P¨¢nico en la Estafeta
Todos se ponen de parte de ellos, nadie le defiende a ¨¦l. Ellos son los mozos en el encierro, ¨¦l es el toro que les persigue. Ellos son los que corren con arte y con riesgo, ¨¦l es el que quiere coger y asesinar.Pocos saben o quieren entender que el toro es el gran sufridor en esta funci¨®n: lejos de su medio, sobre un piso inh¨®spito y resbaladizo en el que justamente consigue tenerse de pie, en un ambiente hostil en el que ¨²nicamente acierta a reconocer tibiamente a sus hermanos de camada y al que le han proporcionado la compa?¨ªa fugaz de unos cabestros zancudos que corren a su aire.
Huir hacia adelante
Basta un poco de sensibilidad para intuir que lo que pretende el toro es huir hacia adelante, con la creencia de que cuanto m¨¢s r¨¢pido lo haga, antes acabar¨¢ su tortura, superando a menudo en velocidad a los propios mansos, especialmente entrenados para este menester. Aculados en el pelot¨®n de la manada lanzan derrotes certeros para que no se les acabe de perder el respeto, quieren dejar bien sentado que son toros y adem¨¢s bravos, ninguno quiere quedar rezagado, pues sabe que entonces, el sufrimiento alcanzar¨¢ su m¨¢xima expresi¨®n.El p¨¢nico de los toros descolgados suele ser tan grande que se refleja en el agarrotamiento total de sus miembros y en un bloqueo de las neuronas que har¨¢ dif¨ªcil su conducci¨®n hacia los corrales de la plaza. Entonces aparece su ¨²nico aliado en la figura de los pastores.
Quiz¨¢ sea el encierro una de las contadas ocasiones en las que el fin justifica los medios, en un fielato por el que deber¨ªan de pasar todas las corridas. Est¨¢ ampliamente contrastado, incluso demostrado, que es muy beneficioso para evitar las ca¨ªdas durante la lidia y, quien sabe, si tambi¨¦n para mejorar el comportamiento de los toros en el ruedo.
Los toros que han corrido el encierro saltan al ruedo por la tarde desinhibidos y con ganas de demostrar su bravura. Empieza a ser una constante en la Feria del Toro que el juego de las corridas es mejor que las de esos mismos hierros en otras ferias importantes.
Hay quien aboga, tentando a la imposibilidad, por la instauraci¨®n generalizada de los encierros al estilo de Pamplona.
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