Rosa
Un mero gesto de la mano doblando la s¨¢bana y sabemos de la presencia del m¨¢s all¨¢ en el ahora de Rosa. De ni?a rezaba para apartar los temores: el demonio, el incendio, los leones... Y cada oraci¨®n era un pliegue en el rebozo. Pero al instante las manos se detienen, sonr¨ªe, habla de un art¨ªculo que quiere escribir para EL PA?S sobre los peligros de la libertad. ?sta es la Rosa del 19 de junio de 1994. Su cara equilibrada, hermosa como siempre, su gran energ¨ªa presente, su mirada afectuosa.De pronto la veo como la primera vez, en el a?o 1972, en el aeropuerto, rodeada da gente joven que ha ido a despedirla. Yo estoy all¨ª casi por azar, llevada por un amigo. Cuando todo el mundo desaparece nos quedamos solas y hablamos. Hablamos hasta que parte el avi¨®n. Y hablamos de un tema inusitado: Dios. El rostro del a?o 1972 as m¨¢s severo, pero la intensidad, la pasi¨®n de sus palabras no se ha modificado. Acaso radica en eso la amistad que surge ya en aquel momento: en la pasi¨®n de cuanto decimos. No hablamos por hablar, eso no sabemos hacerlo, lo que decimos es lo que somos. Muchas veces, a medida que hablamos, descubrimos lo que somos. Por ello, m¨¢s adelante, cuando nuestra amistad se va afianzando, hay momentos de silencio, un silencio compartido que es tambi¨¦n la comprensi¨®n compartida de determinados abismos.
Saber del silencio y de la palabra exacta, una sabidur¨ªa nacida de la experiencia y una experiencia que ha incluido en todo momento la raz¨®n, ¨¦sta es Rosa. Y esto se detecta ya en lo que pensaba de ni?a, lo que observaba y analizaba antes incluso de los diez a?os: todo era vivo, emocional y racional a un tiempo. A veces se trata del goce de un veraneo en el campo de Rodilana, de ¨¦l dice: "Yo estaba all¨ª tocando lo mismo que hab¨ªan tocado los que describ¨ªan para¨ªsos( ... ). Lo que ten¨ªa de milagroso -de m¨¢gico- aquella realidad era que toda fantas¨ªa quedaba abolida". Habla de ello en Desde el amanecer, y tambi¨¦n de aquella "fe adhesiva, algo as¨ª como la cohesi¨®n de la materia", que fund¨ªa sus reacciones con determinadas ideas "por fidelidad a una palabra", lo que la llevaba, por ejemplo, al deseo de "comer coraz¨®n", dado que un¨ªa todo "lo que situaba en el coraz¨®n, la sede del valor, de la hombr¨ªa, de la nobleza" al dicho "lo que se come, se cr¨ªa". Tambi¨¦n en este libro se refer¨ªa a su "deleite" infantil ante "la realidad geom¨¦trica", de la semilla, del girasol o de la dalia, lo que es imagen de su inter¨¦s por todo lo cient¨ªfico, o de su rubor ante el mal empleo, por su parte, de una palabra, que acechaba incluso sus fantas¨ªas: imaginaba un hada que, al comprobar que los peces eran sus s¨²bditos, dec¨ªa: "Tropiezo un boquer¨®n y al punto salta", y comenta: "Si, mentalmente trataba de sustituir tropiezo por toco, la frase se desarmaba, perd¨ªa todo su poder. Pero mi empe?o en corregirla me llevaba a pensar en ella durante todo el d¨ªa".
Pensar todo el d¨ªa, y pensar viendo, tocando, oliendo... Y por la noche enfrentarse a la oscuridad y a los terrores, rezar y hacer un pliegue en la s¨¢bana: "No puedo saber de d¨®nde proven¨ªa el terror de las fieras y su frecuente aparici¨®n en mis sue?os. Lo m¨¢s raro' es que, en la vigilia, la imagen de las fieras era siempre simp¨¢tica ( ... ). Hoy, desde aqu¨ª, veo que la fiera era la muerte: era la acechante, la que de pronto aparece y o nos come o pasa".
Un d¨ªa, recordando aquella primera conversaci¨®n nuestra, pregunt¨¦ a Rosa: "?C¨®mo puedes amar a Dios si no puedes definirlo, ni acercarte a ¨¦l? ?Qu¨¦ es lo que amas cuando dices que amas a Dios?". "Esa es la cosa" me contest¨® tras un momento de reflexi¨®n, "el decirlo as¨ª, esto ya es poes¨ªa, eso se ha inventado despu¨¦s, pero en el fondo es. la vida, lo que amas es la vida". ?Qui¨¦n, de su interior, espont¨¢neamente, es capaz de dar una' respuesta tan real, tan verdadera? Rosa, cuya palabra, a¨²n m¨¢s profunda de lo que aparenta, es una lecci¨®n cotidiana. Yo la escucho y la incorporo; comparto su deseo de "comer coraz¨®n".
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