Ahogarse en la desesperaci¨®n

Un grito de desesperaci¨®n se ahoga en la huerta murciana. Miles de agricultores se desga?itan exigiendo la llegada del agua que mitigue la sed de una tierra castigada por la sequ¨ªa. Sin embargo, muchos saben que el ¨²ltimo esfuerzo -el suministro de 55 hect¨®metros c¨²bicos del Tajo- es bald¨ªo. Viviendas y fincas hipotecadas, cosechas perdidas y ¨¢rboles arrancados para evitar que absorban el agua necesaria para otros terrenos conforman un panorama desolador"Aqu¨ª va a haber sangre", sentencia Luis, de 60 a?os, due?o de dos hect¨¢reas en Villanueva del R¨ªo Segura, "porque si un hombre pasa hambre, est¨¢ dispuesto a todo". Luis expone sus opiniones, por descabelladas que parezcan: "Hay que subir a los pantanos y pegar un petardazo. As¨ª nos morimos todos".

Todas las ma?anas, desde hace meses, 200 agricultores se congregan al alba, antes de las siete, en la Comunidad de Regantes de Campot¨¦jar para pedir agua. La respuesta es siempre la misma: hoy tampoco. Los regantes buscan una sombra para hablar de sus miserias.

Pedro Carrillo, de 35 a?os y top¨®grafo de profesi¨®n, se instal¨® hace cinco a?os en Archena con el plan de ayudas del Gobierno a j¨®venes agricultores: "Me prestaron dos millones y no puedo devolverlos. Muchos venimos aqu¨ª y formamos una tertulia porque no nos apetece ir a nuestras tierras. Duele demasiado ver morir tus ¨¢rboles sin poder hacer nada. ?Es un asco!".

Un regante de Archena observa el escaso caudal del trasvase y masculla, enrabietado, las calamidades que Murcia ha sufrido las ¨²ltimas semanas: "Primero, nos queman los montes, ahora, los ¨¢rboles se secan. Nuestra huerta se convierte en un solar y la Mart¨ªnez -presidenta de Murcia- no hace nada". "Lo mejor ser¨ªa tirarse al agua, que nos arrastre la corriente y olvidarse de esta vida".

Librilla, municipio de 4.000 habitantes, depende exclusivamente del cultivo de limoneros. Sus dos cooperativas empleaban a 600 personas cada una. Esta semana, no hay trabajo para nadie. Su tierra, que no bebe agua suficiente desde hace un a?o y medio, est¨¢ sedienta y agrietada... Sus acequias s¨®lo contienen telara?as y rastrojos.

El testimonio de Antonio Garc¨ªa Romero, jornalero de 49 a?os, delata a un hombre resignado. Sonr¨ªe cuando habla de su esposa y de sus dos hijos, y tuerce el gesto cuando revela que las 3.800 pesetas que gana por d¨ªa de trabajo apenas le dan para vivir. "Desde ahora, el que tenga perras comer¨¢, el que no, se morir¨¢ de hambre", dice tranquilo.

Francisco P¨¦rez, de 52 a?os, vecino de Molina de Segura, habla sosegadamente: "Yo siempre he vivido con el dinero que me ha dado mi huerta. Este a?o he tenido que trabajar como jornalero para pagar los tres millones que me ha prestado el banco. He hipotecado todo lo que tengo". El a?o pasado vendi¨® 18.000 kilos de melocotones. Esta temporada ha recogido 3.000, pero los ha tirado. "Al regar con aguas residuales y con agua salada", afirma, "los frutos se han podrido o son muy peque?os". El agricultor pronuncia una sentencia angustiosa: "Estoy arruinado. Ni el Gobierno, ni la comunidad comprenden que si la huerta desaparece, Murcia entera se muere".