M¨¢s odiados que amados
El cambio de sistema de Brasil e Italia siembra el rechazo de sus aficiones
Dos cl¨¢sicos del f¨²tbol se re¨²nen hoy en la final de la Copa del Mundo, Medio siglo despu¨¦s del c¨¦lebre partido de M¨¦xico 70, Italia y Brasil vuelven a encontrarse. El recuerdo de aquel enfrentamiento tiene m¨¢s valor que la nostalgia. Entonces fue un choque de estilos. El atrevimiento y la fantas¨ªa de Brasil frente al sentido de la oportunidad de Italia. El signo de los tiempos ha tenido un efecto contradictorio. No se medir¨¢n dos mundos en Pasadena. Brasil siempre es Brasil, pero es verdad -que ha abdicado de algunos de sus valores cl¨¢sicos. Italia tambi¨¦n ha abandonado algunas cuestiones que parec¨ªan impresas en su c¨®digo gen¨¦tico. Ha desterrado los marcajes al hombre y ha intentado ganar en iniciativa. En algunos aspectos, son dos equipos parecidos, desde el montaje t¨¢ctico hasta su dependencia de la estrella que tiene incorporada cada equipo: Romario y Baggio.La diferencia principal con la final de 70 es que ninguno de los dos pa¨ªses ama a sus equipos. Brasil e Italia est¨¢n baj9 sospecha. La torcida abuchea al t¨¦cnico Parreira y mira con recelo el f¨²tbol de su selecci¨®n. Es el peso de la memoria. Parece dif¨ªcil acostumbrarse al f¨²tbol rutinario cuando se ha vivido del atrevimiento y la fantas¨ªa. Eso era Brasil en 1970, un pa¨ªs que celebraba cada tarde del Mundial el juego de su equipo. Parreira, el entrenador, esgrime los resultados para acallar a los cr¨ªticos. Dice que Brasil no ha estado en una final de la Copa del Mundo desde 1970.
Brasil ha construido sus victorias a partir de una extraordinar¨ªa consistencia defensiva Tafarel, el portero, ha estado de vacaciones en Estados Unidos El equipo se siente blindado. La aportaci¨®n de Mauro Silva en este cap¨ªtulo es formidable. Su instinto t¨¢ctico es insuperable. Apaga cada fuego en el momento oportuno. Pero su talento como organizador es limitado. Mauro es correcto con la pelota, pero no tiene fantas¨ªa. Y Dunga tampoco. No es brasile?o. La suma de los dos es impagable en la contenci¨®n, pero limitada en la construcci¨®n. Y el peso de Zinho y Mazinho en el juego es bastante ligero. La falta de creatividad en el centro del campo deja la suerte en manos de Romario, el ¨²nico jugador que tendr¨ªa un puesto asegurado en los grandes equipos de Brasil.
Romario ha decidido en cada uno de los momentos cruciales. Cuando Brasil se ha atascado, ha aparecido Romario con toda la artiller¨ªa. La gente brasile?a le adora porque ha metido a la selecci¨®n en la final y porque es uno que no traiciona a una manera muy concreta de sentir el juego.
Italia tampoco ama a su selecci¨®n. Se siente feliz por los resultados, pero no disfruta con el equipo. Sacchi est¨¢ tan cuestionado como Parreira, algo inconcebible antes del Mundial. El t¨¦cnico tambi¨¦n presenta la carta de los resultados a sus adversarios. Ha conseguido un equipo bien estructurado, capaz de poner en problemas a cualquier adversario. El problema de Italia es muy parecido al de Brasil. No sorprende. Y ah¨ª entra Baggio. En un equipo donde el sistema puede con todo, Baggio es una voz libre. Cuando la organizaci¨®n y la pizarra se han revelado insuficientes para conquistar los partidos, ha aparecido Baggio para solucionar los problemas con media docena de detalles. Por eso, Italia teme la ausencia de su estrella en la final. En el partido frente a Bulgaria se retir¨® por una lesi¨®n muscular. Sacchi dice que jugar¨¢. Sin ¨¦l, Italia s¨®lo vivir¨ªa de la t¨¢ctica. Y eso parece poca cosa frente al Brasil actual: los maestros de la t¨¢ctica.
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