos los d¨ªas y que enviud¨® un mal a?o. Don Jos¨¦ Luis vive en Valverde desde 1946, cuando la plaza era ya un lugar de jolgorio nocturno por las partidas de dados, la abundancia de tabernas y de lej¨ªas que vend¨ªan grifa para los se?oritos con rumbo y para las se?oritas con flor o sin ella.
Mohamed Hassan, por ejemplo, naci¨® en la villa de Nador y no es amigo de los negros, ni de nadie. Fue piloto de pateras a 10.000 el viaje y ahora vende pelucos imitaci¨®n y layas, proporcionados por un oscuro sujeto de barbas de origen argentino. El menda cobra por adelantado y luego Hassan corre con el riesgo de que la madera confisque la mercanc¨ªa.
"Mejor tabaco rubio", dice, compro a 1.000 el cart¨®n y vendo a 2.000. Gran negocio".
Los marroqu¨ªes se unieron a las naturales de la plaza y pudieron entrar y pasear. La plaza es de todos, a saber: punkis, minifalderas, progres reciclados y sin reciclar, funcionarios/as de la comunidad reci¨¦n divorciados, hispanistas, negros, amarillos, adjuntos de universidad, escritores urbanos que se lo han cre¨ªdo, camellos de tres o cuatro razas diferentes, maderos de paisano o de uniforme, jubilados, viejecitas, currantes/antas de no se sabe qu¨¦, amas de casa y actores en paro, como el Toni Fuentes, que est¨¢ hecho un cachas, el t¨ªo.
Charo, Charito, sin ir m¨¢s lejos, trabaja con las chicas de los bares de alterne o con cualquiera. A Charo, Charito, le piden, un suponer, unos zapatitos de charol en plan farde, un vestido de tal o cual talla, colonia fina de caballero para regalo, perfume de esos de avi¨®n. Lo que sea. Charo, Charito, va de mechera por la vida y con los pedidos bien apuntados entra en los grandes almacenes y se trae la mercanc¨ªa.
Hay curros peores. Como el de vendedor ambulante de jeringuillas. Pero no estamos en esto. Todo el mundo sabe lo que se cuece en esta jodida ciudad.
En cambio, Jes¨²s se acuesta temprano, al amanecer, y va con su c¨¢mara haciendo el recorrido nocturno, primavera, verano, oto?o e invierno: "?Una foto, caballero, se?orita?", pero hay que saber, porque no todos los mochuelos est¨¢n con su olivo y una foto compromete mucho. La foto, 250, y al otro d¨ªa la tiene usted en el local a su disposici¨®n.
El mago Mariano va tambi¨¦n, como Jes¨²s, itinerante entre plaza y plaza, haciendo lo del bast¨®n chino y el bonito truco del cigarrito que no quema chaquetas. Pero la de Santa Ana es jodida, hay mucho guardia y est¨¢ muy descubierta, no hay protecci¨®n.
Plaza de Santa Ana. Es casi territorio militar, zona de maniobras. Del hotel Victoria sale mucho catedr¨¢tico conferenciante con se?ora y tarde libre y hay que tener cuidado. Y luego est¨¢n los escoltas de las autoridades que pisan el Teatro Espa?ol para bostezar, mientras observan con los ojos entrecerrados el montaje de 500 millones y piensan en c¨®mo van a librarse esta vez de que no lo pillen trincando.
La plaza la fastidiaron hace mucho. Eso dice do?a Venancia en uno de los bancos recientes, al tiempo que hace punto a la fresca de la tarde y termina conversaciones que empez¨® hace mucho tiempo. A su lado se sientan: un parado de M¨®stoles, un estudiante japon¨¦s, un yonqui tras: puesto, la Pili, el Riquelme y un desconocido con la vista fija.
En la Cervecer¨ªa Alemana estuvo el padre de Ton? Romano de limpiabotas y es un lugar fresco y tranquilo donde nadie molesta a nadie, adorado por los conferenciantes con ponencia y los guiris en general que buscan algo diferente y aut¨¦ntico como la vida misma.
Antes hab¨ªa mesas y bancos como Dios manda en la plaza de Santa Ana y los jubilados y el personal que va a pie por la vida pod¨ªa jugar al mus, al parch¨ªs o sentarse a descansar. Pero las autoridades, ya se sabe, la calle es suya, lo jodieron todo y convirtieron la plaza en lo que es ahora, zona de maniobras militares donde hacen simulacros con fuego real.
En la cafeter¨ªa Punto y Coma, sin ir m¨¢s lejos, se puede ver la tele de miranda, gast¨¢ndose lo m¨ªnimo: chato de Valdepe?as sin denominaci¨®n de origen, 50 pesetitas. La cafeter¨ªa, platos combinados, espl¨¦ndido sal¨®n-comedor en el interior, pase usted, caballero, se?orita, es de los a?os cincuenta, cuando la Coca-Cola la descubrieron los del Opus Dei.
Pero, claro, los viernes y s¨¢bados el personal guapo de los tres sexos se va de bares y los precios est¨¢n que no se puede. La plaza de Santa Ana se llena de risotadas y movimientos de cabelleras y de gente que va y viene, at¨®nita por ver cosas tan t¨ªpicas.
"?Te has fijado, Arturo?".
"Se est¨¢ fumando una piedra de caballo".
"D¨¦jalo, es pobre".
Los viernes, lo mejor es visitar la calle Amor de Dios, que no cae lejos, y ver a Paco el Sovi¨¦tico, que va de ermita?o. Si no se puede, entonces hay que ir a la de Cervantes, entre el tramo comprendido entre el restaurante Pereira y la calle del Le¨®n, y entrar en dos turbios y cl¨¢sicos clubes de se?oritas, sin nombre en la puerta, donde el trato y los precios a¨²n son asequibles y no te marean con la m¨²sica alta. All¨ª se puede estar en penumbra y en tranquilidad, se puede hablar de cualquier cosa y el esp¨ªritu se sosiega.
Los viernes, Jes¨²s se saca un jornalito con su c¨¢mara. Ah¨ª es nada recorri¨¦ndose la calle Huertas y aleda?os, llena de pimpollos sexuados y asexuados. Los d¨ªas entre semana, que son los m¨¢s, como todo el mundo sabe, la plaza de Santa Ana rebosa de asistentes de la famosa y art¨ªstica Academia Afuera. Antes, los novios se arremolinaban para ver si cazaban a alguna aspirante a taquimeca. Ahora los novios est¨¢n hechos unos gambas.
"?Una foto, caballero, se?orita? ?Bonita foto de recuerdo?". Pero la muchacha se despendola y se r¨ªe a manta. La chica guapa, tercero de Derecho, pantal¨®n tres tallas menos, dice, ahuecando la voz: "Despu¨¦s de estas risas nos vamos a la Pedriza, directamente. ?No, Chus?".
La plaza de Santa Ana ya no es lo que fue antes, sin exagerar, porque tampoco hace tanto y si no que se lo digan a Bernab¨¦ Garrido L¨®pez, que lleva 55 a?os diciendo que tiene mal las piernas, aunque los doctores no le ven dolencia.
Est¨¢ en la silla y pide caridad. "Fue en la guerra, ?sabe usted? Las bombas fueron, las jodidas bombas que mataron a mi querida madre y yo me qued¨¦ as¨ª. ?Tiene la caridad de un truja, perd¨®n, cigarrito?".
Y como siempre, la amanecida es diferente, porque la noche est¨¢ muy vigilada. Hay mucho guiri en el hotel, mucha gente que paga sus buenos duros para dormir calentito y luego, pues da un poco de grima asomarse por los ventanales del hotel y ver, un suponer, a un borracho haciendo sus necesidades o a un paisano acomod¨¢ndose en uno de los bancos para dormir. Pero, claro, los guardias tambi¨¦n duermen y un rato antes de que salga el sol, los bancos se llenan de durmientes, de besucones o de insomnes, pero que necesitan algo diferente al jodido suelo.
Por las ma?anas los echan.
"?Eh? Oiga, aqu¨ª no se duerme. ?Nos hemos enterado o lo tengo que repetir?".
"Disculpe usted, se?or agente, pero me ha dado como un mareo. Se conoce que me ha sentado mal algo que he comido".
"Pues a sentarse. Aqu¨ª hay que estar sentado".
"Lo que usted diga".
No se puede con los pobres de la plaza de Santa Ana. Son unos desagradecidos. En la del Dos de Mayo, sin ir m¨¢s lejos, hay muy pocos pobres y son especie rara. En los bancos pernocta quien puede y llega antes. La vigilancia es diurna y atenta al trapicheo de sustancias estupefacientes, a saber: ¨¦xtasis, jaim?tos, marihuana, hach¨ªs, nieve y caballo, cada uno de tres precios diferentes.
Plaza de Lavapi¨¦s. En la calle de Lavapi¨¦s, seg¨²n se baja a la derecha, los okupas se arremolinan ante un viejo palacio hecho trizas. Las chicas llevan el pelo verde y se cuelgan del belfo imperdibles y sacan la lengua a lo mirones. Do?a Claudia, que fue modelo (escala: modelos, tiples vedettes y supervedettes) en el Casablanca, garbo y tron¨ªo de la noche madrile?a all¨¢ en 1957, se pone a murmurar por lo bajo: "Guarras, sinverg¨¹enzas... Y seguro que no llevan bragas".
Los chicos y las chicas de verde, flacos como espingardas, est¨¢n siempre con el ojo puesto en las esquinas, no vayan a venir los cabezas rapadas y los fachas a sacudir estopa y a gritar:
"?Vaspariaaaa, mueracarro?aaa!".
De siempre, la plaza el Dos de Mayo ha sido artesana y putera, por eso de los cuarteles que hab¨ªa de anta?o. La de Santa Ana era m¨¢s fina y senoril, m¨¢s de paseo cogio del brazo, y la de Lavapi¨¦s es el ¨²nico lugar de Madrid donde, una vez al mes, se puede comprar el Mundo Obrero sin llamar demasiado la atenci¨®n.
La plaza de Lavapi¨¦s ya no es plaza. Le han quitado lo que ten¨ªa de plaza y la han convertido en un ensanche de la calle, un suponer. La gente sale del metro a lo suyo, no se fija en el personal que va de camino a cualquier parte: artistas pintores de las quinientas vanguardias de esta semana, chicas con mallas en las piernas y cara de rusas, posmodernos y Guillermo Heras que va al teatro Olimpia, repitiendo por lo bajo algo que tiene que decir.
El chico del bar Esma ya no est¨¢ con nosotros, ni con nadie, y la famosa churrer¨ªa se ha reformado en plan fino. Un poco m¨¢s arriba, Xavier Recalde mira hacia el horizonte a ver si divisa alg¨²n elefante de la especie africana. Su bar, El Barbieri, tiene los asientos rotos, pero a¨²n conserva a do?a Trini, que ya de jovencita iba al mismo caf¨¦ a pasar la tarde y ahora hace lo mismo, pero de se?ora cuidadora.
Jes¨²s ah¨ª tiene tambi¨¦n un jornal con la c¨¢mara de fotos, pero sin exageraciones. La especie de Lavapi¨¦s no se gasta los cuartos en fotos.
Al lado de un prochino, lo juro, todav¨ªa quedan, hay un marxista-leninista, un situacionista y muchos anarquistas que a¨²n, todos juntos, m¨¢s las asociaciones de vecinos, organizan fiestas de solidaridad. Si no llega a ser por ellos, Madrid ser¨ªa la casita blanca de Doris Day y de su novio, el novio de Mary Poppins.
El mago Mariano y Jes¨²s, el fotero, al fin se encuentran en el Avapi¨¦s y se relajan un poco. Se han recorrido las tres plazas, cae la noche como un manto que... etc¨¦tera, y hay que irse a dormir.
"?Una fotito, caballero, se?orita? Un bello recuerdo de estos momentos, ?vale?".
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