Reto africano
EN LA cumbre de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA) que se ha celebrado en T¨²nez se han producido hechos de indudable importancia que rompen con la trayectoria cansina que ha caracterizado a esta organizaci¨®n. Durante 30 a?os, las cumbres de la OUA han tenido como tema casi ¨²nico la condena del apartheid en ?frica del Sur. Esta declaraci¨®n era, sin duda, justa. Pero ah¨ª se agotaba el consenso de los participantes. La OUA no ha tomado en d¨¦cadas ninguna medida relevante ante los otros conflictos y problemas de dicho continente. En cambio, en T¨²nez, la OUA ha abordado el tema candente de Ruanda: ha sentado en una misma mesa a representantes de las dos partes que se hacen una guerra devastadora, los hutus y los tutsis, y ambas han firmado entre s¨ª un acuerdo de alto el fuego.Es cierto que en Kigali contin¨²an las matanzas y los combates; el acuerdo de cese de hostilidades sigue sin cuajar. Pero conviene destacar que en la elaboraci¨®n del alto el fuego han participado los protectores extranjeros de los dos bandos -Mobutu, de Zaire, protector de los hutus, y Museveni, de Uganda, de los tutsis-, lo cual deber¨ªa facilitar que se materialice el cese de hostilidades.
Resulta evidente que la OUA tiene que asumir un protagonismo mayor ante los grav¨ªsimos conflictos que ensangrientan amplias zonas de ?frica. En Somalia, la intervenci¨®n de la ONU se sald¨® con un fracaso lamentable. Fue una acci¨®n armada al margen de las fuerzas pol¨ªticas africanas y provoc¨® reacciones internas que hac¨ªan imposible la tarea encomendada a los soldados extranjeros. Este fracaso en Somalia ha incitado a la pasividad de la ONU ante las horribles matanzas de Ruanda. Pero la acci¨®n internacional, en casos como ¨¦ste, no puede limitarse a enviar tropas que repartan comida e intenten frenar los combates. Tiene que crearse una base pol¨ªtica m¨ªnima que ayude al env¨ªo de socorros. Y para ello es decisivo que los africanos, con un papel m¨¢s activo de la OUA, asuman una mayor responsabilidad. Ruanda, antes de las matanzas, conoci¨® un proceso de democratizaci¨®n y acercamiento entre hutus y tutsis brutalmente interrumpido por el atentado que mat¨® a los presidentes de Ruanda y Burundi. Salir de la actual tragedia exige esforzarse por recuperar el proceso anterior; y para ello ser¨¢ decisiva la contribuci¨®n de otros pa¨ªses africanos. Y, por supuesto, de la OUA.
En la vida de ?frica se ha producido un salto hist¨®rico: la creaci¨®n de la nueva rep¨²blica surafricana con Mandela de presidente. ?ste ha sido saludado como un h¨¦roe en la reuni¨®n de T¨²nez. Pero cabe esperar que esa presencia en la OUA ayude a elevar el papel de esta organizaci¨®n en la escena internacional. Y no s¨®lo ante conflictos que ya han estallado, sino para prevenir los que se est¨¢n gestando. En ese orden, es preocupante la situaci¨®n en Nigeria, donde un general impide ocupar su cargo a un presidente electo. El peligro de guerra civil es real, pero quiz¨¢ una mediaci¨®n de pa¨ªses africanos con prestigio podr¨ªa empujar a una soluci¨®n negociada y pac¨ªfica.
Por otra parte, ?frica necesita tener una voz propia en materia de ayuda al desarrollo y asistencia humanitaria. Si la OUA actuase en ese terreno, y no s¨®lo cada pa¨ªs aisladamente, ser¨ªa posible enfocar esos problemas con una visi¨®n menos europe¨ªsta. Todo ello plantea la necesidad de revisar la estructura y formas de trabajo de la OUA. Hasta ahora es una simple reuni¨®n de jefes de Estado, muy protocolaria, en la que todos se respetan unos a otros, sin capacidad de cr¨ªtica para buscar actitudes m¨¢s modernas. Un dato positivo de la reuni¨®n de T¨²nez es que este formalismo tradicional se ha visto algo sacudido. El presidente de Mal¨ª, Umar Konar¨¦, fue particularmente audaz al decir: "Todos somos responsables de los males que nos aquejan".
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