Lisboa celebra a El Bosco y el surrealismo
La exposici¨®n pretende recuperar artistas injustamente olvidados
"El surrealismo se ha convertido en una presencia obsesiva en los ensayos de arte contempor¨¢neos. De golpe, el surrealismo ha aparecido como la gran despensa del edificio de la modernidad" afirma Paulo Pereira, responsable de la muestra titulada Las tentaciones de El Bosco o el eterno retorno. Esta, exposici¨®n, que se enmarca en el conjunto de actos de Lisboa, Capital Europea de la Cultura 94, contribuir¨¢ a esta revalorizaci¨®n, no tanto por su prop¨®sito totalizador ni sumamente nuevo sino por la recuperaci¨®n de figuras injustamente olvidadas.
Ciertamente, el surrealismo art¨ªstico, criticado por "excesivamente literario" por los cr¨ªticos de arte formalistas, especialmente los norteamericanos, est¨¢ ahora siendo objeto de una revisi¨®n historiogr¨¢fica. Sin duda porque hoy, faltos de ideas globales que reinterpreten el mundo, podemos valorar mejor un sistema de pensamiento que introdujo numerosas ideas que se han convertido en verdaderos lugares comunes: la interpretaci¨®n de los sue?os, la importancia de lo irracional, las ins¨®litas asociaciones de im¨¢genes.El hilo conductor de lamuestra es el gran cuadro de El Bosco Las tentaciones de San Antonio, que por s¨ª solo es y ser¨¢ objeto de fascinaci¨®n y de una abundante literatura cr¨ªtica y que se encuentra en el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa. Partiendo de esta obra cr¨ªptica, de un artista al que Bret¨®n calific¨® de "visionario integral", la exposici¨®n se organiza a partir de temas que aparecen en El Bosco y que ser¨¢n constantes del surrealismo: las transfiguraciones del cuerpo, paisaje interior, la memoria de la pintura, el hermetismo y la magia, los juegos de palabras. Y as¨ª, el subt¨ªtulo El eterno retorno se ha de interpretar simplemente como la recurrencia de estos temas en la historia del arte. De ah¨ª que la ex posici¨®n muestre, en sus primeras salas, adem¨¢s de El Bosco y un impresionante Infierno de un autor an¨®nimo portugu¨¦s (li.1514), var¨ªas obras de artistas "queridos" por, los surrealistas: los Archimboldianos, un Mons¨² DesideTio, Blake con su maravillosa Jerusal¨¦n, Goya con El Coloso, procedente de El Prado y con varios Caprichos, el Coup doeil du th¨¦¨¢tre de Besancon de Ledoux, cuyo ojoteatro inspir¨® a Magritte para su Lefaux miroir, un ojo lleno de nubes. 0 bien los ojos flotantes de Odilon Redon, y unos Gustave Moreau cuyo tratamiento formal, a manchas los unos y casi monocromo el otro, resultan totalmente modernos.
Calidad desigual
Del surrealismo en s¨ª mismo, esta exposici¨®n muestra obras de calidad desigual (como las de De Chirico) y otras en las que se hace dif¨ªcil discernir el trazo de uni¨®n con los temas "bosquianos", como sucede con una bella obra maquinista de Jean Crotti, el cu?ado de Duchamp, o un curioso dibujo de Picabia en el que vemos a un crucificado con las palabras surrealismo y comunismo, y a Bret¨®n y Arag¨®n como sus ap¨®stoles. A pesar de todo ello, el conjunto es notable y la rareza de algunas piezas justifica sobradamente su visita.De los grandes del movimiento se?alemos unos bellos frottages de Max Enst, un bello Mir¨® y, sobre todo, cuatro peque?os Magrittes procedentes de la colecci¨®n de Jean Krebs y que son una delicia. En uno de ellos, Verre d'eau ¨¢ la fen¨¦tre, la ventana y el aire que la rodea ha tomado la misma consistencia del agua. Los Matta son espl¨¦ndidos: el muy famoso X-Space and the Ego de 1945 y los dibujos Le d¨¦lit y la Pierre Philisophale. Pero, sobre todo, la exposici¨®n exhibe autores, menos conocidos con obras muy interesantes. De Breton, de quien las gente suele desconocer su faceta art¨ªstica, est¨¢ El azar objetivo, una placa de corcho con una almendra, de id¨¦ntica textura, procedente del Centro Pompidou (y bellamente colocado en una sala de suelo oblicuo ideada por el arquitecto Nuno Mateus); de V¨ªctor Brauner, al que el Beaubourg consagrar¨¢ -finalmente- una retrospectiva, hay cuatro bellas piezas; de Delvaux puede verse un excelente ¨®leo, as¨ª como obras de sus seguidores Marcel Delmotte o Conroy Maddox. Las mujeres surrealistas est¨¢n presentes con un espl¨¦ndido Dorothea Tanning y una inquietante visi¨®n de t¨²mulos de piedras con mariposas gigantes, obra de la artista checa Toyen. De su marido, Styrsky, se nos muestra. un buen collage, mientras del ingl¨¦s Paul Nash, un magn¨ªfico Viajes de 1,2 luna, procedente de la Tate Gallery.
Una revelaci¨®n son las tres obras de Savinio, el hermano de De Chirico, especialmente L'ile des charmes (1928) que preanuncia la est¨¦tica del ¨²ltimo Philip Guston y Le tnatelot (1927), cuyo mar est¨¢ pintado como un Courbet.
Y a¨²n cabe citar a los surrealistas portugueses, no todos de calidad y de obra tard¨ªa, pero en donde descubrimos el innegable inter¨¦s de Da Costa, Vespeira y Azevedo, as¨ª como el de una curiosa obra colectiva (1948) err¨®neamente calificada de Cadavre exquis. En suma, ¨¦sta es, junto a Lisboa subterr¨¢nea y El arte de Apgola, una de las m¨¢s importantes exposiciones de Lisboa, Capital Europea.
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