Sectarios
Desde hace algunos a?os se suceden las quejas contra los criterios pol¨ªticos que emplea la Administraci¨®n para promover a determinados autores. Incluso manifiestos han surgido para denunciar la situaci¨®n, fen¨®meno curioso en un pa¨ªs donde escasean las expresiones p¨²blicas de disconformidad est¨¦tica, los manifiestos de creadores dispuestos a poner patas abajo o, al menos, a revisar a fondo el statu quo existente. El ¨²ltimo y m¨¢s reciente de esos manifiestos contra la Administraci¨®n deplora los "premios ama?ados", las "consignas de dudosos jefes literarios", las "patentes de corso para impartir prestigio", los "cr¨ªticos sectarios" (cito por el resumen de EL PAIS del 7 de junio de 1994).No es nuevo este discurso, insisto. Comenz¨® extramuros de la literatura y en atalayas perfectamente n¨ªtidas en cuanto a su identidad ideol¨®gica. Uno, que empieza a ser perro viejo -lo cual alguna ventaja hab¨ªa de tener, que no est¨¢ afiliado al partido en el poder ni ha ocupado puesto alguno en esta Administraci¨®n, desconf¨ªa bastante de tales planteamientos, que pueden ser bienintencionados pero que tambi¨¦n pueden amparar la defensa de intereses personales no defendibles por medios m¨¢s espec¨ªficos. Porque, seamos precisos, ?cu¨¢les son los premios ama?ados? Hablo ahora de los oficiales, que son los concernidos. He sido jurado de muchos de estos premiosy debo decir que si ha habido ama?os yo debo de ser tonto porque no me he enterado. Es m¨¢s, en una ocasi¨®n he visto a un director general aterrado ante la eventualidad, que al fin se produjo, de que el premiado no fuera un escritor eminente pero hostil a la Administraci¨®n, porque tem¨ªa una campa?a de prensa adversa. Y ha c¨ªa bien en temerla, pues la hubo y, pese a la exquisita neutralidad que el aludido mantuvo en todo el episodio, se dijeron contra ¨¦l absolutas inexactitudes.
La verdad es que la memoria de los premios oficiales m¨¢s recientes se?ala que las injusticias, cuando las ha habido, han sido multidireccionales -y pido perd¨®n por la palabra- Es cierto que Camilo Jos¨¦ Cela no tiene el Premio Cervantes, y me parece mal, pero tampoco lo tiene Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, lo que tampoco es de recibo, creo, y, en cambio, s¨ª ha sido galardonada con ¨¦l una poetisa cubana anticastrista y de calidad problem¨¢tica para un premio de tales caracter¨ªsticas, y eso pese a la conocida y honda amistad que une a Castro con Gonz¨¢lez. El poeta espa?ol m¨¢s influyente de estos ¨²ltimos a?os, Jaime Gil de Biedma, muri¨® sin galard¨®n oficial alguno y, en cambio, lo han tenido poetas anacr¨®nicos e incluso p¨®stumos (?menudo ama?o premiar a un muerto!). Y Juan Benet, presuntamente apoyado por Ja Administraci¨®n, y cuyo prestigio en vida fue enorme, muri¨® tambi¨¦n sin recibir galard¨®n administrativo de ninguna clase. ?A qui¨¦n inculpar? ?A la Administraci¨®n? ?0 no ser¨¢n m¨¢s bien los jurados los responsables de esas y otras decisiones? Se olvida adem¨¢s que los premios literarios s¨®lo reflejan la opini¨®n de unos determinados jurados; no son ni pueden ser la expresi¨®n de ninguna justicia inmanente. La justicia po¨¦tica la establecen los siglos y, aun as¨ª, con altibajos.
Tambi¨¦n se arremete contra las "consignas de dudosos jefes literarios". Yo miro el panorama y la verdad es que no s¨¦ qui¨¦nes son esos jefes, entre otras razones porque su tiempo, el de los jefes literarios, es cosa del pasado. Hoy quienes mandan, si mandan, son los editores y los medios de comunicaci¨®n, pero ni a unos ni a otros les interesa demasiado ofrecer productos sin mercado ni divulgar necedades. ?Que hay escritores que se lo montan mejor que otros? ?Que hay quienes tienen amigos e influencias? Pues eso ha pasado siempre y no es un fen¨®meno de rango administrativo. Campoamor o N¨²?ez de Arce, que gozaron de buena posici¨®n y fueron elogiados hasta el delirio, se lo montaron mucho mejor que el pobre B¨¦cquer, que muri¨® miserable y joven, y Blasco Ib¨¢?ez, que fue rico por las adaptaciones que Hollywood hizo de sus novelas, se lo mont¨® mucho mejor que Valle-Incl¨¢n, que vend¨ªa muy poco y a quien nunca le llevaron nada al cine, ni en Hollywood ni en ninguna parte. ?Son los medios injustos? Pues es posible, pero, de serlo, lo son en todas las' direcciones. Y se trata, en cualquier caso -nunca se olvide-, de medios de comunicaci¨®n, no de revistas especializadas ni de boletines editoriales, que tienen la obligaci¨®n de reflejar la actualidad, la noticia: hay escritores noticiosos aunque de calidad discutible. Ning¨²n peri¨®dico, ninguno, consagra o destruye por s¨ª mismo a ning¨²n escritor.
Y luego est¨¢n los cr¨ªticos. No pod¨ªan faltar. Aqu¨ª parece que sucede ahora lo mismo que suced¨ªa en un pueblo andaluz hace ya anos. Exist¨ªa en ¨¦l la costumbre de que, una vez bien comidos y bebidos los se?oritos del pueblo, alguien, siempre hab¨ªa alguien, dec¨ªa que hab¨ªa que mantear al poeta, y all¨¢ se iban todos al manteo del vate. Pues bien, ninguna arremetida contra los poderes p¨²blicos est¨¢, por lo visto, completa si no se mantea al cr¨ªtico, a los cr¨ªticos "sectarios". En la vi?a de la cr¨ªtica, debo precisar, hay de todo: cr¨ªticos buenos y malos, razonables y arbitrarios; el de cr¨ªtico es un oficio arduo y no es de extra?ar que los verdaderos cr¨ªticos sean una flor rara; pero la experiencia me indica que calificativos como ¨¦se encubren otras realidades: por acci¨®n (la cr¨ªtica negativa) o por omisi¨®n (el silencio).
La verdadera cr¨ªtica se equivoca en sus juicios, como tambi¨¦n se equivocan los escritores: para Lope de Vega, el Quijote era p¨¦simo, y Rub¨¦n Dar¨ªo detestaba a Gald¨®s, como Clar¨ªn, cr¨ªtico y escritor, despreciaba a Rub¨¦n. La equivocaci¨®n es casi inevitable cuando se trata de autores coet¨¢neos. Pero, no nos enga?emos, no existen genios ocultos. Puede haber escritores m¨¢s o menos valorados, escritores que nacen con su p¨²blico ya formado (Lope de Vega) o con su p¨²blico por formar (Valle-Incl¨¢n). Pero d¨ªgaseme un solo caso de gran escritor espa?ol de este siglo que fuera ignorado (el uso no es acad¨¦mico pero s¨ª expresivo) en su momento.
La gran literatura se defiende sola, con premios o sin ellos, con jefes y sin jefes, con cr¨ªticos favorables o adversos. No; no hay genios ocultos u ocultados. Ni los hab¨ªa durante el franquismo, a pesar de la censura, que, sin embargo, no impidi¨® la creaci¨®n de ninguna obra memorable (ya lo dijo el viejo y c¨ªnico Gide: el arte vive de coacci¨®n y muere de libertad). Ni los hay ahora, con la democracia, con el PSOE, con el PP, con IU y tutti quanti. Todos los gobiernos escriben mal -l¨¦ase el BOE-, pero ninguno tiene la culpa del estado, bueno, malo o regular, de la literatura.
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