Barenboim y Chereau sientan c¨¢tedra en Salzburgo con un excelente 'Don Juan'
El montaje es una meditaci¨®n moderna y cl¨¢sica sobre lo masculino y lo femenino
No ocurre nada parecido con ninguna otra ¨®pera. Don Juan levanta siempre unas enormes expectativas. Cuando en 1987 Muti y StrehIer inauguraron la temporada de La Scala con este t¨ªtulo mozartiano, la prensa italiana lo anunciaba como el Don Juan del siglo. Otras propuestas corno la de Peter Sellars dieron la vuelta al mundo con una traslaci¨®n a un mundo de punkis, heroin¨®manos y traficantes de droga. Era una audacia, evidentemente, que funcionaba en su lado anecd¨®tico, pero que se perd¨ªa en la parte metaf¨ªsica. ?Y Chereau?
La inc¨®gnita era qu¨¦ har¨ªa el gran Chereau, capaz de revolucionar en su d¨ªa hasta el mism¨ªsimo Anillo del Nibelungo en Bayreuth. Decenas de j¨®venes y menos j¨®venes con letreros de "Suche Karte" reclamaban una posible entrada, en la Hofftallgasse, abri¨¦ndose un hueco entre los centenares de curiosos, fot¨®grafos y c¨¢maras de televisi¨®n que acud¨ªan a presenciar la mayor concentraci¨®n de alta 'Costura, modelos ex¨®ticos y pedrer¨ªa que se puede ver en el mundo de la ¨®pera. No hab¨ªa reventa. ?Para qu¨¦? Nadie quer¨ªa perderse el acontecimiento. Algunos, como el pol¨ªtico alem¨¢n Richard von Weizsacher eran ovacionados por la multitud al descender de su coche.Muerte y energ¨ªa vital
Cuando Barenboim enfil¨® ayer los primeros compases de la obertura ya nos dimos cuenta. que ¨ªbamos a tener un Don Juan profundo, con el sentido de la muerte continuamente presente, lleno de energ¨ªa vital, pero tambi¨¦n de carga trascendente. Barenboim est¨¢ en estado de gracia y dirigi¨® a la Filarm¨®nica de Viena con mil detalles y sutilezas propias de gran maestro, identificado totalmente con Chereau, y haciendo estallar la orquesta en la escena del Comendador con una fuerza impresionante, casi demoniaca, en el ¨²nico momento en que la escena perd¨ªa la geometr¨ªa.
Era la unidad conceptual que Chereau reclamaba. La es cenografia, elegante, lineal, con espacios por donde entraba la luz y otros abiertos al misterio, era una mezcla de clasicismo y modernidad, un muestrario de sugereficias arquitect¨®nicas en focadas a conseguir una unidad que parec¨ªa imposible de resolver. El marco era atemporal y est¨¦ticamente bello, pero sin complacencia.
Chereau resalt¨® continuamente la diferencia entre lo masculino y lo femenino. Las tres mujeres, podr¨ªan ser tres variantes de lo femenino: la vitalidad juvenil de Zerlina, el alma en pena, de Do?a Elvira, la rigidez de Do?a Ana. Todas se buscan a ellas mismas y a Don Juan, como Don Juan busca la inmortalidad y el poder. Al final cada uno sigue su camino porque la m¨²sica, no pretende m¨¢s. Con la ayuda de un magn¨ªfico vestuario y una estupenda iluminaci¨®n, Chereau da una lecci¨®in de c¨®mo se debe dirigir una opera: cada movimiento, cada composici¨®n de grupos, cada gesto, cada escena, est¨¢ en funci¨®n de la m¨²sica.
Fue tambi¨¦n la gran noche de los cantantes de la ¨²ltima generaci¨®n. Bryn Terfel (Leporello), Cecilia Bartoli (Zerlina) y Peter Seifferi (Don Ottavio) fueron las mejores voces de la representaci¨®n. Catherine Malfitano compuso una Do?a Elvira con talante de inmensa actriz, superando la tendencia dram¨¢tica de su vez por una gran profesionalidad que tuvo su mejor muestra en la dif¨ªcil aria Mi tradi.
Un p¨²blico que apoya con 10 minutos de aplausos, reloj en mano, este espect¨¢culo, tras ovacionar ayer la audaz propuesta esc¨¦nica para La carrera del libertino de Stravinski, es un p¨²blico receptivo a las tendencias esc¨¦nicas m¨¢s variadas. G¨¦rard Mortier ha conseguido cambiar la sensibilidad del Festival de Salzburgo. Nunca se lo agradeceremos lo suficiente.
La emoci¨®n de la palabra
El Festival de Salzburgo no solamente extiende su programaci¨®n a las ¨®peras y conciertos. Tambi¨¦n tiene una importante oferta de teatro, con Shakespeare como base, pero en la que entran desde Pirandello hasta Botho Strauss. Grandes int¨¦rpretes -Bruno Ganz, Edith Clever- y grandes directores -Stein, Ronconi, Bondy- se dan cita en realzar los valores intr¨ªnsecos de la emoci¨®n a trav¨¦s del texto.Peter Stein dirige Antonio y Cleopatra, en las antiguas caballerizas. El p¨²blico que abarrota, d¨ªa a d¨ªa la sala vibra con su espl¨¦ndida lecci¨®n de teatro. Todo est¨¢ al servicio de la obra de Shakespeare. La visi¨®n cuidadosa, clara; el movimiento, limpio y limitado a lo necesario; el espacio desnudo, con los objetos justos de ambientaci¨®n, para que los personajes transmitan con fuerza sus pasiones con la sensibilidad y la tensi¨®n propias de cada situaci¨®n.
La m¨²sica, sobria, se limita a peque?os apuntes de trompeta, flauta o arpa de mano. La iluminaci¨®n, en gran medida natural, favorece la comunicaci¨®n directa; a veces, se complementa con el claroscuro en las escenas de interiores, reforzando los efectos. El ritmo, la continuidad de las escenas, el gesto hasta el l¨ªmite de la entrega pero sin llegar al histrionismo desfigurador, todo est¨¢ en su sitio. Parece sencillo, pero no lo es. Stein nos devuelve a unas sensaciones teatrales antiguas, con una clarividencia y una sabidur¨ªa asombrosas. Est¨¢ espl¨¦ndida Edith Clever y est¨¢ espl¨¦ndida toda la compa?¨ªa: lo que importa es el conjunto, la facilidad con que llegan las palabras de Shakespeare. El juego de pasiones y poder de Antonio y Cleopatra se beneficia as¨ª de una intensidad dram¨¢tica que lo vuelve actual. Por ello, no es extra?o que en el intermedio los soldados romanos est¨¦n por los pasillos con unas cestos de mimbre pidiendo ayuda econ¨®mica en solidaridad con Ruanda. La tragedia del teatro se contin¨²a en la tragedia de todos los d¨ªas.
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