Sufridos cuernos
La vaquilla del aguardiente fue m¨¢s peligrosa para el astado que para los mozos
Una becerra sale al ruedo y los mozos tienen que sortearla para llegar a un quiosco instalado en el centro y beberse un vasito de orujo. En eso consiste la fiesta de la vaquilla del aguardiente, tradici¨®n que se celebra en unos pocos municipios madrile?os. En Colmenarejo -2.708 habitantes en invierno, casi 10.000 en verano-, la dificultad se incrementar¨ªa por lo avanzado de la hora -las tres de la madrugada-. Pero, por lo visto, en la madrugada de ayer, la teor¨ªa tiene poco que ver con la realidad.Peligro, escaso, y si acaso, para las becerras. Los mozos, ya mamados en su inmensa mayor¨ªa, m¨¢s que correr hacia el quiosco lo que hac¨ªan era incordiar a tres vaquillas -esquel¨¦ticas, desorientadas- a las que se sacaba por turnos a la arena de un coso desmontable, durante un par de horas. Uno las toreaba con una manta; otro las agarraba por la cornamenta; un tercero las golpeaba en la cabeza con un martillo de pl¨¢stico. A¨²n as¨ª, el alcalde, el socialista Benito Elvira Garc¨ªa, de 57 a?os, insist¨ªa: "A los animales no se les maltrata".
El tama?o de los astados -de entre 150 y 200 kilos- tampoco contribu¨ªa a a?adir proporciones ¨¦picas al asunto. Y daba argumentos para el proverbial pique entre localidades vecinas. "En mi pueblo, Galapagar, sacan 14 o 15 vaquillas, y no tres", protestaba Francisco Javier Ja¨¦n, de 22 a?os. "Y, adem¨¢s, las de aqu¨ª son muy peque?as, para cr¨ªos", a?ad¨ªa.
Revolcones -literalmente hubo cuatro y ninguno grave. El dispositivo de la Cruz Roja de Galapagar -un quir¨®fano m¨®vil y dos ambulancias- qued¨® infrautilizado. El peor parado fue un chaval que se estamp¨® contra una de las becerras. Resultado: tabique nasal roto. Mientras sus colegas le acompa?aban a El Escorial para ser atendido, otra de las v¨ªctimas, Rafael Abril, de 21 a?os, se part¨ªa de risa flanqueado, como un ciclista vencedor, por dos chicas guapas -su novia y su hermana- "S¨®lo tengo un rasponazo en una ceja y alg¨²n morat¨®n", explicaba, "ni se me han ca¨ªdo las lentillas". Y eso que, despu¨¦s de que una vaquilla le embistiera, se hab¨ªa quedado tieso como un muerto, con el consiguiente susto para las casi 2.000 personas que abarrotaban el coso. "Se qued¨® quieto del pedo que llevaba", aclaraba un miembro de la Cruz Roja.
La cogida m¨¢s espectacular fue la que sufri¨® P¨¢co L¨®pez Mojeda, de 18 a?os, al que la vaquilla de mayor cornamenta salud¨® efusivamente al salir del toril. "Pero no me ha hecho nada", afirmaba el chaval, "s¨®lo un aboll¨®n en un brazo y unas raspaduras". "Esto est¨¢ m¨¢s tranquilo que una noche de s¨¢bado normal", rumiaba un enfermero de la Cruz Roja con cara de aburrido.
Al final, como cada a?o desde que en 1979 el actual alcalde -lleva cuatro legislaturas- organizara la primera de estas capeas nocturnas, la gente comenz¨® a retirarse, sobre las cinco. Unos a dormir; otros, a seguir la fiesta hasta empalmar con el encierro de las 10.30. Todos hab¨ªan cumplido con sus papeles, que, como en la vida, se divid¨ªan en tres categor¨ªas: los que miran -la mayor¨ªa-, los que act¨²an y los que fingen actuar -aquellos que se encaramaban en los burladeros o en el quiosco y -saltaban a la arena cuando la vaca estaba en la otra punta.
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