Una salida tranquila
LIMITARSE A constatar que las elecciones del 12-J eran europeas y deducir que no ten¨ªan nada que ver con la pol¨ªtica nacional es una forma de rehuir la realidad; pero afirmar sin m¨¢s que sus resultados deslegitiman al Gobierno supone romper las reglas de juego del sistema parlamentario y abrir paso a la inestabilidad permanente. Una semana despu¨¦s del pronunciamiento de la ciudadan¨ªa, la reafirmaci¨®n de esa legitimidad es condici¨®n previa a cualquier planteamiento sobre la respuesta m¨¢s adecuada a la crisis pol¨ªtica abierta por los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n y en cuyo marco se celebraron los comicios.La alternativa, planteada por el PP antes de las elecciones, de dimisi¨®n de Gonz¨¢lez y sustituci¨®n por un sucesor designado por ¨¦l s¨®lo garantizaba la perpetuaci¨®n de la inestabilidad: la derivada de la falta de autoridad de un Gobierno con un presidente no refrendado en las urnas y seguramente cuestionado por parte de su propio partido. De otro lado, la alternativa de la disoluci¨®n inmediata no era razonable porque la proximidad de las elecciones europeas y andaluzas daba la oportunidad de contar en breve plazo con un elemento de juicio objetivo sobre el estado real de la opini¨®n p¨²blica.
Si el PSOE hubiera vencido, o perdido por poco, la hip¨®tesis de la disoluci¨®n habr¨ªa podido ser descartada. Si el partido del Gobierno hubiera sufrido un derrumbe catastr¨®fico como el de UCD en 1982, la convocatoria de elecciones anticipadas habr¨ªa resultado inevitable. Pero no ha ocurrido ninguna de esas dos hip¨®tesis. El PSOE ha experimentado un severo retroceso, pero el 30% alcanzado queda lejos del derrumbe: es superior al porcentaje obtenido por la coalici¨®n de Balladur en Francia y similar al de los partidos gobernantes de los dem¨¢s pa¨ªses de la UE, con excepci¨®n de Italia y Grecia. Por otra parte, Pujol ha vencido en Catalu?a con el 31,4% y Arzalluz en el Pa¨ªs Vasco con el 25,8%.
El riesgo de interpretar los resultados como un mandato popular en favor de unas elecciones anticipadas es establecer un precedente que convierta todas las elecciones intermedias en un refer¨¦ndum sobre la legitimidad del Gobierno. No es un riesgo te¨®rico. El principal diario de la derecha ya ha reclamado la dimisi¨®n de Leguina en Madrid -aduciendo que el PP obtuvo el 12-J m¨¢s votos que el PSOE e IU juntos- e insinuado que tambi¨¦n tendr¨ªan que irse, por lo mismo, los alcaldes de la mayor¨ªa de las capitales de provincia. Un pa¨ªs sometido a semejantes criterios ser¨ªa ingobernable.
El argumento que identifica estabilidad con anticipo electoral y victoria del PP es demasiado subjetivo. Es posible que ese partido obtenga la mayor¨ªa en unas legislativas, pero improbable que sea absoluta. Sabemos de las dificultades del PSOE para obtener el respaldo de Pujol (y Arzalluz), pero puede darse por seguro que las de Aznar ser¨ªan a¨²n mayores. Luego la estabilidad distar¨ªa de estar asegurada.
Pujol ha garantizado su apoyo al Gobierno actual, pero se ha opuesto a otorgarlo ante el Parlamento mediante la votaci¨®n de la cuesti¨®n de confianza. Es una actitud incoherente. La cuesti¨®n de confianza est¨¢ prevista para comprobar la solidez, cuestionada por alg¨²n motivo, de los apoyos que sostienen a un Gobierno. Pujol niega esa confianza al amenazar con no votarla si se plantea, y a la vez la afirma al decir que no es necesaria. Tal confusi¨®n alienta, m¨¢s que reduce, la incertidumbre. El compromiso por la gobernabilidad no tiene por qu¨¦ ser gratuito, pero debe ser p¨²blico y claro. Y nada mejor para ello que confirmarlo en el Parlamento. Lo contrario favorece las versiones demag¨®gicas que identifican la l¨®gica negociaci¨®n de contrapartidas con un chalaneo secreto.
La posibilidad, insinuada por Arzalluz, de que el PNV aceptase participar en un Gobierno de coalici¨®n pod¨ªa ser la ocasi¨®n para una remodelaci¨®n que otorgase mayor densidad pol¨ªtica al Gabinete. Si ese Gobierno se presenta al Parlamento con un programa adaptado a las urgencias de la crisis pol¨ªtica -Ministerio del Interior, financiaci¨®n de los partidos, pacto auton¨®mico, entre otras- y obtiene un respaldo suficiente, ser¨ªa posible fijar un calendario que incluyera la convocatoria de elecciones legislativas en un plazo razonable, pero ya en una atm¨®sfera m¨¢s serena para una alternancia tranquila si as¨ª lo quiere el electorado.
Ello ser¨ªa lo mejor para el PSOE, que podr¨ªa dejar paso a su sucesor desde una posici¨®n menos desairada, pero tambi¨¦n para el PP, que necesita alg¨²n tiempo para normalizar las relaciones con sus futuros aliados; pero ser¨ªa lo mejor, sobre todo, para el sistema parlamentario, que habr¨ªa demostrado ser capaz de dar salidas a una grave crisis pol¨ªtica sin establecer precedentes peligrosos ni ceder el control del calendario en manos de interesados administradores del esc¨¢ndalo.
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