El Prado, marginado
BAUDELAIRE ESCRIB?A en 1847, refiri¨¦ndose al Louvre, que era "el lugar de Par¨ªs donde se puede hablar mejor: est¨¢ caldeado, uno puede hablar sin aburrirse y, por lo dem¨¢s, es el lugar de cita m¨¢s conveniente para una daina". Nadie escribir¨ªa algo semejante sobre el Prado, porque la pinacoteca antigua m¨¢s importante del mundo no es, precisamente, un lugar en el que las comodidades inviten a pasar horas. La oferta consiste en darse un atrac¨®n de pintura y salir corriendo.Adem¨¢s, parece dificil pensar en esos lujos cuando el Prado se encuentra casi literalmente en peligro de sufrir un naufragio: en los 10.000 metros cuadrados de su cubierta conviven como pueden quince materiales diferentes, entre los que no falta una soluci¨®n tan casera como la cinta aislante. Una techumbre tan segura que durante las pasadas lluvias oto?ales el agua entr¨® sin mayores dificultades y chorre¨® tranquilamente junto a Las meninas, de Vel¨¢zquez.
Esta misma semana, Cultura ha anunciado su intenci¨®n de empezar ¨¢ ocuparse del Prado reparando el tejado. La indiferencia social -s¨®lo un 40% de los visitantes del a?o pasado fueron espa?oles-, unida a la apat¨ªa pol¨ªtica que arrastra el Prado desde hace un siglo, hacen que la pinacoteca madrile?a tenga un presupuesto tan exiguo como el de 2.300 millones de pesetas anuales congelado desde 1986 e inferior al del Museo Reina Sof¨ªa, y que cuente ¨²nicamente con tres conservadores jefes por oposici¨®n frente a los 100 del Metropolitan de Nueva York o los 70 del Louvre.
La gran ampliaci¨®n del Museo del Louvre -la comparaci¨®n obvia- ha servido para que ganara 30.000 metros-cuadrados de exposici¨®n adicionales, adem¨¢s de un inmenso complejo comercial, el Carrusel, en el que hay tiendas, restaurantes y un centro de congresos y exposiciones. Ya no se trata de esgrimir el dicurso voluntarista del amor al arte. Una operaci¨®n de este tipo es, b¨¢sicamente, una operaci¨®n econ¨®mica. Los escasos dos millones de visitantes que peregrinan hasta el Prado podr¨ªan duplicarse si la oferta art¨ªstica existente en la zona -la pinacoteca, la colecci¨®n Tyssen, el Centro Reina Sof¨ªa- confluyera con una de tipo tur¨ªstico.
El Museo del Prado debe desprenderse de la pegajosa e inmovilista dependencia del Ejecutivo y convertirse en un organismo aut¨®nomo, dirigido por expertos y dotado de un presupuesto y una plantilla que no nos haga avergonzar. Por una vez, la decisi¨®n de empezar las obras por el tejado parece ser la correcta, porque mientras los tesoros que cobija no est¨¦n a salvo de las inclemencias del tiempo no vale la pena ni hablar de otras cosas. Pero una vez que desaparezcan las goteras, hay que emprender una reestructuraci¨®n total del Museo del Prado.
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