Todos lo sabi¨¢n
Todos sab¨ªan desde el primer momento que (como se ha demostrado) bastaba un ultim¨¢tum en serio para detener la matanza, todos lo sab¨ªan y a pesar de eso no hicieron nada. Nada salvo contemplar esta intertninable carnicer¨ªa. Nos escandalizamos de los cr¨ªmenes de la ¨¦poca nazi, pero nada hacemos para detener la masacre de Bosnia.Ahora nos limitamos a determinar de qu¨¦ manera se puede morir. Es la muerte a la carta. Los bosnios no pueden morir en un ataque a¨¦reo pero les puede caer un ob¨²s encima o aplastarles un tanque. Hasta que la sangre se hace demasiado evidente e incomoda lo que queda de nuestras conciencias. Entonces restringimos su muerte a un sencillo disparo de un francotirador que se aburre.
Con un cinismo incre¨ªble se dice que hay que mantener el embargo armas porque ya hay demasiadas en esa zona. Es verdad, pero se omite un peque?o detalle. Casi todas est¨¢n en manos de los serbios, ellos tienen casi todo el arsenal militar del antiguo Ej¨¦rcito yugoslavo.
Los serbios se han lanzado a la limpieza ¨¦tnica, han bombardeado hospitales y objetivos civiles, han incendiado y. arrasado pueblos enteros, violado mujeres
y asesinado ancianos y ni?os, se han burlado de todo y de todos con total impunidad. ?Qui¨¦n los detendr¨¢ cuando prosigan su avance hacia la Gran Serbia?
Y todo esto pasa ante el vergonzoso silencio de la izquierda, que en este pa¨ªs se quej¨® amargamente (y con raz¨®n) de la hip¨®crita pol¨ªtica de no intervenci¨®n que abandon¨® a nuestra Rep¨²blica. Ante el silencio de los intelectuales, con alguna honrosa excepci¨®n como el se?or Goytisolo, que nos acerc¨® al infierno con los Cuadernos de Sarajevo que public¨® en su peri¨®dico-
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