Mezquindad
Felipe Gonzalez no ir¨¢ a Europa. La especulaci¨®n se acab¨®, y podemos suponer que la duda hamletiana del presidente tambi¨¦n. Las razones, evidentes: si el presidente hubiera decidido cambiar de silla, el partido le habr¨ªa estallado en mil pedazos, y el PP habr¨ªa lanzado una campana contra su sucesor que le hubiera llevado, con casi total, seguridad, al Gobierno en pocos meses. La ret¨®rica del PP en, los ¨²ltimos tiempos no dejaba lugar a dudas: s¨ª Felipe se marchaba, el discurso hubiera sido que el enemigo hu¨ªa asustado ante el impetuoso avance de las fuerzas populares, encabezadas por la caballer¨ªa period¨ªstica que sirve de rompetrincheras a la derecha espa?ola.Un cap¨ªtulo m¨¢s, una an¨¦cdota; casi una serpiente de verano que ha servido para alimentar los informativos durante unas semanas.
Pero, en el fondo, mucho m¨¢s que una an¨¦cdota. Felipe Gonz¨¢lez no ha sustituido a Delors, pese a gozar de una valoraci¨®n impresionante en Europa, porque vivimos en un pa¨ªs mezquino. La llegada de Gonz¨¢lez habr¨ªa supuesto para Espa?a mucho m¨¢s que liberarse de un personaje que es inc¨®modo para muchos. Habr¨ªa supuesto un soberbio impulso de imagen en Europa y el inundo. Y no est¨¢n las cosas como para despreciar semejante regalo. Los pr¨®ximos anos van a a ser decisivos para la construcci¨®n de Europa, que tender¨¢ al Sur o al Norte en funci¨®n del reparto de los pesos pol¨ªticos. Para Espa?a, el envite no es balad¨ª, sino fundamental.
De nuevo nos ha faltado la m¨ªnima grandeza que permitiera analizar la situaci¨®n desde un punto de vista hist¨®rico. La presidencia de la Comisi¨®n Europea es bastante m¨¢s que el Tour de Francia o Wimbledon. Es posible que se nos haya ido de la manos algo muy serio. Espa?a y yo somos as¨ª, se?ora.
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