Mayo de carnaval
Reconozc¨¢moslo' de una vez por todas: la comedia de Mayo del 68 no fue m¨¢s que una mascarada de carnaval. El car¨¢cter de ritual puramente escenogr¨¢fico de representaci¨®n de pape.les ante la galer¨ªa era transparente:. se sab¨ªa que se estaba haciendo comedia, que hab¨ªa que dramatizar, escandalosamente para ¨¦pater le bourgeois, y que todo val¨ªa con tal de llamar la atenci¨®n de la prensa, las c¨¢maras audiovisuales y las estupefactas familias. De hecho, si el fascismo y el nazismo inventaron la pol¨ªtica de la radio en los a?os treinta, Mayo del 68, al dramatizar ante, las c¨¢maras el primer carnaval de la. aldea global, invent¨® la- videopol¨ªtica que hoy impera.De ah¨ª la voluntad escandalosa y transgresora de los rituales que se escenificaban, pues se trataba de celebrar la subversi¨®n del vigente orden institucional. Y ello exig¨ªa representar a la manera carnavalesca la inversi¨®n de todos los, papeles, mediante la adopci¨®n de m¨¢scaras rituales que figuradamente los transgred¨ªan. Pero, como en el carnaval, la transgresi¨®n s¨®lo fue ritual y simb¨®lica, es decir, inofensiva y ficticia: pas¨® sin dejar rastro ni modificar el vigente orden social al que fing¨ªa desobedecer.
Todo carnaval es un ritual conservador del orden, a modo de vacuna que inmuniza contra des¨®rdenes mayores, pteparando al paciente pueblo para que acepte de buen grado las represiones de la cuaresma. Pues bien, eso fue Mayo del 68: el suced¨¢neo de transgresi¨®n que, ante la inminente cuaresma laboral, actu¨® de vacuna contra toda tentaci¨®n revolucionaria..
Y es l¨®gico que fuese as¨ª, dada la coyuntura c¨ªclica en que se produjo. Tras toda una larga etapa de crecimiento econ¨®mico y pleno empleo juvenil, Mayo del 68 supuso el rito de paso hacia la nueva cuaresma l¨¢boral de duro recorte salarial y creciente desempleo juvenil que habr¨ªa, de instalarse a partir de, ah¨ª. Por eso al igual que sucede con los carnavales (protagonizados por j¨®venes, obligados ritualmente a desobedecer antes de pasar a someterse como adultos al orden institucional vigente), tambi¨¦n Mayo del 68 represent¨® la parad¨®jica domesticaci¨®n de toda una generaci¨®n presuntamente rebelde que, tras celebrar durante un mes la mascarada de su revoluci¨®n ficticia, corri¨® a integrarse como adulta en todas las instituciones, asumiendo de hecho la responsabilidad de gestionar y conservar intacto el orden capitalista.
En efecto, la generaci¨®n europea que hoy ocupa el poder es la de Mayo del 68, que fue verbalmente revolucionaria en su juventud, pero que luego, tras integrarse como adulta se ha hecho conservadora del orden. Y, encima, esta generaci¨®n pretende alardear de su pasado utopismo juvenil, crey¨¦ndose con derecho a dar lecciones de civismo y compromiso pol¨ªtico a los incr¨¦dulos j¨®venes actuales. ?Qu¨¦ es esto: desfachatez, hipocresla o cinismo? ?Hay q ue reconocer, como hoy sostienen muchos j¨®venes, que lo del 68 fue no s¨®lo un fracaso completo, sino, lo que es peor, una impostora supercher¨ªa?
Sin embargo, esta tesis del fracaso es todav¨ªa demasiado comprensiva o esperanzadora, pues, aunque alienta sentimientos de queja y frustraci¨®n por las ilusiones traicionadas, tambi¨¦n permite una traducci¨®n rom¨¢ntica, como es la derivada de la ambici¨®n esteticista que anima a los defensores de las buenas y bellas causas perdidas: la utop¨ªa de Mayo ser¨ªa preciosa precisamente porque nunca pudo llegar a triunfar. Pues bien, contra esta versi¨®n edulcorada cabe proponer una visi¨®n m¨¢s esc¨¦ptica que, frente a la tesis del fracaso, acepte la hip¨®tesis del ¨¦xito perverso (aunque sea como efecto secundario, subproducto colateral o consecuencia necesariamente lirriprevista). ?Y si Mayo hubiera sido un carnaval no s¨®lo simb¨®lico, sino tambi¨¦n real por sus consecuencias? Hagamos el ejercicio de considerar los, hechos como si el programa m¨¢ximo del 68 se hubiera realizado: ?acaso no puede imaginarse que los j¨®venes actuales han terminado sin querer por hacer realidad los ideales de Mayo?
El movimiento estudiantil y contracultural de los sesenta rechazaba la ense?anza formal como canal meritocr¨¢tico y efitista de integraci¨®n ocupacional. Pues bien, hoy, en efect¨®, se ha masificado tanto la ense?anza superior y el acceso a la cultura formal que estos mecanismos han dejado de ser cauces meritocr¨¢ticos de ascenso e integraci¨®n social, perdiendo su anterior funci¨®n selectiva: la cultura y la universidad ya no proporcionan una posici¨®n desde la que juzgar y evaluar la realidad social, pues s¨®lo son redundantes recreos gratuitos con los que entretienen su ocio los j¨®venes adultos, c¨ªvicamente menores de edad.. La consecuencia es que los j¨®venes. actuales est¨¢n mucho m¨¢s escolarizados, pero eso no los ha hecho m¨¢s ilustres, sino m¨¢s l¨²cidos. Son esc¨¦pticos y racionalistas en vez de ilusos o cr¨¦dulos, y su calculador oportunismo les mueve a ser realistas y pedir lo imposible, pues de hecho, lo consiguen: rechazan el alienante trabajo porque pueden permitirse el lujo de vivir sin trabajar, como perfectos par¨¢sitos racionales (free riders) mantenidos a costa de la familia, que reivindican su derecho personal a. recibir todo a cambio de nada.
?Puede concebirse mayor realizaci¨®n material de los ideales de, Mayo? De hecho, hoy los j¨®venes ya s¨®lo hacen el amor, y no la guerra. Se entregan a la promiscuidad genital considerando el sexo como un juego de ni?os sin consecuencias, completamente desvinculado de todo compromiso interpersonal y sin ninguna responsabilidad familiar. Y por lo que hace a su peculiar civismo, no parecen dispuestos a prestarse a ninguna obligaci¨®n sin que medien claras contrapartidas inmediatas, y aun eso con displicente taca?er¨ªa, pues se creen con derecho a ser desertores con soldada: reivindicando su sueldo gratuito como hijos de familia y participando s¨®lo en lo que les venga en gana.
?C¨®mo ha podido degenerar as¨ª el libertario ideal educativo asumido desde Mayo? Sin duda, no es responsabilidad de los j¨®venes actuales, sino de sus padres: de aquellos protagonistas del 68 que lo llevaron a la pr¨¢ctica. Es aqu¨ª donde m¨¢s debe discutirse la tesis delfracaso; pues si bien, desde luego, los sesentayocheros, al integrarse socialmente como adultos, no hicieron la revoluci¨®n, sino que se dedicaron lucrativamente a conservar el orden vigente, lo cierto es que no por ello dejaron de obedecer en cierta medida al designio oculto de Mayo.
En efecto, de acuerdo al legado de la Ilustraci¨®n, lo propio del movimiento contracultural de los sesenta fue el identificar las instituciones (el poder, el Estado, la religi¨®n, el derecho, la familia, la Academia, etc¨¦tera) con la causa misma de todos los males. Y, por tanto, su programa emancipatorio y liberador pas¨® por tratar de apoderarse de todas esas instit¨²ciones con el fin declarado de subvertirlas, e intentando al menos instrumentarlas, si es que no pod¨ªan ser destruidas. Pues bien, eso fue lo que sucedi¨®: la rebeli¨®n subversiva contra las instituciones fracaso, pero no por ello se detuvo la voluntad de instrumentarlas. una vez ocupadas y parasitadas. El resultado, fracasada la subversi¨®n, ha sido la perversi¨®n institucional: los sesentayocheros, instrunientalinente infiltrados en unas instituciones en las que no cre¨ªan, se han dedicado sistem¨¢ticamente a expropiarlas y saquearlas, reexplot¨¢ndolas en su propio inter¨¦s.
Es el s¨ªndrome de Craxi, que ha extendido por doquier la corrupci¨®n generalizada. La generaci¨®n entera de Mayo del 68, como para ser fiel a su transgresor origen camavalesco, se ha dedicado a pervertir y corromper (con la coartada de querer transgredirlas y subvertirlas) todas las instituciones pol¨ªticas, econ¨®micas y familiares que ha ido colonizando: los partidos pol¨ªticos, las empresas p¨²blicas y privadas, hasta sus propias familias.
Pues, en efecto, la peor corrupci¨®n -generada por los camavaleros del 68 ha sido la practicada con su propia descendencia, a la. que sobornan con permisividad corruptora para no tener que asumir ninguna responsabilidad educativa: y los hijos de Mayo del 68 s¨®lo heredan de sus padres el ejemplo de la corrupci¨®n, dej¨¢ndose sobornar sin excesivas protestas. Pero ?qui¨¦nes son m¨¢s corruptos, los j¨®venes actuales que se dejan sobornar por sus mayores o los ex j¨®venes transgresores del 68, que saquean todas las instituciones mientras fingen que las sirven y respetan?
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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