Un toro de casta brava
Sali¨® un toro de casta brava a eso de las siete y media de la tarde, y eran las tantas de la madrugada cuando a¨²n discut¨ªa la afici¨®n si mereci¨® la vuelta al ruedo que le dieron las mulillas con todos los honores, bajo una cerrada ovaci¨®n del p¨²blico puesto en pie. A ese toro, C¨¦sar Rinc¨®n le hab¨ªa cortado una oreja, cuyos merecimientos asimismo se discut¨ªan de madrugada, aunque el toro le peg¨® previamente un volteret¨®n al torero en justa correspondencia, dej¨¢ndolo herido, maltrecho y sin posibilidad de continuar la lidia.Un toro de casta brava: ?menudo acontecimiento! Un toro de casta brava como el que salt¨® al ruedo vente?o a eso de las siete y media de la tarde, es la sensaci¨®n, el acabose, un valor del que apenas quedaba memoria, un tesoro recuperado de lo rec¨®ndito, un vendaval de sensaciones llegado de la noche de los tiempos. Embestir el toro de casta brava tan pronto plant¨® su pezu?a en el redondel, y ya vibraba la plaza entera, reviviendo aquel estremecimiento singular y aquella emoci¨®n intensa que conformaban el ambiente habitual de las corridas de toros en todas las ¨¦pocas, creando una afici¨®n numerosa, fiel y apasionada por esta fiesta exclusiva llamada del arte y del valor.
Ib¨¢n / Mu?oz, Rinc¨®n, Mora
Cuatro toros de Baltasar Ib¨¢n (dos fueron rechazados en el reconocimiento), con trap¨ªo y encastados. 2? premiado con vuelta al ruedo. 5? y 6? de Victoriano del R¨ªo, bien presentados, flojos, boyantes. Emilio Mu?oz: pinchazo hondo ca¨ªdo y descabello (silencio); dos pinchazos descaradamente bajos, estocada corta ca¨ªda y descabello (algunos pitos); bajonazo descarado (pitos). C¨¦sar Rinc¨®n: aviso antes de matar, pinchazo y estocada saliendo volteado (oreja). Juan Mora: estocada corta atravesada baja (silencio); bajonazo descarado (silencio). Enfermer¨ªa: asistido Rinc¨®n de herida en una mano, pron¨®stico menos grave. Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 25a corrida de feria. Lleno.
El toro de casta necesitaba, naturalmente, un torero en plaza, y lo hubo en la corrida ferial. Fue C¨¦sar Rinc¨®n, que le present¨® pelea con el ardor y la entrega propios de un novillero principiante. Tiene m¨¦rito: quien ha cimentado fama y fortuna y est¨¢ catalogado figura indiscutible del toreo, peleando corajudo con el toro de casta ind¨®mita, afan¨¢ndose en la cercan¨ªa de sus pitones, intentando embarcarlo en la muleta del arte con serio riesgo de cogida, trastabillando cuando la fiera codicia del toro desbordaba el arte, la muleta y hasta el artista muletero.
Tiene m¨¦rito la entrega novilleril del diestro maduro. Aunque cab¨ªa esperar tambi¨¦n de su oficio, de su experiencia y de su condici¨®n de figura del toreo, que poseyera la serenidad y los recursos suficientes para ordenar, encauzar, dominar aquel torrente de embestidas. Y ah¨ª es donde fall¨® C¨¦sar Rinc¨®n pues, pese a su valent¨ªa y pundonor, se vio superado por el toro en todas las series, en todos los pases y en todos los frentes. Sencillamente, no pudo con ¨¦l. S¨®lo la suprema entrega en la estocada entrando a toma y daca, que le cost¨® una voleteret¨®n y luego un terrible menudeo de pitonazos, le redimi¨® de sus anteriores limitaciones y fatigas, y valid¨® el premio de la oreja, que le fue concedido a petici¨®n mayoritaria de un p¨²blico conmocionado por los desgarradores lances que acababa de presenciar.
Al toro de casta se le di¨® la vuelta al ruedo en medio de un clamor. Ahora bien, ?fue bravo en realidad? Nunca se podr¨¢ saber, desde luego, pues ya est¨¢ muerto y seguramente comido en estofado. Pero la duda permanece y eso es lo que discut¨ªan acaloradamente los aficionados a¨²n de madrugada, sin llegar a ning¨²n acuerdo. Porque la bravura del toro se mide en el tercio de varas, y este se cerr¨® incompleto. El picador tap¨® la salida del toro en el primer puyazo; el segundo consisti¨® en una picotazo leve y el tercero ni existi¨®, ya que el presidente se apresur¨® a cambiar el tercio, dejando en el aire la inc¨®gnita del toro y su bravura.
Reacci¨®n al castigo
Cierto que el toro estuvo recargando fijo sobre el peto varios minutos sin atender a los quites, mas el picador no picaba y el celo embestidor carec¨ªa de la medida que ¨²nicamente puede dar su reacci¨®n al castigo. Dos varas, adem¨¢s, no bastan para probar la bravura. Muchos toros se han visto recargar entregados en los dos primeros puyazos y, en cambio, al sentir el tercero, cantaban la gallina, escapaban despavoridos a la querencia de chiqueros.
No se dice que el toro encastado de Ib¨¢n se hubiera comportado as¨ª, ni mucho menos, e incluso su comportamiento posterior permite suponerle una bravura excepcional. Pero como no se le pic¨® por derecho, ni recibi¨® las varas en regla, ya todo pertenece al terreno de la hip¨®tesis.
O sea, la cuadratura del c¨ªrculo. La afici¨®n pas¨® la noche en vela resolviendo problemas de trigonometr¨ªa con este proceloso asunto de la bravura del segundo toro de Ib¨¢n y su trascendencia inmanente cabe la brumosa inmensidad del pi¨¦lago que le vali¨® el premio de la vuelta al ruedo, y m¨¢s valdr¨¢ dejarlo para no sumirse en la discusi¨®n interminable y acabar cazando moscas. Da m¨¢s gusto la vida cuando ¨²nicamente exige distinguir entre verano e invierno, sol y lluvia, noche y d¨ªa, blanco y negro; dulce o amargo, bueno o malo, en definitiva.
Y as¨ª, otras facetas de la corrida, lo aficionados no necesitaron someterlas a discusi¨®n, ni nada. ?Emilio Mu?oz? No me hable. ?Juan Mora? No me diga. Invierno, lluvia, noche, negro, amargo, malo, duelos y quebrantos, rayos y centellas, carros de demonios; pues hab¨ªendoles correspondido toros nobles (no el que abri¨® plaza, de condici¨®n incierto), el primero de los mencionados diestros los tore¨® crispado, el segundo relamido, y ninguno de los dos acert¨® a construir una faenita somera, aunque fuese medianamente aparente.
Hubo suerte, de todos modos, porque si en lugar de tener delante aquellos toros nobletones les sale el de casta brava e ind¨®mita, ni se sabe lo que hubiera podido ocurrir all¨ª. S¨®lo de pensarlo, a la afici¨®n se le abr¨ªan las carnes. Y ya romp¨ªa el alba. Y las miserias del cuerpo no necesitaban a esa hora m¨¢s quebraderos de cabeza, sino caf¨¦ calentito y buena cama.
Babelia
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