Muere Henry Mancini, uno de los grandes compositores del cine
El autor del tema de 'La Pantera Rosa' sufr¨ªa un c¨¢ncer de h¨ªgado
Heriry Mancini, uno de los m¨¢s destacados compositores musicales de cine y televisi¨®n, muri¨® ayer a los 70 ILfi0s en su casa de Beverly Hills (Califomia), a causa de un c¨¢ncer de p¨¢ncreas e h¨ªgado. Autor de bandas sonoras para m¨¢s de 90 pel¨ªculas, y ganador, por ellas, de 20 premios grammys y cuatro oscars, Mancini es recordado principalmente por temas como Moon River, de la pel¨ªcula Desayuno con diamantes, y La Pantera Rosa.
Sin su m¨²sica no puede imaginarse a Audrey Hepburn mirando los escaparates de Tiffany's. Ni a John Wayne cazando rinocerontes y enamor¨¢ndose de Elsa Martinelli. Ni a Cary Grant y Audrey Hepburn perseguidos en un Par¨ªs de ensue?o. Sin su m¨²sica algunas de las mejores pel¨ªculas de Orson Welles, de Howard Hawks, de Stanley Donen, pr¨¢cticamente todas las de Blake Edwards, hubieran sido menos elegantes, menos sugestivas, desde luego menos hermosas.Henry Mancini ten¨ªa el don de una gracia leve y exquisita, de una elegancia no superficial -te?ida de un necesario spleen- que contaminaba toda la pel¨ªcula. Tuvo la suerte de encontrarse con los filmes en los que su sofisticado talento pod¨ªa desarrollarse solarmente, y ¨¦stos tuvieron a su vez la suerte de encontrarse con ¨¦l y, entonces, ser realmente perfectos.
Como ning¨²n otro, Mancini represent¨® al nuevo m¨²sico de cine que los vertiginosos cambios del Hollywood de finales de los a?os cincuenta precisaba.
Desde que Alex North hab¨ªa conmocionado en 1951 el mundo (le la m¨²sica cinematogr¨¢fica con la banda sonora de Un tranv¨ªa llamado deseo, el jazz se abr¨ªa paso con fuerza en Hollywood. Era la ocasi¨®n de oro para Henry Mancini (Cleveland, Ohio, 1924), m¨²sico formado en el jazz, pianista y arreglista de la orquesta de Glenn Miller, que en los primeros cincuenta vegetaba en el departamento musical de la Universal, ocup¨¢ndose de arreglos de pel¨ªculas jaz2:¨ªsticas, como las biopics sobre las vidas de Glenn Miller y Benny Goodman, o componiendo m¨²sicas de fondo para series B de terror como Tar¨¢ntula, de Jack Arnold.
La oportunidad
Fue Orson Welles el primero que le dio, una oportunidad importante, al encargarle la partitura, toda jazz¨ªstica, de Sed de mal. Ese mismo a?o, 1958, deja la Universal para trabajar como independiente y sella su destino al encontrarse con el realizador Blake Edwards, que le encarga la sinton¨ªa de la serie televisiva Peter Gunn.
Con Edwards -con quien mantendr¨¢ una largu¨ªsima y ejemplar colaboraci¨®n en casi todos sus t¨ªtulos- Mancini encuentra lo, gloria cinematogr¨¢fica al seguirle en su paso de la peque?a la gran pantalla. En 1961 obtiene dos oscars de la Academia por Desayuno con diamantes -mejor partitura original y mejor canci¨®n- y en 1962 obtiene otro por su canci¨®n para D¨ªas de vino y rosas.
Desde ese momento, Mancini se convierte en el compositor de moda, en el m¨¢ximo representante del nuevo Hollywood de los sesenta. Howard Hawks despidi¨® del rodaje de Hatari al grand¨ªsimo Dimitri Tiomkin, uno de los grandes sinfonistas del cine cl¨¢sico, para contratar a este imparable Mancini, que le corresponde componiendo para la banda sonora del filme el gran ¨¦xito Baby elefant walk. Es el s¨ªmbolo del inicio de una nueva era.
Mancini tuvo el talento, la sensibilidad y el sentido de lo cinematogr¨¢fico necesarios como para que sus bandas sonoras fueran a la vez ¨¦xitos millonarios en ventas de discos, standards de larga vida en los repertorios de los mejores cantantes y jazzistas, y eficaces elementos dram¨¢ticos dentro de las pel¨ªculas.
Las pruebas son contundentes. Las ya citadas pel¨ªculas de Blake Edwards m¨¢s La pantera rosa, La carrera del siglo, Darling Lili o V¨ªctor o Victoria siempre con el mismo maestro. Las extraordinarias Charada, Arabesco o Dos en la carretera con Stanley Donen. En todas ellas Mancini desvel¨® matices que no estaban en las im¨¢genes, dilat¨® su elegancia, profundiz¨® su melancol¨ªa, las aproxim¨® realmente al coraz¨®n y a la memoria de los espectadores.
Babelia
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