El pacto h¨²ngaro
La semana pasada el Partido Socialista h¨²ngaro y la Alianza de Dem¨®cratas Libres de dicho pa¨ªs han ratificado el pacto para gobernar juntos que las direcciones de ambos partidos han elaborado a lo largo de tres semanas. Se trata de un texto de unas 150 p¨¢ginas en el que se precisan los puntos concretos de acuerdo entre dos partidos que est¨¢n en los extremos del horizonte pol¨ªtico. Si alguien hubiese dicho hace unos meses que tal coincidencia iba a producir se, lo hubiesen tomado por loco. El Partido Socialista es el antiguo partido comunista pasado a posiciones reformistas. La Alianza agrup¨®, ya durante la dictadura comunista, a sus enemigos m¨¢s ac¨¦rrimos; y defiende posiciones netas favorables a una econom¨ªa de mercado, al establecimiento del capitalismo.?C¨®mo ha sido esto posible? El mes pasado, los electores dieron una amplia mayor¨ªa a los ex comunistas, que cuentan en el Parlamento con 209 diputados, los suficientes para gobernar solos. Sin embargo, desde el primer momento rechazaron tal hip¨®tesis y anunciaron que gobernar¨ªan con otro partido. Para ello iniciaron una negociaci¨®n dif¨ªcil con la Alianza, es decir, con el partido con el cual el entendimiento aparec¨ªa, a primera vista, m¨¢s dif¨ªcil. Ello se explica porque su objetivo es dar confianza a amplias capas de la poblaci¨®n (incluidos los que recelan de su pasado); quieren demostrar que su conversi¨®n a una pol¨ªtica socialdem¨®crata, su aceptaci¨®n de la econom¨ªa de mercado, no es un gesto superficial.
Por parte de la Alianza, su cooperaci¨®n con los socialistas se ha impuesto en el curso de la negociaci¨®n: la empezaron con muchas dudas, pero se encontraron con una disposici¨®n de los socialistas a hacer concesiones importantes. Quiz¨¢ la m¨¢s significativa sea la del Ministerio del Interior, que ser¨¢ ocupado por el principal dirigente de la Alianza, Gabor Kuncz. Otra concesi¨®n importante es el derecho de veto para la Alianza en las decisiones gubernamentales m¨¢s importantes como la designaci¨®n de los altos funcionarios. Por otra parte, la Alianza no est¨¢ interesada en entrar en otro periodo de oposici¨®n, con serias dificultades para entenderse con los conservadores o los nacionalistas y la amenaza de marginarse de la escena pol¨ªtica.
Esta inminente presencia de ex comunistas en el Gobierno de Budapest recuerda inevitablemente el caso de Polonia. Son, sin embargo, radicalmente distintos: en Varsovia, los nuevos socialistas colaboran en el Gobierno con el Partido Campesino, que ya fue un sat¨¦lite de los comunistas durante la dictadura; le han cedido la presidencia y hay entre ellos amplias bases comunes.
S¨®lo en Hungr¨ªa se da el caso, de indudable inter¨¦s, de una cooperaci¨®n muy elaborada entre los nuevos socialistas y un partido inequ¨ªvocamente partidario de un sistema a lo occidental. La ra¨ªz de esta particularidad debe buscarse en la propia historia de los comunistas de este pa¨ªs. Fue tal el complejo de culpabilidad que tuvieron que asumir por el hecho de haber sido colocados en el poder por las tropas sovi¨¦ticas una vez que ¨¦stas aplastaron la revoluci¨®n de 1956, que el sector reformista surgido en su seno se destac¨® por una posici¨®n radical: de hecho, este sector, anul¨® lo esencial del sistema comunista cuando a¨²n el partido estaba en el poder. Est¨¢, adem¨¢s, el caso personal del actual dirigente m¨¢ximo de los ex comunistas h¨²ngaros, Gyula Horn. Siendo ministro de Exteriores, rompi¨® la cortina de hierro que cortaba Europa en dos al permitir a los alemanes del Este que se trasladasen al Oeste pasando por Hungr¨ªa. Fue la etapa previa, esencial, para la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn.
Estamos, pues, en v¨ªsperas de una nueva experiencia: un intento de cooperaci¨®n entre ex comunistas y partidarios del capitalismo para intentar superar juntos una grave crisis econ¨®mica sin interrumpir el avance hacia la econom¨ªa de mercado (al contrario), pero matiz¨¢ndolo con una fuerte preocupaci¨®n social.
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