El destino de los supositorios
?Se acuerdan de los supositorios? S¨ª, hombre, aquellas farolas de gelidez posmoderna que fueron instaladas en la reforma de la Puerta del Sol, en 1987, y provocaron en el pueblo de Madrid una furia que hubiese llegado a la del mot¨ªn de Esquilache de no ser porque el Ayuntamiento rectific¨® a tiempo y las retir¨® (casi, todas). Para entonces, el agravio hab¨ªa crecido hasta el extremo de inspirar chistes sobre los arquitectos y, -lo que es m¨¢s grave, el alcalde, y no hay nada en el mundo que teman tanto los pol¨ªticos como los chis tes: los chistes son r¨¢pidos y ubicuos m¨ªtines de eficacia electoral contrastada. (Los arquitectos, en cambio, son inmunes; hubo un tiempo en el Renacimiento florentino en que lo que m¨¢s les importaba era el favor del p¨²blico -que hac¨ªa saber sus cr¨ªticas me diante dolorosos sarcasmos-, pero ahora a muchos arquitectos les da por considerar al p¨²blico ignorante y teleadicto, incluso al p¨²blico que ha de vivir o trabajar en sus inventos -o contemplarlos, que a veces tampoco es f¨¢cil-, y, el ¨²nico juicio que les importa es el de los colegas, que por problem¨¢ticas razones suele ser a favor).Pues bien: los supositorios de la Puerta del Sol se encuentran alineados en el paseo mar¨ªtimo de Bayona. Un paseo de piedra de granito, bordeado de laureles, frente a un mar que no hace tanto navegaban pescadores, ahora disfrutan veraneantes de Vigo y pronto a?orar¨¢n de antemano los habitantes de esta ciudad mientras salen a escape hacia sus trabajos. Pues ¨¦se parece ser el futuro de Bayona, como el de otras tantas localidades perif¨¦ricas y costeras: convertirse en ciudad dormitorio del vecino m¨¢s fuerte -es decir, m¨¢s pol¨ªtico o de industria m¨¢s poderosa, mientras dure-, un destino tan terrible que hasta suena mal.
Confieso que cuando me lo contaron sent¨ª en lo m¨¢s ¨ªntimo la vieja admiraci¨®n ante las leyes de la naturaleza: "Nada se crea ni se destruye, todo se transf¨®rma", que en este caso quiere decir simplemente: "Se traslada al paseo mar¨ªtimo de Bayona". Siempre cabe la posibilidad de que los supositorios no sean los mismos. En todo caso, se trata de 28 o 29 hermanos mellizos univitelinos de los supositorios madrile?os, y fueron instalados en el paseo tras acuerdo entre el entonces llamado' Ministerio de Obras P¨²blicas (MOPU: tambi¨¦n suena mal; ahora se llama peor) y la Xunta de Galicia.
Pero despu¨¦s de admiraci¨®n por las leyes de la naturaleza, lo que produce esta aparici¨®n extraterrestre frente al malhumorado mar gallego es estupefacci¨®n por la muy antigua y casposa capacidad espa?ola y universal para sostenella y no enmendalla. Se puede argumentar que quien la sostuvo fueron los madrile?os (el Ayuntamiento del socialista Barranco) y quien no la enmend¨® fue la corporaci¨®n gallega (primero del PP, ahora presidida por un independiente), m¨¢s cualquier razonamiento de buena fe sabe que estas cosas no funcionan as¨ª y que un madrile?o indignado vale tanto como un gallego. Y viceversa. Y a m¨ª me consta que mis amigos bayoneses est¨¢n indignados. Lo que ocurre es que toda la ciudad, con uno de los rom¨¢nicos m¨¢s c¨¦lebres de Espa?a en la Colegiata de Santa Mar¨ªa, no suma m¨¢s que unos 12.000 vecinos. Su voz no se oye, pues, muy lejos, y adem¨¢s seguramente les han dicho que es arte moderno y muchos se han quedado intimidados.
Luego, a la m¨ªnima que uno enhebre su propia indignaci¨®n en un ligero hilo de la memoria, se da cuenta de que supositorios y paseos mar¨ªtimos hay muchos, much¨ªsimos, y que todos somos un poco Bayona.No hace falta salir de Espa?a, ni de la regi¨®n correspondiente, ni de la ciudad, ni con un poco de mala suerte del propio barrio, para encontrarse con innumerables farolas transformadas debajo de la mesa por arte de enigm¨¢ticas alquimias, a nuestras espaldas, con antifaz. Si en Madrid la fealdad amenaza -?por una vez!- con producir un mot¨ªn, no importa: se la lleva all¨ª donde no haya estetas o est¨¦n durmiendo la siesta. ?No es lo mismo que hacen los fuertes can los residuos nucleares? ?Y con la literatura kleenex? ?Y con las pel¨ªculas? Pronto podremos, orgullosos, poblar de supositorios las plazas y paseos mar¨ªtimos del Tercer Mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.