Pires-Dumay, en la gran musica de c¨¢mara
En recital, en concierto de c¨¢mara o como solista de las grandes orquestas, la pianista portuguesa Mar¨ªa Jo¨¢o Pires constituye uno de los nombres punteros en la interpretaci¨®n contempor¨¢nea. Su actuaci¨®n en el festival de Santander en d¨²o con el violinista franc¨¦s Agust¨ªn Dumay interes¨® y entusiasm¨® a una asistencia que mediaba la gran sala Argenta. Parece raro que no hubiera lleno, trat¨¢ndose de una de las m¨¢s altas convocatorias del presente festival y de una ciudad como Santander, de arraigadas tradiciones cultas y antecedentes musicales nada desde?ables.Con frecuencia, la carrera de Mar¨ªa Jo¨¢o Pires est¨¢ tocad¨¢ por incidencias y aventuras capaces de enriquecer su anecdotario. Esta vez, una de sus maletas, en las que llevaba los materiales musicales, le desapareci¨® en su ir y venir de un pa¨ªs a otro, con lo que hubo modificaciones en el programa que, sin duda, no atentaron contra la calidad y atractivo de la sesi¨®n. Tras la magistral versi¨®n de una de las m¨¢s bellas sonatas de Mozart, que ya escuchamos al d¨²o en Madrid, las Romanzas opus 94, de Schumann, nos dijeron c¨®mo puede pasarse desde el clasicismo vien¨¦s al m¨¢s ¨ªntimo romanticismo alem¨¢n conservando la sutil hermosura de la materia sonora,
Pronto, la Tzigane, de Ravel, rompi¨® el ensimismamiento para damos el gran virtuosismo violin¨ªstico hecho sustancia de pura musicalidad. Aqu¨ª tuvo Agust¨ªn Dumay su gran momento, que el p¨²blico reconoci¨® y premi¨® con largos aplausos. En la segunda parte, la celeb¨¦rrima Sonata de Cesar Franck tuvo lo que yo llamar¨ªa versi¨®n de estreno, pues rara vez pueden estrenarse emociones in¨¦ditas con una partitura mil veces escuchada. Pires-Dumay supieron penetrar hasta la misma entra?a de una m¨²sica cuya maestr¨ªa formal puede ocultar, a veces, un caudal efusivo no por comedido o controlado menos real.
Fantas¨ªa, rigor, riqueza din¨¢mica, tensi¨®n cantabile y una maravillosa simplicidad al exponer el can¨®nico movimiento final ganaron a todos hasta convertirnos en oyentes activos, en coparticipantes de un arte puro, noble y sensible.
No hay que decir que las propinas resultaron obligadas y que tras ellas se multiplicaron las ovaciones. Y algo m¨¢s significativo que ovaciones pod¨ªa detectarse en la reacci¨®n de los asistentes: la certeza de haber gozado de uno de esos raros momentos en los que el milagro de la aut¨¦ntica m¨²sica se produce con una fuerza de penetraci¨®n irresistible.
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