La Iglesia del silencio en Argelia
Un anciano cardenal ciego es el responsable moral de los cat¨®licos en el pa¨ªs magreb¨ª
La Iglesia cat¨®lica en Argelia vive desde hace a?os sumida en el silencio. Al igual que su m¨¢ximo responsable moral, el cardenal L¨¦on Eti¨¨nne Duval, de 90 a?os de edad, originario de Francia, pero nacionalizado en Argelia. En medio de la penumbra de su ceguera, comparte, como lo ha hecho desde hace m¨¢s de cinco d¨¦cadas, el destino tr¨¢gico de esta sociedad musulmana, incluso en los momentos m¨¢s dolorosos, como los acaecidos el pasado domingo, cuando dos religiosos fueron asesinados a tiros en la alcazaba de Argel."No creo en el peligro de una guerra civil", aseguraba con firmeza el cardenal Duval hace poco menos de dos semanas en su residencia, situada en lo alto de un colina, junto a la bas¨ªlica de Nuestra Se?ora de ?frica, en medio de una ciudad fantasma, flanqueada en un extremo por la casa del nuncio y en el otro por el viejo seminario abandonado. En medio se encuentra una escuela cat¨®lica sin alumnos y un convento de clausura con una cuarentena de clarisas, de las que dos son espa?olas.
El cardenal Duval no concede entrevistas. No hace declaraciones a la prensa. Imparte, eso s¨ª, consejos, y efect¨²a, si lo cree necesario, reflexiones en voz alta, mientras la melancol¨ªa y el atardecer de esta sangrienta primavera de Argel se filtran por los ventanales del sal¨®n. Una y otra vez insiste en que el ¨²nico con derecho hablar es su sustituto, Henri Teissier, arzobispo de Argel, de 64 a?os de edad, nacido tambi¨¦n, como ¨¦l, en Francia.
Las reflexiones del cardenal Duval sobre el car¨¢cter no violento del islam y su diferencia con el islamismo, sobre la tolerancia de los argelinos, se interrumpen con la llamada del almu¨¦dano, que desde lo alto del alminar de una mezquita cercana llama a los fieles a participar en la plegaria del Assar. De pronto, el religioso se acuerda ¨¦l tambi¨¦n de sus rezos. Se levanta como un resorte desde el fondo de su sof¨¢ y se detiene por unos instantes, antes de abandonar la estancia, para bendecir al visitante. Dos monjas espa?olas de la comunidad Agustina, Daniela y Blasa, acompa?an al cardenal en su salida.
Pero la Iglesia cat¨®lica en Argelia la configuran, adem¨¢s de este venerable y en¨¦rgico sacerdote, 380 hermanas y 170 religiosos, entre los que se encuentran cuatro obispos de las di¨®cesis de Argel, Or¨¢n, Constantina y Laguat, en el S¨¢hara. Su principal objetivo fue en un tiempo dar ayuda a una comunidad cat¨®lica formada por m¨¢s de 25.000 fieles, pertenecientes en su mayor¨ªa a la colonia extranjera, hoy diezmada como, consecuencia de la crisis econ¨®mica y de la violencia. Los religiosos viven ahora dedicados enteramente a las obras de caridad y las asistenciales.
Hace poco m¨¢s de un mes, los responsables de una veintena de comunidades cristianas representadas en el pa¨ªs se reunieron en la capital para analizar la situaci¨®n pol¨ªtica y social y examinar su compromiso con Argelia. Acosados por el miedo y la angustia, renovaron su contrato moral con esta sociedad. Las conclusiones de estas jornadas de reflexi¨®n han quedado transcritas en un documento de cuatro p¨¢ginas redactado por el obispo de Or¨¢n, Pierre Claveria, de 45 a?os de edad, en el que asegura que su permanencia en Argelia es un "desaf¨ªo" y la demostraci¨®n de que "los cristianos y musulmanes pueden vivir juntos".
Sus palabras han sido corroboradas desde hace a?os gracias a una inscripci¨®n que un integrista an¨®nimo pint¨® en el muro del arzobispado de Argel, muy cerca de la Embajada espa?ola, en la que se puede leer con claridad en ¨¢rabe: "Argel es tierra de musulm¨¢n". Nadie en este arzobispado ha osado borrar lo pintado, que para ellos constituye "una verdad como un pu?o". "As¨ª debemos aceptarlo admiten en el arzobispado.
En aquellos d¨ªas de reflexi¨®n comunitaria los ¨²nicos incidentes registrados por la comunidad cat¨®lica en Argel fueron la visita del dirigente del Grupo Isl¨¢mico Armado (GIA) al monasterio cisterciense de Tamesguida el d¨ªa de Navidad de 1993 (el l¨ªder guerrillero pidi¨® ayuda para correligionarios heridos) y un altercado sufrido por un sacerdote franc¨¦s, el pasado mes de marzo, cuando impart¨ªa clases en el liceo de Ruiba, a unos 20 kil¨®metros de Argel, y que se salv¨¦ de ser secuestrado por un comando integrista.
Pero todos sab¨ªan ya entonces que el peligro estaba cerca. A estos religiosos les es imposible, por ejemplo, olvidar el a?o 1978 fecha en que el vicario episcopal de Argel, Gaston Jacquier, fue asesinado en pleno casco urbano por el ¨²nico crimen de llevar una cruz colgada en el pecho. O los recientes incidentes acaecidos en la frontera cuando, en pleno mes de agosto, los aduaneros de Argelia trataron de impedir la llegada al pa¨ªs de un lote de 3.000 hostias fabricadas por una comunidad mon¨¢stica asentada en la ciudad marroqu¨ª de Fez.
Pero, a pesar de todo esto nadie, por ahora, ha abandonado sus. puestos. Nadie parece dispuesto a irse de Argelia, incluso despu¨¦s de lo acaecido el domingo por la tarde, cuando un comando integrista irrumpi¨® en la biblioteca de los hermanos maristas en la alcazaba y asesin¨® al sacerdote Henri Verges y a monja Paule H¨¦l¨¨ne Saint Raymont, de la comunidad religiosa asuncionista, de 64 y 67 a?os respectivamente.
A pocos metros del lugar del crimen vive la comunidad espa?ola de las Agustinas Misioneras. Son cinco monjas: Mar¨ªa Consolaci¨®n, Lourdes, Nicolasa y Ester. Son las monjas de Bab El Ued. Todas ellas, menos una octogenaria, trabajan, en un hospital. Hoy recuerdan desoladas a los religiosos muertos con quienes han convivido durante a?os. Esta noche llorar¨¢n y rezar¨¢n por ellos.
-Son tiempos dif¨ªciles -aseguran angustiadas.
-?Y ustedes piensan partir?
-De ninguna manera -contestan con rotundidad.
En el otro extremo de la ciudad, el embajador Javier Conde reflexiona en vano sobre la necesidad de hacer un llamamiento para que los religiosos espa?oles -unas 48 mujeres y 2 hombres- abandonen inmediatamente Argelia. Es consciente de que su mensaje caer¨¢ en el silencio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.