El Europarlamento busca credibilidad
Maastricht y el desembarco de nuevos diputados brindan a la Euroc¨¢mara la oportunidad de restaurar su autoridad
"Perro ladrador, poco mordedor". El refr¨¢n parece hecho a medida para el Parlamento Europeo (PE). Para ampliar en enero la Uni¨®n Europea (UE) a cuatro nuevos miembros era indispensable la luz verde del Europarlamento. En los tres ¨²ltimos a?os, la Asamblea de Estrasburgo hab¨ªa, sin embargo, votado nada menos que siete resoluciones, la ¨²ltima tiene fecha del 9 de febrero, exigiendo ahondar la UE antes de ensancharla con nuevos socios. Solicitaba, adem¨¢s, participar en pie de igualdad con la Comisi¨®n Europea en la conferencia intergubernamental que en 1996 reformar¨¢ las instituciones comunitarias.Los Gobiernos de los Doce no le hicieron caso. Peor a¨²n, alcanzaron el 27 de marzo en loanina (Grecia) un compromiso sobre las minor¨ªas de bloqueo en el Consejo de Ministros comunitario que dificultar¨¢ la toma de decisiones cuando la Uni¨®n cuente con 15 o 16 integrantes.
Las reacciones indignadas del PE no se hicieron esperar. "En la mente de los miembros del Consejo de Ministros, el Parlamento no existe", lamentaba Claude Cheysson, eurodiputado y ex ministro de Asuntos Exteriores franc¨¦s. En tono m¨¢s amenazante, su compatriota Jean Pierre Cot, presidente del Grupo Socialista, aseguraba que "no hay posibilidad alguna de que una soluci¨®n tan ambigua sea endosada por el Parlamento".
Adem¨¢s, se comentaba en marzo en los pasillos del hemicicl9 que cerca de la mitad de los diputados no volver¨¢n a ocupar su esca?o tras las elecciones de junio, y no tienen raz¨®n alguna para despedirse haciendo a sus respectivos Gobiernos el favor de dar su visto bueno a la ampliaci¨®n.
Los Gobiernos de los Doce -el canciller alem¨¢n, Helmut Kohl, llam¨® por tel¨¦fono a algunos diputados influyentes-, los presidentes de grupos parlamentarios, y los ministros de los pa¨ªses candidatos se movilizaron entonces para hacer cambiar de opini¨®n al grueso de la Asamblea.
El incipiente ¨®rgano legislativo europeo se comport¨® una vez m¨¢s como "un tigre de papel", seg¨²n la expresi¨®n del diputado ecologista belga Paul Lannoye. El 4 de mayo aprob¨® finalmente por mayor¨ªa absoluta la ampliaci¨®n. Antes hab¨ªa obtenido la vaga promesa de estar asociado a la revisi¨®n del Tratado de Maastricht en 1996.
Para aquellos que siguen de cerca la actividad parlamentaria, lo sucedido no fue una sorpresa. El mes anterior, la Asamblea de Estrasburgo no hab¨ªa podido, por ejemplo, estrenar uno de los nuevos poderes que le otorga Maastricht, y rechazar una decisi¨®n del Consejo prohibiendo las motos con m¨¢s de cien caballos de potencia... porque no hab¨ªa qu¨®rum en el hemiciclo.
A veces la falta de qu¨®rum raya con el incidente diplom¨¢tico. Para hacer creer al jefe de Estado de Bangladesh que le escuchaba un nutrido auditorio, Enrique Bar¨®n, entonces presidente de la Euroc¨¢mara, mand¨® sentar frente al ilustre hu¨¦sped a todo su gabinete y a los ujieres que encontr¨® a mano. En realidad, s¨®lo dos de sus oyentes eran eurodiputados.
Con su masivo absentismo, a pesar de que las sesiones plenarias s¨®lo duran 58 d¨ªas al a?o, las triqui?uelas de sus diputados para sacar el m¨¢ximo partido de sus dietas, las reuniones de varias de sus 19 comisiones en lugares paradisiacos a veces alejados de Europa, el Europarlamento se ha labrado a pulso una reputaci¨®n de frivolidad.
Este a?o la ha consolidado un poco m¨¢s rechazando la oferta del presidente norteamericano, Bill Clinton, para dirigirse al pleno el domingo 9 de enero. El presidente del Partido Popular Europeo (democristiano), el belga Leo Tindemans, declin¨® el ofrecimiento argumentando ante el embajador de EE UU que supondr¨ªa sacrificar "el d¨ªa del Se?or", mientras la socialista belga Raymonde Dury explicaba, por su parte, en una carta que su vida familiar le imped¨ªa desplazarse a Estrasburgo en esas fechas. Suger¨ªa que el ilustre hu¨¦sped pronunciase su discurso ante el hemiciclo en Bruselas. La pelea franco-belga por quedarse con la sede parlamentaria estaba latente.
Estuvo a punto de reincidir ese mismo mes, pero al final rectific¨®. Deseoso de recuperar algo de credibilidad, cancel¨® en el ¨²ltimo momento un debate sobre los objetos volantes no identificados (ovnis) que introduc¨ªa un informe del socialista italiano Tulio Regge. Tras la discusi¨®n estaba previsto votar una resoluci¨®n instando a la creaci¨®n de un euroobservatorio de los ovnis.
En este caso no hizo el rid¨ªculo, pero los archivos del PE est¨¢n repletos de textos aprobados por el pleno sobre los temas m¨¢s variopintos, desde la denuncia de las matanzas de elefantes en ?frica hasta los derechos de las minor¨ªas en alguna rep¨²blica asi¨¢tica, sobre los que carece por completo de competencias, y ni siquiera sus resoluciones tienen valor testimonial porque pasan inadvertidas para los medios de comunicaci¨®n y los Gobiernos.
Tal actitud pod¨ªa a duras penas comprenderse por parte de un Europarlamento que desde su elecci¨®n por sufragio universal, en 1979, y hasta la aplicaci¨®n del Acta ¨²nica, a mediados de 1987, s¨®lo estaba facultado para modificar los gastos no obligatorios del presupuesto comunitario. Desde hace siete anos y, sobre todo, desde la entrada en vigor de Maastricht, en noviembre pasado, el Consejo de Ministros ha dejado, sin embargo, de ostentar el monopolio del poder legislativo en la UE, y la Comisi¨®n Europea el derecho de iniciativa.
Mediante un complicad¨ªsimo proceso de codecisi¨®n, el PE puede ahora adoptar actos comunitarios legislativos conjuntamente con el Consejo de Ministros en 14 ¨¢mbitos diferentes, que abarcan desde el medio ambiente hasta la libre circulaci¨®n de trabajadores, y a los que se a?adir¨¢n en 1996 otros aspectos de la actividad comunitaria. Cabe, sin embargo, matizar que buena parte de la tarea legislativa qued¨® concluida en 1992 para poder estrenar al a?o siguiente el mercado ¨²nico europeo.
La iniciativa legislativa deja de ser prerrogativa de la Comisi¨®n porque Maastricht autoriza a la Asamblea de Estrasburgo a solicitar al ¨®rgano gestor que elabore propuestas para desarrollar el tratado. La Comisi¨®n de Bruselas puede, no obstante, hacer caso omiso de la petici¨®n sin que el PE pueda sancionarla por ello.
De ah¨ª que a corto plazo la mejor ilustraci¨®n de la autoridad reforzada del Europarlamento sea, probablemente, su participaci¨®n en el proceso de designaci¨®n del nuevo presidente de la Comisi¨®n, que, junto con 20 de sus comisarios, deber¨¢ someterse en enero a la investidura de la C¨¢mara. Hasta ahora s¨®lo pod¨ªa censurarla, pero no darle un voto de confianza.
En un intento por asentar m¨¢s esta disposici¨®n del tratado, los eurodiputados acordaron antes de que concluyese la actual legislatura que no inscribir¨ªan la investidura en la agenda del pleno hasta que todos los comisarios in p¨¦ctore, no comparezcan ante sus correspondientes comisiones parlamentarias. La iniciativa, que recuerda a los hearings del Senado norteamericano, obligar¨¢ a los Estados miembros, para que la nueva Comisi¨®n pueda empezar a funcionar en enero, a designarla como tarde a mediados del oto?o. "A menos que la Euroc¨¢mara no se achante una vez m¨¢s... y renuncie a sus pretensiones", ironiza un eurodiputado.
El desembarco en julio en el hemiciclo de hasta un 50% de nuevos diputados, junto con la llegada en 1995 de parlamentarios procedentes de cuatro pa¨ªses con fuertes tradiciones democr¨¢ticas, contribuir¨¢ a renovar algo los usos y costumbres de la Asamblea. De su habilidad en convertir el poder de veto que posee en un instrumento para influenciar la legislaci¨®n en gestaci¨®n depender¨¢ en buena medida, m¨¢s que del papel que le otorga el tratado, el aut¨¦ntico peso del PE en las instituciones europeas.
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