Los te¨®logos africanos se rebelan contra el s¨ªnodo romano y piden un concilio en su tierra
Los cat¨®licos del continente exigen una enc¨ªclica contra la venta de armas a sus pa¨ªses
S¨ªnodo de la Iglesia Africana, que se ha clausurado el pasado mes de mayo en Roma, ha dejado un cierto sabor amargo de boca en los te¨®logos africanos, quienes con un documento conjunto piden ahora la celebraci¨®n de un concilio en ?frica. A los te¨®logos les ha dolido el escaso eco que ha tenido el reciente s¨ªnodo. "?Qu¨¦ hubiera pasado si en vez d¨¦ ser 200 obispos africanos se hubiesen reunido para debatir sus problemas en Roma otros tantos obispos norteamericanos?" se preguntaba uno de ellos. Al mismo tiempo que constataron que los temas m¨¢s africanos hab¨ªan quedado arrinconados.
Por ello, nada m¨¢s acabar el s¨ªnodo, los te¨®logos que hab¨ªan participado en ¨¦l redactaron un cr¨ªtico documento. Su presencia en el s¨ªnodo de Roma no hab¨ªa sido vista con buenos ojos y el documento redactado empieza recordando con finura a los obispos que s¨ªnodo (sin-hodos) en griego singifica caminar juntos. No critican directamente al s¨ªnodo, pero piden ahora un concilio "que exprese m¨¢s claramente nuestra identidad africana y que tenga poder decisional, cosa de la que carece el s¨ªnodo.Los te¨®logos africanos quieren un concilio, celebrado no a la sombra de la c¨²pula de San Pedro, sino como los que se celebraban, en ?frica, durante los siete primeros siglos del crist¨ªanismo, con san Agust¨ªn y san Cipriano.
En contraste con el episcopado africano, m¨¢s bien conservador y poco inclinado -al contrario del suramericano- a empe?arse en la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, estos te¨®logos africanos denuncian "el estado de miseria que desfigura y deshumaniza a todo el continente", donde, escriben, "la pobreza material, cultural y espiritual est¨¢ adquiriendo un peso insoportable, subhumano, que es la negaci¨®n misma del evangelio". Piden que el Papa, con el peso y autoridad de una enc¨ªclica, condene el tr¨¢fico de armas en ?frica y que se pronuncie a favor de la cancelaci¨®n de la deuda externa.
Evangelio en Ruanda
El documento pone en guardia contra el drama del sida, con ocho millones de afectados; contra las guerras, activas en 20 pa¨ªses del continente; contra el drama de los ocho millones de refugiados sin patria; contra el exclusivismo del poder clerical respecto al laicado y el de la masculinidad frente a las exigencias de la mujer en la Iglesia africana.
Estos te¨®logos, junto con soci¨®logos y psic¨®logos africanos, han subrayado durante el s¨ªnodo que el drama que en aquellos mismos d¨ªas se estaba consumando en Ruanda ofrec¨ªa materia de profundo examen de conciencia para la Iglesia, ya que Ruanda es uno de los pa¨ªses de ?frica m¨¢s masivamente cat¨®lico con un 80% de fieles creyentes. La pregunta era: ?C¨®mo les hemos ense?ado la fuerza liberadora del evangelio? ?Para qu¨¦ les ha servido nuestra evangelizaci¨®n?
Las iglesias cristianas, junto con el islamismo, crecen en ?frica actualmente con un ritmo mayor que en todo el resto del mundo. En efecto, en 1960, los cat¨®licos eran 24 millones; los obispos, 40; los sacerdotes, 2.000; los seminaristas, 1.900; los religiosos, religiosas y catequistas, pr¨¢cticamente ninguno. En 1990, el crecimiento de las cifras es ya espectacular. Los musulmanes alcanzaban para aquel a?o los 250 millones; los protestantes sumaban 200 y los cat¨®licos eran ya 80 millones de personas respartidas en los m¨¢s de cincuenta pa¨ªses del continente.
La cifra de los cat¨®licos se desmenuzaba en 1990 de la siguiente manera: hab¨ªa 400 obispos, catorce cardenales, 20.000 (la mitad africanos) sacerdotes, 42.000 (23.000 africanas) religiosas; 15.000 seminaristas mayores y 260.000 catequistas.
Se calcula que en el a?o 2000 los cat¨®licos ser¨¢n ya 200 millones; los cristianos, 300; los musulmanes, sin embargo, se habr¨¢n reducido un poco hasta los 200 millones, y las religiones tradicionales tendr¨¢n 100 millones de adeptos. Y se calcula tambi¨¦n que para entonces todo el clero cat¨®lico ser¨¢ ya nativo.
Muchos te¨®logos comparan la labor del catolicismo con la m¨¢s abierta, social y pol¨ªticamente, de las iglesias cristianas de Sur¨¢frica.
Las cifras del desencanto
En 1989, Juan Pablo II, durante uno de sus viajes a ?frica, habl¨® de celebrar un concilio en aquellas tierras. Pero al final decidi¨® que se celebrarla s¨®lo un s¨ªnodo y en Roma.Al parecer, los cardenales de la Curia y hasta algunos africanos m¨¢s conservadores, alertaron al Papa sobre tres problemas que podr¨ªan surgir con un Concilio celebrado en ?frica: la atracci¨®n de muchos cat¨®licos africanos por la tradici¨®n de la Iglesia oriental, m¨¢s cercana al alma africana que la euroccidental; la posible tentaci¨®n de que se pudiera pedir la vuelta a un Patriarcado Oriental Africano, como exist¨ªan en los primeros siglos del cristianismo; las pocas preocupaciones de los africanos por la ruptura de los cristianos tras la reforma protestante, ya que en ?frica existen m¨¢s protestantes que cat¨®licos y la actitud cr¨ªtica de la Iglesia africana frente a los problemas del sexo y del celibato obligatorio.
Para un africano un hombre sin hijos cuenta poco. De hecho, el secretario de un cardenal africano, un sacerdote espa?ol, cuando iba de vacaciones a su pueblo le daban regalos "para sus hijos" pues no pod¨ªan creerse que no los tuviera. Sin descontar una cierta simpat¨ªa de los mismos cristianos hacia la poligamia, sobre todo si el marido cuida bien de sus diversas mujeres, un problema que inclina a muchos africanos a preferir el islamismo al cristianismo.
Para evitar todo esto, el documento de debate que se prepar¨® para el s¨ªnodo qued¨® deslavazado y no tuvo en cuenta el material presentado por las diversas comunidades africanas Se citaba s¨®lo cinco veces el Simposium de las Conferencias Episcopales Africanas, mientras que el resto de las 171 eran del concilio o de discursos del papa Wojtyla. A ?frica se refer¨ªan s¨®lo 15 citas y s¨®lo 8 referentes a las comunidades de base, muy vivas all¨ª. Por ¨²ltimo, en el documento final del s¨ªnodo no se habla del colonialismo, ni de la esclavitud y casi nada sobre los problemas de la justicia y de la paz, sobre los que' existen 46 declaraciones de conferencias episcopales africanas sobre urbanismo, refugiados y emigraci¨®n.
Ya nadie les llama paganos
Anta?o se llamaban religiones animistas, fetichistas o simplemente paganas. Los misioneros las consideraban condenables, e intentaban convertir a sus seguidores a las religiones importadas de Occidente: catolicismo, protestantismo o islamismo. Hasta que Pablo VI, el primer papa que puso pie en Africa, lanzara desde Uganda, aquel grito liberador: "Para ser cristianos no hace falta renunciar a ser africano".Pero ser africano significa -como explican hoy muy bien te¨®logos, soci¨®logos y psic¨®logos de aquel continente- no renunciar a las creencias de los antepasados, a sus ritos, a su espiritualidad, es decir, a lo que nosotros llam¨¢bamos paganismo y que hoy se llaman religiones tradicionales o africanas. Es algo que se identifica con la propia cultura africana, invadida por los esp¨ªritus que pueblan los bosques, los r¨ªos y los mares. Es la creencia viva y profunda en los ancestros, en los adivinos, en los curanderos, en el esp¨ªritu del clan, en la comunidad, en la fertilidad.
Cuando D¨ªonisio Segura, de los Padres Blancos, tras haberse doctorado en teolog¨ªa y filosof¨ªa en Roma, se fue a ense?ar a un seminario en Burkina Faso en 1954, cre¨ªa -como ha contado, a El PA?S- "saberlo todo". Pero cuando tom¨® contacto con la realidad africana, con la decisi¨®n de convertir a aquellos paganos, enseguida se pregunt¨®: "?Convertirlos a qu¨¦?". Entendi¨® pronto que en realidad lo que intentaba era imponer la mentalidad occidental a una cultura de la que ten¨ªa tanto que aprender, "al igual que ellos pod¨ªan aprender tambi¨¦n de la m¨ªa".
Ritos impregnados
Hoy reconoce que las cosas han cambiado profundamente. Que ya ning¨²n misionero se atreve a considerar paganismo la religiosidad africana, la cual est¨¢ incluso impreganando hasta de sus ritos al mismo cristianismo. Baste pensar que durante el pasado s¨ªnodo africano, el papa Wojtyla autoriz¨®, en el mism¨ªsimo San Pedro, en el altar de la Confesi¨®n, una misa con la liturgia zaire?a, bailada y animada por cantos de diferentes pa¨ªses africanos. La misma misa a la que ¨¦l se hab¨ªa negado a asistir en su ¨²ltimo viaje al Zaire a pesar de hab¨¦rselo pedido con insistencia el cardenal Malula.
Y es que la Iglesia empieza a darse cuenta de que un africano, aun cuando abraza una religi¨®n importada de Occidente, en su coraz¨®n sigue siendo pagano, es decir, manteniendo sus tradiciones religiosas. Como ha afirmado el soci¨®logo y antrop¨®logo Joseph-Mukassa Som¨¦, de Abiy¨¢n: "No cabe duda de que, desde un punto de vista sociol¨®gico, el proceso de secularizaci¨®n no ha sido capaz de barrer, en ?frica, la religi¨®n ni lo sagrado, que sigue m¨¢s vivo que en cualquier otro continente".
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