Indecorosos e impresentables

JOAQU?N VIDAL Los novillos eran indecorosos, e impresentables quienes los autorizaron. Vale decirlo al rev¨¦s: los novillos eran impresentables, e indecorosos quienes aprobaron su salida al ruedo. Impresentables: que no se pueden presentar en p¨²blico, menos a¨²n. a la familia, sin provocar sentimientos de culpabilidad, bochorno, verg¨¹enza ajena; indecorosos: que no tienen decoro, a lo mejor ni lo conocen, y Liasta, puede que les traiga sin cuidado. Ande yo caliente y r¨ªase la gente; que digan: mientras no hagan ... ; a burro muerto, la cebada al rabo.

M¨²ltiples frases y f¨®rmulas hay pata disimular la trampa y el cart¨®n para eludir responsabilidades, para escapar a las normas disciplinarias. He aqu¨ª el caso, sin ir m¨¢s lejos: en el coso valenciano no hubo ni una sola protesta por el atropello que se estuvo cometiendo all¨ª con aquel los novillos impresentables, los cuatro primeros sin tipo, sin fuerza, sin cornamenta, sospechosos de manipulaci¨®n. Y los propios novillos tampoco pueden servir como testigos de cargo ni de nada, pues a estas horas ya est¨¢n muertos y tal vez comidos.

Alg¨²n toro listo y de los que no perdonan acudir¨¢ el d¨ªa menos pensado al juzgado de guardia para denunciar c¨®mo fue conducido en siniestro caj¨®n a la plaza, que le aserraron y luego le limaron, qu¨¦ le dieron de comer o de beber, qui¨¦n le meti¨® un chute en vena dej¨¢ndolo en una nube, turulato y ajeno a las procelosas realidades de la vida., Todo se andar¨¢, cualquier cosa puede suceder...

Cre¨ªan los padres de la Tauromaquia, sin ir m¨¢s lejos, que hab¨ªan concebido una fiesta brava y bella, hecha de arte, de genialidad y de majeza, cuyos valores ser¨ªan inamovibles, y estaban absolutamente equivocados, pues ese admirable invento ha acabado transform¨¢ndose en un grosero circo carente de emoci¨®n y de grandeza, m¨¢s falso que Judas y de un aburrimiento mortal.

Paradigma de semejante engendro fue la funci¨®n de Valencia, por los novillos indecorosos e impresentables, y tambi¨¦n por la forma de torearlos. Pasados por las armas -que bland¨ªan malcarados individuos tocados de castore?o-, irrump¨ªan luego unos diestros de torer¨ªa nula y se dedicaban a ensayar posturas delante de sus inofensivas cabecitas.

Javier Conde extrem¨® la pinturer¨ªa mas la realidad era que daba el paso atr¨¢s al rematar las suertes y se aliviaba abusivamente con el pico. Ahora bien, una cosa trae la otra: cuando el torero pierde terreno, el siguiente muletazo ha de darlo con el pico y el toro viaja as¨ª por la lejan¨ªa.

Similar mec¨¢nica emple¨® Javier Rodr¨ªguez, aunque este torero estuvo muy animoso, cuaj¨® algunos buenos pases y se gan¨® a la galer¨ªa perpetrando alardes tremendistas con los novillitos inocentes. Y, en fin, Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez mulete¨® compuesto a un cornudillo atontado que parec¨ªa oveja, y en cambio no pudo con otro de trap¨ªo y cierto genio. Un s¨ªntoma preocupante en quien est¨¢ a las puertas de la alternativa. Pero suele suceder: mientras los taurinos sigan echando borregas mochas a los novilleros y la autoridad incompetente permitiendo el fraude, no habr¨¢ fiesta, ni emoci¨®n, ni decencia, ni toreros recios capaces de ponerse delante de un toro verdadero y decirle: aqu¨ª te espero.