El centenario de Jean Renoir se celebra con tres pel¨ªculas bajo m¨ªnimos profesionales.
El genio universal del cine franc¨¦s reaparece en una pel¨ªcula del iran¨ª Kiarostami
Jean Renoir, una de las cumbres del cine, o naci¨® en mayo sino en septiembre de 1894, pero aqu¨ª se han adelantado a las celebraciones de su centenario y ofrecen, adem¨¢s de todas sus pel¨ªculas sonoras, una parodia de beatificaci¨®n que aquel hombre agn¨®stico hubiera aceptado s¨®lo en forma de pel¨ªculas herederas de su magisterio. Si se except¨²a A trav¨¦s de los olivos, del iran¨ª Abbas Kiarostami, rodean a esta canonizaci¨®n de Renoir una pel¨ªcula francesa y dos italianas que cuestionan la honestidad de los programadores de Cannes 94.
El estilo de Renoir, capaz de reducir a total estado de sencillez los comportamientos y las situaciones m¨¢s complejas; y de extraer poes¨ªa y pasi¨®n de una aparentemente fr¨ªa mirada documental de la c¨¢mara a la vida tal como discurre, s¨®lo se ha visto aqu¨ª en algunos maravillosos momentos de A trav¨¦s de los olivos, una pel¨ªcula cercana al esp¨ªritu de Renoir que llega del Ir¨¢n, de la vida de los campesinos supervivientes del terremoto que hace unos a?os asol¨® una de las zonas m¨¢s pobres de este pobre pa¨ªs.Su creador se llama Kiarostami y su nombre no dir¨¢ nada a quienes, como los espa?oles, no hemos visto ninguna de sus obras. Sin embargo, aunque carezca de lugar en un mercado de pel¨ªculas que copan todas las de Hollywood a costa de cerrar la puerta a incontables obras de mayor altura que ellas, no deja de ser revelador que el lac¨®nico y hura?o Akira Kurosawa, que s¨®lo habl¨® una vez en su vida bien de un colega -el actor Toshiro Mifune, con quien no se dirige la palabra desde hace 30 a?os- no escatime ahora palabras para proclamar que el ¨²nico cineasta vivo que le interesa es precisamente Kiarostami.
Viendo algunas escenas de A trav¨¦s de los olivos; se entiende que el genial octogenario Kurosawa conserve, como Renoir en sus ¨²ltimos a?os, la frescura y clarividencia de la mirada de un ni?o. Es esta mirada insobornable y no contaminada lo que convierte al cine de Renoir, como al de Kiarostami, en ¨²nico. Y es vergonzoso que aqu¨ª la evocaci¨®n de la ingente obra de este cineasta coincida con la proyecci¨®n casi clandestina de A trav¨¦s de los olivos, mientras las sesiones de gran audiencia estuvieron dedicadas a tres pel¨ªculas que ensucian la memoria de Renoir: Las putas, de Aurelio Grimaldi; Barnabo de las monta?as, de Mario Brenta, ambas italianas, y la francesa Grosse fatigue, de Michel Blanc. Tres engendros de los de verlo y no creerlo: imposible peores.
Las putas es eso: s¨®lo putas, un rosario de estampas seudodocumentales, torpes y ama?adas, sobre los mugrientos ritos del sexo comprado en las aceras de los arrabales de Palermo. El engendro es tal que produce incredulidad su proyecci¨®n y selecci¨®n para este festival. Cosa que no ocurre con Barnabo, pel¨ªcula-nembutal que tumba entre ronquidos al cin¨¦filo m¨¢s empedernido y en la que asistimos a un ejercicio de conversi¨®n de un trepidante cuento de Dino Buzatti en un alarde de morosidad tan dispa7 ratado, que convierte a la lentitud de Michelangelo Ant onioni en la alegr¨ªa de la huerta. Para muestra, un bot¨®n: hay una panor¨¢mica vertical sobre la esfera de un reloj, desde las doce a lasseis, que dura lo que dura el segundero en llegar abajo. Lo que algunos llaman cine moderno y es cine de nunca.
Y el postre: Grosse fatigue, que es un campeonato de autobombo y ombliguismo franc¨¦s de tal magnitud, que ante ¨¦l el superpatriotero Le Pen en un internacionalista desmelenado. La crema de la popularidad cinematogr¨¢fica y televisiva francesa es vista all¨ª en un aut¨¦ntico ¨¦xtasis autocontemplativo, que, s¨®lo rompe el gran Philipe No?ret cuando dice: "El cine franc¨¦s es una mierda", o algo parecido, lo que es una inmejorable definici¨®n de esta monumental aldeanada, con la que se conmemora aqu¨ª el siglo de Renoir, el m¨¢s universal de los cineastas de Francia.
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