Duelo en las letras iberoamericanas
La muerte de un gran creador produce siempre en el ¨¢mbito de la cultura, donde sus obras fueron creadas una sensaci¨®n de p¨¦rdida irreparable, como si de pronto una de sus fuentes nutricias hubiese dejado de manar. Esto acontece en las letras ibero americanas de ficci¨®n con la muerte f¨ªsica de Juan Carlos Onetti, el escritor uruguayo de dimensi¨®n universal. La grandeza y calidad excepcional de su obra, la originalidad de su universo narrativo, el pulso delicado pero poderoso y alucinante de su estilo, la densidad de su visi¨®n del mundo y de la vida, el implacable y por momentos sombr¨ªo bucear de la condici¨®n humana hasta sus m¨¢s extremos l¨ªmites, hicieron de Onetti un escritor at¨ªpico y singular en el tumultuoso y ca¨®tico escenario latinoamericano del cuento y la novela dominado a¨²n por el realismo naturalista, por el relente de segunda mano de lo folcl¨®rico o por el fragor de la historia.
Lejos de lo que se dio en llamar lo real maravilloso y otras etiquetas y f¨®rmulas no menos convencionales, Onetti irrumpi¨® en este escenario pujante, pero primario, del inicial barroco latinoamericano, como un precursor cuyo genio -al igual que ¨¦l de sus pares en la producci¨®n po¨¦tica- iba a cambiar y transformar la historia de la literatura de ficci¨®n en esta parte del mundo.
A Onetti no le sedujeron particularmente las reverberaciones de lo real maravilloso en la naturaleza, en los arquetipos, en las escenas ingenuamente fe¨¦ricas del mundo americano. Entr¨® de lleno en la maravilla oscura y demoniaca de la condici¨®n humana, de las ciudades nacientes, de los pueblos m¨ªticos inventados por ¨¦l.
Onetti concibi¨® una realidad otra, su propia realidad, precisamente all¨ª donde parec¨ªa no haberla. La concibi¨® con humor, con sentido tr¨¢gico, con la misma desesperaci¨®n tranquila de Dostoievski o de Kafka, con la delicadeza, la ternura y la ferocidad de Melville o de Faulkner, en una tonalidad que no pod¨ªa ser sino la del torturado parco y sin embargo jovial y siempre generoso Onetti. Sus obras ilustraron con la ilusi¨®n de un milagro el aforismo de Hugo: la forma no es m¨¢s que el fondo que remonta a la superficie.
A lo largo de m¨¢s de medio siglo, desde su liminar y ya lejano El pozo (1939) hasta sus ¨²ltimos cuentos y novelas, en la sucesi¨®n de una saga de obras admirables, verdaderas obras maestras de un genio de nuestro tiempo, Onetti deja al partir en su ¨²ltimo viaje hacia el hades, un legado de valor incalculable.
?sta es la deuda que hemos contra¨ªdo con ¨¦l para siempre. Esta es la tristeza que padecemos sus lectores, sus disc¨ªpulos, sus amigos. ?ste es el duelo que ensombrece las letras iberoamericanas, a partir del cual s¨®lo es posible seguir trabajando con mayor ah¨ªnco a¨²n los escritores de Espa?a y de Am¨¦rica unidos en la cultura y en la lengua comunes que Onetti exalt¨® con su amor y con su trabajo.
Babelia
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