La met¨¢fora cl¨ªnica
Parece volver el viejo estilo de ilustrar las cuestiones pol¨ªticas con met¨¢foras m¨¦dicas. A lo largo de estos meses se ha dejado sentir con particular intensidad. Por la magia de la ret¨®rica algunos de nuestros problemas colectivos han quedado convertidos en supuestos de medicina pr¨¢ctica: se diagnostica la enfermedad, se aventura la terapia, y se ofrece uno como el m¨¦dico m¨¢s id¨®neo. Aunque eso que llamamos sociedad, econom¨ªa o pol¨ªtica sean cosas que no se parecen en nada a los organismos biol¨®gicos conocidos, hay sin embargo muchos que no dudan en aseverar que se encuentran alarmantemente enfermos. Suele tratarse adem¨¢s de enfermedades epid¨¦micas. Deber¨ªa resultar evidente que la mayor¨ªa de estas peroratas son producto del oportunismo pol¨ªtico o, en nuestro caso, del viejo arbitrismo hispano. Pero los episodios que hemos vivido estos meses no invitan a tenerlas por inocentes. Se me dir¨¢, con raz¨®n, que medicina y pol¨ªtica han sido invocadas juntamente a lo largo de la historia con los prop¨®sitos m¨¢s diversos, algunos de ellos perfectamente aceptables. El m¨®vil que impulsa a Plat¨®n a comparar los legisladores con los m¨¦dicos no es el mismo que el que lleva al arbitrista a pedir amputaciones y cirug¨ªas sociales. Y no puede compararse tranquilamente un simple recurso literario, por gastado que est¨¦, con una argumentaci¨®n pol¨ªtica capciosa. De acuerdo, pero a pesar de todo sigo pensando que debemos tener cuidado con la met¨¢fora cl¨ªnica. Tratar¨¦ de explicar por qu¨¦.El reparo m¨¢s evidente y m¨¢s viejo es el que se ha hecho desde siempre a la consabida invocaci¨®n a la cirug¨ªa. "Medidas quir¨²rgicas" es expresi¨®n muy querida por el autoritarismo incontrolado: "Cortar por lo sano" es su operaci¨®n favorita. Y "extirpar": siempre encuentra algo que extirpar. Pero estas connotaciones son tan toscas y evidentes como para no resultar especialmente inquietantes. Se delatan tan claramente que pierden su condici¨®n de peligro. Hay, por el contrario, otras implicaciones calladas cuya labor de zapa se me antoja mucho m¨¢s alarmante. La primera de ellas es una imperceptible inclinaci¨®n del ciudadano a abandonar su propio criterio. Es el equivalente pol¨ªtico de la actitud pasiva que preside el trato m¨¦dico-enfermo. Igual que el paciente suele renunciar a su juicio y quedar inerme en manos de su m¨¦dico, se dan en estos asuntos vidriosos una enajenaci¨®n del papel del ciudadano en la b¨²squeda y control de las posibles soluciones. La segunda implicaci¨®n inconveniente es la transmisi¨®n generalizada de una extra?a e inconsciente sensaci¨®n de vivir en un medio ambiente con riesgo de contagio. No se logra con ello despertar en la gente cautelas razonables; m¨¢s bien se alientan desconfianzas, miedos y neurosis que lesionan el tejido social y provocan recelos intensos. Una sociedad as¨ª incomunicada y medrosa es entonces una sociedad a merced del galeno de turno. La tercera trampa que se nos tiende con la met¨¢fora cl¨ªnica es una caracter¨ªstica inclinaci¨®n a suponer que cualquier medida est¨¢ justificada de antemano por la presunta urgencia y gravedad del mal. No hay que andarse con pa?os calientes. El poder del curandero se ejerce entonces sin l¨ªmites, y las garant¨ªas del ciudadano se pierden en la subasta de los gritos y las recetas. Cualquier persona de la que se recele es tratada entonces como si fuera un virus o una p¨²stula..
Pues bien, la corrupci¨®n pol¨ªtica es como la enfermedad en un sentido metaf¨®rico muy preciso y deplorable: en el sentido de que tampoco ella lograr¨¢ nunca ser erradicada del todo y seguir¨¢ desafi¨¢ndonos permanentemente. En lo dem¨¢s no es ninguna enfermedad. Al tratarla como tal s¨®lo vamos a provocar entre los espa?oles tres actitudes que acabaremos lamentando: Los veremos abandonar su juicio a quien m¨¢s voces d¨¦ y m¨¢s aspavientos haga, los veremos mirar como una lepra a toda pol¨ªtica y a todo pol¨ªtico y los veremos -ya los hemos visto- regodearse en indecentes linchamientos p¨²blicos ayunos no s¨®lo de toda garant¨ªa individual. sino tambi¨¦n de cualquier buen gusto. Para conseguir esta haza?a llevan alg¨²n tiempo unidos en ¨ªntimo comercio cierta forma de hacer pol¨ªtica y cierta forma de hacer periodismo. Esperemos que semejante apareamiento no se prolongue mucho y, en todo caso, que no deje entre nosotros demasiada descendencia.
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