Nada
N¨²?ez / Camino, Caballero, Madrile?oCuatro toros de Carlos N¨²?ez (dos fueron rechazados en el reconocimiento), con trap¨ªo, flojos, con casta; dos de Hermanos Astolfi, con trap¨ªo, 4? inv¨¢lido, 6? manso. Rafael Camino: estocada atravesada y cuatro descabellos (silencio); estocada trasera ladeada, rueda de peones y descabello (silencio). Manuel Caballero: media estocada baja (silencio); cuatro pinchazos -aviso con retraso- y dos descabnellos (pitos). El Madrile?o: dos pinchazos, media, rueda de peones, pinchazo -aviso-, otra rueda de peones y descabello (silencio); aviso antes de entrar a matar, pinchazo hondo ca¨ªdo, media ladeada y descabello (silencio).
Plaza de Las Ventas, 3 de junio. 21? corrida de feria. Lleno.
JOAQU?N VIDAL
Ocurri¨® lo que el p¨²blico de la feria hab¨ªa previsto: nada. O sea, que no hubo sorpresas ni para lo bueno ni para lo malo. Los augures y los previsores del porvenir hab¨ªan sentenciado esta corrida como la m¨¢s insustancial del abono y as¨ª sucedi¨®. Se quita la casta de algunos toros, se quita la disposici¨®n final de El Madrileno, para sacar una faena que no cuajo se quita un puyazo de Germ¨¢n Gonz¨¢lez, se quita que hubo una docena de hombres arriesgando en el ruedo m¨¢s o menos, y queda de resto un solemne aburrimiento.
La novedad fue que no devolvieron ning¨²n toro al corral. No por falta de protestas, pues la mayor¨ªa de ellos presentaron s¨ªntomas de invalidez, algunos permanente -y no pararon de caerse hasta la hora final-, otros transitoria -y tras pegar unos tumbos jacarandosos embistieron encastaditos tanto cuanto les dur¨® la aperreada vida- y la afici¨®n no estaba dispuesta a tolerar semejante afrenta. Principalmente despu¨¦s de lo sucedido el d¨ªa anterior: diez toros uno detr¨¢s de otro agarrados a la farola del mar o revolcando sus miserias del cuerpo por el redondel.
Luego a la afici¨®n se le pasaba el disgusto u optaba por sufrirlo en silencio, seg¨²n el temperamento de cada cual. Hasta hubo quien se durmi¨®. Y no era para menos porque el discurrir de la lidia carec¨ªa de inter¨¦s, salvo raras excepciones. Una de ellas, el picador Gonz¨¢lez, que pic¨® por derecho al tercer toro, sin taparle la salida ni nada, y adem¨¢s marc¨® en lo alto el primer puyazo Los del tendido 7 quer¨ªan bajar a darle un beso en la boca y si no lo hicieron fue porque lo prohibe el reglamento. Es la tercera vez en la vida que han de contener las afectivas efusiones que les inspiran estas ins¨®litas proezas varilargueras. Otra excepci¨®n la marc¨® El Madrile?o, resuelto a sacarle faena al sexto toro, un ejemplar de mucho respeto, largo como un tren, cornal¨®n delantero y astifino.
Ahora bien, si el esp¨ªritu estaba presto la carne era d¨¦bil, y El Madrile?o no cuaj¨® la faena prometida. Citaba a distancia, dej¨¢ndose ver, mas llegado el toro no reun¨ªa la suerte y abreviaba el muletazo. Algunas veces relajaba la figura y dibujaba el pase desde la verticalidad solemne que demanda el toreo llamado de sentimiento seg¨²n versi¨®n Paula, recientemente corregida y aumentada por Julio Aparicio.
Gran parte de los toreros con vocaci¨®n art¨ªstica padecen el s¨ªndrome Aparicio o el s¨ªndrome Paula, y pues lo ¨²nico que consiguen es copiar lo accesorio de ambos diestros, acaban convirti¨¦ndose en su caricatura. El p¨²blico no tom¨® en consideraci¨®n estas invocaciones de El Madrile?o a las musas y hubiese preferido que embarcara hondos los muchos pases que instrument¨® en aquella faena venida a menos.
La casta del tercer toro le desbord¨® a El Madrile?o en todos los frentes. No es como para rasgarse las vestiduras, si bien se mira: algo parecido les sucedi¨® a sus compa?eros de terna y es muy probable que medio escalaf¨®n arriba no lo hubiera hecho mejor. ?La casta ... ! Eso es, precisamente, lo que m¨¢s preocupa a los toreros. Un toro de casta es, en realidad, un animal fiero. He aqu¨ª la caracter¨ªstica esencial del toro de lidia antes de que lo adulteraran con, sangre de burra y le dieran papelina. Acude al enga?o el toro de lidia purasangre y ya puede ser el m¨¢s noble del mundo que si el torero no lo para-templa-manda cargando la suerte, puede llev¨¢rselo por delante.
El toreo con un toro de casta es aguantar y mandar; algo a lo que tampoco parec¨ªan estar dispuestos ni Rafael Camino ni Manuel Caballero. Ambos intentaron derechazos y naturales, muy insistentemente Caballero el natural en el quinto de la tarde, aunque sin confianza ni quietud. Es verdad que corr¨ªan riesgo y pon¨ªan los medios para que el toro no les cogiera (una actitud muy humana, por cierto), pero nadie ha dicho que el toreo haya de ser un seguro de vida.
Tan enteros como salieron por la puerta de cuadrillas volvieron a entrar los tres diestros, muy de enhorabuena si ese era su prop¨®sito. Y, de paso, se marcharon tambi¨¦n con el mismo cartel que tra¨ªan; es decir, ninguno.
Babelia
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