Biarritz: Eugenia
El capricho, en ocasiones, es la frontera que separa el bien y el mal...Por puro capricho hemos asentado aqu¨ª, en Le Palais, para echar a andar nuestra vuelta. Le Palais se alimenta de elegancia; Le Palais es un romance entre el lujo y la poes¨ªa. Cuando ten¨ªa nueve a?os Eugenia de Montijo, en 1835, su madre, la condesa de Montijo, la acompa?¨® durante sus vacaciones en estos parajes; y se enamor¨® de lo que iba a ser el Biarritz Reina de Playas y Playa de Reyes. Pas¨® un cuarto de siglo escaso y un d¨ªa Napole¨®n III se volvi¨® tarumba por Eugenia, que le hizo pasear hasta una colina arenosa adorable. Transcurrieron diez meses, en 1855, y el capricho de la pareja se convirti¨® en el palacio, Villa Eugenia; y cada verano, la reina Isabel de Espa?a, Leopoldo II de B¨¦lgica, Merim¨¦e, el ilustre Bismark que, por entonces, viv¨ªa enco?ado con la deliciosa princesa Orloff, y todo lo coronado de aquella Europa, eran la corte de los festejos, fastos y diversiones inspirados por el amor Eugenia/Napole¨®n.
En 1893, la villa se reconvirti¨® en el Hotel Du Palais. Y m¨¢s fiesta. Era "la Belle Epoque" y sus encantos y su rosario de pr¨ªncipes y personajes de alta alcurnia y otros pelajes, En 1906 Alfonso XIII conoci¨® en El Palais a su futura esposa, la princesa Ana de Battemberg. En 1922 entran en escena "los a?os locos"; Alfonso XIII presidi¨® "el baile segundo Imperio"; y valses, mazurkas, charlest¨®n, tango, rumba, hasta los a?os del jazz con el firmamento de aquel mundo y sus mundillos: Chaplin, Cocteau, Ravel, Hemmingway, Gary Cooper, Sinatra y el s¨ªmbolo de la emoci¨®n/ carne de gallina de la locura de amor: el duque y la duquesa de Windsor.
Y hasta hoy, que entrar en Le Palais es m¨¢s que nunca iniciar un viaje por las avenidas de todas las exquisiteces, del confort; es el hechizo fascinante de la historia; el concierge del lugar, Henri Fucyeux, se extas¨ªa durante unos segundos y desgrana sus palabras letra a letra cual sentencia: "Este hotel ha sabido preservar su alma y, por eso, ya es suyo el futuro con dimensiones de leyenda".
Aqu¨ª, cuando mediaban los a?os ochenta, nos cit¨® una ma?ana, "para desayunar", Domingo Iturbe Abasolo, Txomin, el entonces l¨ªder carism¨¢tico de ETA: "Aqu¨ª nadie imaginar¨¢ que puedo estar yo; y vamos a hablar un poco, pero no me preguntes nada raro, porque estoy seguro de que no se publicar¨¢ nada"; un compa?ero suyo, a modo de guardaespaldas, qued¨® fuera, para prevenir cualquier incidente. Dos a?os m¨¢s tarde, Muguruza, exiliado entonces y encargado de relaciones con la prensa, tambi¨¦n nos cit¨® en el mismo lugar.
Caminamos hacia la terraza/ piscina del Palais; un viejo p¨®ster, amarillento, enmarcado, colgado de una pared, recita el pasado a modo de anuncio de lo que quiso ser y es el Palais desde finales del siglo XIX: "Magn¨ªficos salones de conversaci¨®n y de lectura, feria de placeres, bailes, soir¨¦es, apartamento, mesa de vinos de primer orden, orquesta, juegos y bailes de ni?os, iluminaci¨®n el¨¦ctrica, coches y ¨®mnibus a todas las horas". Desde la terraza que da a la Gran Playa. de Biarritz, no hay pasado ni presente. Lo intuirnos todo, todo es traducible: esta joya no es para el reposo del guerrero; es el fulgor de la vida cuando la vida s¨®lo es ocio. Hay se?oronas sentadas que dir¨ªanse confeccionadas con oro puro; hay ¨¢rabes, hay biquinis que empapelan la castidad y que esconden algo; el agua de la piscina es azul; la copa de champ¨¢n cuesta 1.500 pesetas.
Camino de Euskadi Sur, mentalmente entrevistamos a Eugenia de Montijo y a Napole¨®n III: "Majestades, ?imaginaban su nido de amor y de juerga convertido en hostal de mil estrellas despachando caprichos a Adam Kasoghi?". Eugenia le dijo a Napole¨®n: "Este chico es forastero".
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