Una mansada
Seis ganader¨ªas/ Frascuelo, Galindo, Cu¨¦llar
Corrida concurso. Toros con trap¨ªo: Sep¨²lveda, dio juego; Prieto de la Cal, manso; Valverde, manso; Ferm¨ªn Boh¨®rquez, destrozado en varas; Ib¨¢n, chico, devuelto; sobrero, Murteira, bravuc¨®n; Pe?ajara, manso.
Frascuelo: estocada corta perdiendo la muleta (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada corta contraria atravesada y cuatro descabellos; se le perdon¨® un aviso (silencio).
Ra¨²l Galindo: dos pinchazos y estocada (protestas); tres pinchazos y estocada baja (silencio). Juan Cu¨¦llar: pinchazo y estocada corta atravesada (palmas); pinchazo y media baja (silencio).
Plaza de Las Ventas, 2 de mayo. 41 corrida de las Fiestas de la Comunidad. Lleno
Toda la corrida concurso result¨® mansa; una mansada agotadora. No pasa nada: los toros pueden salir bravos o mansos, y si Dios los cr¨ªa y ellos se juntan, los humanos no podemos hacer absolutamente nada para remediarlo; ni siquiera los que tienen cargo en la Comunidad. Frente a los designios divinos no valen influencias ni cartas de diputado.La corrida resultar¨ªa mansa, en efecto, pero al menos no se ca¨ªa. Ning¨²n toro se cay¨®, salvo aquella birria que soltaron en quinto lugar, correte¨® locuela, tropez¨® unas cuantas veces entre varita y picotazo, y finalmente el presidente -Luis Espada a la saz¨®n-, la devolvi¨® al corral. Result¨® de una palmaria evidencia que en cuesti¨®n de tomar decisiones, el se?or Espada no es, precisamente, el rayo l¨¢ser.
Para entonces ya hab¨ªan dado las nueve, y la afici¨®n -dos docenas de heroicos ciudadanos entre varios miles que hab¨ªan entrado de convite- ocupaba su precioso tiempo en averiguar por qu¨¦ los toros no se ca¨ªan. Los miraban por todas partes, como si se los fueran a comprar. Hubo quien adujo la conocida teor¨ªa: "Los mansos no se caen: he ah¨ª la prueba". Capciosa conclusi¨®n pues pod¨ªa apreciarse que los toros ten¨ªan trap¨ªo, y con igual fundamento pudieron deducir las dos docenas de heroicos aficionados: "Los toros de trap¨ªo no se caen: he ah¨ª la prueba".
El sexto, de impresionante arboladura y estremecedora cornamenta astifina, no se cay¨® jam¨¢s a pesar de que le pegaron cinco puyazos, cualquiera de los cuales lo recibe uno de esos toros-manteca que les sacan a las figuritas y se va presto al otro barrio.
Los diestros pelearon decorosamente con semejante ganado, bronco, en su mayor¨ªa. Ra¨²l Galindo machete¨® desconfiado al Prieto de la Cal, un jabonero casi albah¨ªo de mala ralea, y le chillaron por eso. Al Murteira lo salud¨® con ayudados por alto en el centro del redondel, lig¨® tandas de redondos, y se acab¨® all¨ª la posibilidad de torear pues el toro quer¨ªa huir a tablas y rechazaba los muletazoss derrotando y rebrincando. Juan Cu¨¦llar, con moral de legionario ind¨®mito, intent¨® pegarle derechazos al pavo Valverde -el m¨¢s serio, m¨¢s cuajado, m¨¢s buey que pari¨® vaca- y tambi¨¦n al Pe?ajara poderoso de los grandes cuernos, que topaba sin fijeza.
Los dos toros de relativo juego le correspondieron a Frascuelo, cuya primera faena, que inici¨® con magn¨ªficas dobladas, tuvo la emoci¨®n de su entereza para aguantar la encastada agresividad del Sep¨²lveda en redondos, naturales y unas trincherillas llenas de aromas toreros. El Boh¨®rquez tom¨® de largo tres varas y en ellas muri¨®. Tres varas en las que el picador hizo la carioca silvana, encerr¨® al infeliz toro por los terrenos de dentro y le descuartiz¨® los lomos.
La barbarie de siempre, claro; pero en la presente ocasi¨®n con mayor delito, pues se trataba de corrida-concurso, que exige extremar la pureza del primer tercio, y ese picador obtuso impidi¨® que el toro diese la medida de su bravura. Lo dej¨® para el arrastre. Tanto, que en ocho minutos de tenaz porf¨ªa, Frascuelo s¨®lo consiguio sacarle media docena de embestidas.
Cuando la voluntad divina manda mansos, no hay nada que hacer, as¨ª se tenga un cargo en la Comunidad. Pero si lo que manda son picadores de semejante laya, lo que procede es cogerlos de una oreja, sacarlos de la plaza y no volverlos a dejar entrar ni disfrazados de lagarterana.
Babelia
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