Debate en HB
EL PRESIDENTE del PNV, Xabier Arzalluz, ha vaticinado que la legislatura auton¨®mica que se abre en Euskadi con las elecciones de octubre ser¨¢ la del declive y fin de la violencia. Hay algunos factores que invitan a compartir el optimismo de Arzalluz, por m¨¢s que la experiencia incite al escepticismo.Herri Batasuna (HB) se present¨® a las elecciones europeas con una imagen de reforzado fanatismo radical. El grupo de posadolescentes que actualmente dirige el tinglado hab¨ªa decretado el definitivo "fracaso y falta de perspectivas" del modelo auton¨®mico, y teorizado el triunfo de su propio modelo como resultado de un proceso cuya primera fase ser¨ªa de desestabilizaci¨®n del sistema para vencer las resistencias a la negociaci¨®n pol¨ªtica. Los sectores marginados por la actual direcci¨®n han interpretado los malos resultados electorales como una desautorizaci¨®n de esa orientaci¨®n y de las personas que la encarnan. Ello ha dado origen, se asegura, a un intenso debate.
Simult¨¢neamente, el consejero vasco de Interior ha manifestado que en el mundo carcelario avanza la disidencia contra, la continuidad de la violencia. La opini¨®n p¨²blica ha conocido los argumentos de algunos de esos disidentes. El m¨¢s repetido es que la lucha armada se ha convertido en un obst¨¢culo para la rea lizaci¨®n de los ideales de la izquierda abertzale.
Un tercer factor es el colectivo Elkarri, nacido de la entra?a de HB para contrarrestar el movimiento pacifista, que ha acabado convirti¨¦ndose en un cauce capaz de acoger a quienes quieren distanciarse del radicalismo violent¨® sin el riesgo de ser estigmatizados como traidores a la causa. La combinaci¨®n de esos elementos abonar¨ªa el optimismo d¨¦ Arzalluz.
De todo ello, lo sustancial es el retroceso electoral. Aunque digan despreciar la democracia formal, los dirigentes de HB saben que los votos constituyen el ¨²nico baremo de verificaci¨®n de sus ideas. El retroceso ha sido considerable: de 43.000 votos (el 20%) respecto. a las generales del a?o pasado, de 52.000 respecto a las ¨²ltimas europeas y de 85.000 en relaci¨®n a las de 1987. Nunca antes hab¨ªa ca¨ªdo tan bajo; y cinco convocatorias sucesivas con retroceso marcan una clara tendencia de declive.
Algunos notables opuestos al n¨²cleo que ahora manda han argumentado que los logros pol¨ªticos de HB (en los ayuntamientos, por ejemplo) quedan oscurecidos por la discusi¨®n en torno a la legitimidad de la violencia. Es posible. Pero resulta, hip¨®crita sorprenderse de ello cuando la inmensa mayor¨ªa de las iniciativas o intervenciones p¨²blicas de HB (manifestaciones, declaraciones de sus l¨ªderes, atenci¨®n de sus medios) se centran en justificar a ETA y la violencia.
Las voces cr¨ªticas que peri¨®dicamente se han elevado contra esa din¨¢mica han sido neutralizadas por la v¨ªa r¨¢pida ("c¨¢ncer liquidacionista"). Un debate democr¨¢tico y pluralista es dif¨ªcilmente imaginable Cuando la ¨²ltima palabra la tiene la vanguardia armada. La cual, a su vez, no ignora que un debate interno que respetase las reglas de juego democr¨¢ticas (principio de la mayor¨ªa, etc¨¦tera) acabar¨ªa cuestionando la estrategia externa, la de la lucha armada, que se basa precisamente en la negaci¨®n de tales principios. Pero cuestionar la pr¨¢ctica de la violencia supone cuestionar a esa vanguardia que decide los l¨ªmites del debate. Desde su fundaci¨®n, en el mundo de ETA todo es cuestionable excepto la necesidad de la violencia.
De ah¨ª el escepticismo sobre el alcance de ese hipot¨¦tico debate, pero de ah¨ª tambi¨¦n el inter¨¦s de la disidencia carcelaria, dif¨ªcil de neutralizar si es tan amplia como asegura Atutxa. El temor es, seg¨²n dice, la causa de que no se exteriorice su verdadera dimensi¨®n. Ese temor tambi¨¦n existe fuera de las prisiones. Pero el hartazgo de la violencia es ya muy profundo en Euskadi. El rechazo moral al crimen, el tast¨ªo y la certeza de que la violencia es una v¨ªa muerta son los que conspiran contra el inmovilismo de HB. Elkarri puede ser un instrumento m¨¢s en esta direcci¨®n.
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