Viaje a la muerte
Jijel, escenario del asesinato de siete marinos italianos, es el coraz¨®n del miedo al integrismo en Argelia
"No llegar¨¢s nunca con vida a Jijel". No es un eslogan. Tampoco es un consejo. Es como una amenaza que se repite sin cesar en las calles de Argel cuando cualquier viajero anuncia su intenci¨®n de trasladarse en coche hasta esta zona. Est¨¢ situada a unos 350 kil¨®metros al este de la capital, y se ha convertido desde hace varios meses en uno de los principales feudos de la guerrilla integrista."?Esta usted loco? Nadie le LLevar¨¢ a Jijel", exclam¨® escandalizado uno de esos taxistas que esperan su turno en uno de los accesos del hotel Saint George, en Argel. Es el fort¨ªn m¨¢s lujoso, y por ahora inexpugnable, de la violencia integrista, donde se atrincheran los supervivientes de la colonia extranjera y algunos miembros destacados y adinerados de la nomenklatura argelina.
Para llegar hasta Jijel por carretera es inevitable buscar un veh¨ªculo de alquiler en el Basti¨®n, una especie de zoco del transporte, situado junto a la estaci¨®n central de Argel.
Luego, con el coraz¨®n atenazado por el miedo, generado por la pol¨ªtica oficial del silencio y por la propaganda islamista, no queda m¨¢s que esperar y dejarse llevar. Al otro lado de la ventanilla del taxi desfilan la carretera y las primeras poblaciones de la Lajdaria, otro feudo de la guerrilla isl¨¢mica. En esta antigua Palestro, seg¨²n fue bautizada durante la ¨¦poca colonial francesa, los ni?os en edad escolar hacen cola desde primera hora de la ma?ana ante los comercios para lograr una bolsa de leche o una barra de pan. No son a¨²n las ocho de la ma?ana. Es la misma escasez que se constata a diario en las calles de la capital, pero que en estos pueblos deshilvanados parece m¨¢s s¨®rdida y miserable.
Hay que desviarse antes de llegar a Tizi Uzu, la capital de la Kabilia, dirigirse hacia el norte hasta Bejaia y pasar uno a uno los controles de seguridad constituidos en la mayor¨ªa de los casos por fuerzas conjuntas de la Gendarmer¨ªa y del Ej¨¦rcito, que se refugian del sol a la sombra de los veh¨ªculos blindados.
Algunos expertos aseguran que cuando se llega a uno de estos puntos de control hay que observar enseguida sus pies y ver exactamente cu¨¢l es su tipo de calzado. ?sta es una de las pruebas que permite diferencia r a las verdaderas fuerzas policiales de los falsos controles de los comandos islamistas, que pueden aparecer en cualquier momento y desaparecer tras haber cometido un atentado. Otros afirman, sin embargo, que hay que observar las armas y constatar si todas son id¨¦nticas y pertenecen a la misma marca, o si, por el contrario, son la suma de diferentes razias colgadas de diferentes hombros. En este ¨²ltimo, caso, lo m¨¢s aconsejable es empezar a rezar.
Cuando se comienza a respirar los primeros aires del mar y a sentir el olor a pescado, es que se ha llegado ya a Bejaia. Es la primera ciudad balneario, una especie de estaci¨®n-refugio, donde los veraneantes, sin separaci¨®n de sexo, pueden a¨²n ba?arse con tranquilidad, beber alcohol en algunos bares y hacer camping entre los ¨¢rboles. Toda esta regi¨®n constituye una frontera invisible que separa la intranquilidad del miedo. Es justo en este lugar cuando empieza lo peor; los ¨²ltimos 96 kil¨®metros que quedan entre la poblaci¨®n estival y la ciudad de Jijel.
Es la carretera del p¨¢nico. Aseguran que es tierra de nadie. La ruta es estrecha. Por un lado, el precipicio hacia el mar. En el otro, la monta?a. Apostados en cualquier rinc¨®n permanecen los j¨®venes parados, observando los coches. Son como los hitistas o aguantamuros de Argel, inexpresivos y silenciosos, pero capaces en cualquier momento de convertirse en carne de ca?¨®n de no importa qu¨¦ protesta popular. Es imposible no preguntarse si no ser¨¢n ellos los guerrilleros.
La comisa de la Kabilia es la ruta obligada hacia un paraje inquietante, donde se mezclan las playas v¨ªrgenes, las rocas torturadas las cuevas inexploradas y la vegetaci¨®n hasta el mar. En el interior, las monta?as y los bosques. All¨ª dicen que se esconde el maquis integrista capitaneado por Achir Reduane, un joven ex imam de la mezquita, de Sunna, en el barrio capitalino de Bab el Oued. Es el supuesto responsable de un atentado con bomba en una comisar¨ªa cercana a la central de Correos, en pleno centro de Argel, y en la sede de la televisi¨®n oficial. Seg¨²n algunos, Reduane es el emir regional de un verdadero ej¨¦rcito de militantes del Movimiento Isl¨¢mico Armado, fusionado desde el pasado mes de mayo con el Grupo Isl¨¢mico Armado.
Seg¨²n Hamed, convertido a la vez en gu¨ªa-interprete-conductor, nadie se atreve desde hace dos a?os a ba?arse en alguna de estas calas por temor a las amenazas de los integristas, que siempre se han mostrado opuestos a cualquier pol¨ªtica tur¨ªstica. Por ello, quiz¨¢s, las playas aparecen hoy desiertas y quiz¨¢s se deba tambi¨¦n a ello el asalto a alg¨²n que otro hotel y que sean muy contados los veraneantes, incluso nacionales, que se aventuran por la zona. Por si no fuera esto suficiente, en ocasiones los militantes islamistas descienden hasta la carretera, efect¨²an operaciones rel¨¢mpago, interrumpen durante escasos minutos el tr¨¢fico, asaltan los veh¨ªculos, asesinan a los soldados o a los funcionarios y se pierden en el paisaje antes de que puedan llegar las fuerzas de seguridad, acuarteladas en los extremos de la carretera.
A mitad del trayecto, en el kil¨®metro 58, en el t¨¦rmino municipal de Ziam, est¨¢n las Grutas Maravillosas. Cerca est¨¢ la bah¨ªa de Dar el Oued y el parque nacional del mismo nombre. Es un paraje siniestro. Es un cruce de caminos. Fue all¨ª d¨®nde el 18 de mayo fue asaltado una caravana, compuesta por un autob¨²s que transportaba a 25 ciudadanos rusos que trabajaban en la central t¨¦rmica de Jijel, que marchaban escoltados por dos camiones repletos de militares. En el incidente fueron asesinados tres extranjeros, heridos otros siete y abatidos ocho soldados.
Pero en esta carretera ha muerto mucha m¨¢s gente. Los vecinos de Jijel aseguran que desde el 1 de agosto de 1993, en que muri¨® asesinado un funcionario de la wilaya, Gobierno provincial, que se encontraba sentado en la terraza de un bar en la capital, se han producido en esta carretera al menos una treintena de asesinatos. En su mayor¨ªa, soldados de permiso que volv¨ªan a sus cuarteles, vestidos de paisano, pero a los que delataron sus papeles y documentos. Contin¨²an afirmando que otros muchos combatientes del antiguo Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional -ALN- han sido amenzados de muerte, y que los propios campesinos est¨¢n sometidos al control y al saqueo constante y que han iniciado un progresivo reagrupamiento en las ciudades.
Jijel capital, una ciudad de 100.000 habitantes, se ha convertido en el ¨²ltimo refugio. Asediados por el miedo, los vecinos volvieron a temblar hace poco m¨¢s de una semana, cuando siete marinos italianos, pertenecientes a la dotaci¨®n del Luciana, fueron degollados mientras dorm¨ªan en sus camarotes. El puerto de Gengen, a pocos kil¨®metros de la ciudad, escenario del crimen, est¨¢ ya sentenciado y se ha convertido en un lugar inseguro. Lo afirma con rotundidad el jefe de polic¨ªa de la wilaya: "No se le ocurra ir hasta all¨ª, puede usted ser asesinado. Haga el favor de no moverse del casco de la ciudad. Jijel s¨ª es un lugar seguro".
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