"Aqu¨ª estamos tan refugiados como ellos"
La ayuda espa?ola a la tragedia ruandesa tiene muchos nombres, muchas caras, muchas l¨¢grimas secretas. La palabra Buhimba puede resumirlo todo. En Buhimba, a unos 25 kil¨®metros de Goma, acaba de instalarse un orfanato gracias al impulso ¨¦spa?ol Dentro de la inmensa porquer¨ªa, de la mortal ponzo?a que ha anegado la regi¨®n del Alto, Kivu, Buhimba es un lugar pulcro, decente, donde la pena a¨²n puede aspirar a ser limpia. Los primeros 220 ni?os, de entre cuatro y 15 a?os, ya est¨¢n instalados en las tiendas blancas de Unicef. En poco tiempo ser¨¢n 2.000.Dos hermanas de la caridad cuidan, desinfectan, alimentan y sonr¨ªen a las, m¨¢s peque?as v¨ªctimas del desastre de Ruanda. "Aqu¨ª- estamos tan refugiados como ellos", dice la hermana Amparo G¨®mez, sonriente, falta de manos para tantas cabezas a acariciar. Sor Amparo estuvo 15 a?os en Ruanda y form¨® parte del ¨¦xodo hutu. Ahora vive en una de las tiendas de Buhimba, un descampado volc¨¢nico bajo un sol inclemente, humanizado por el esfuerzo de un pu?ado de h¨¦roes. Sor Amparo" que tiene un car¨¢cter de a¨²pa, le pasa una lista a Jes¨²s J¨¢uregui, de C¨¢ritas: "Necesitamos todo esto, t¨² consigue lo que puedas". Pantalones, cuencos, ollas, sorgo, alubias... Hace falta de todo, y J¨¢uregui dice que s¨ª, que har¨¢ lo posible.
El padre Gabriel Serrano, un veterano de Goma, vive ahora en Brazzaville, pero se ha cogido vacaciones y ha venido a ayudar. "Esto es lo del sabio y las hierbas. Yo pensaba que en Brazzaville est¨¢bamos muy mal, pero no hay nada comparable con esto", musita. Marta Darder, una farmac¨¦utica madrile?a de 27 a?os, reci¨¦n llegada a Goma con otros tres espa?oles de Farmac¨¦uticos Sin Fronteras, inspecciona el exiguo almac¨¦n y hace una relaci¨®n de necesidades. 'Tendr¨¦is toda la ayuda que podamos dar, y aun m¨¢s", promete Juan ?ngel Bartolom¨¦, el coordinador sobre el terreno de la agencia espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional, tan emocionado como cualquiera.
Pasa el pobrecito loco, y todo el mundo calla. El loco no tiene nombre ni palabras. Arrastra sus cuatro o cinco a?itos por el pol vo volc¨¢nico y va dando golpes con un palo. No reacciona ni puede explicar su angustia. El pobrecito loco, un subnormal, tendr¨¢ que irse a otro orfanato con su palo, sus harapos, sus moscos y sus moscas. Aqu¨ª es un problema para los dem¨¢s ni?os, que bastante tienen con lo suyo. As¨ª son las cosas en Goma.
Hay que concentrarse en otros cr¨ªos, como ?ngel, de la misma edad que el loco. A ?ngel le revent¨® una granada bajo el vientre, y un m¨¦dico, en alguna parte, no pudo retirar toda la metralla. Queda metal en su cuerpo, y el costur¨®n del cirujano, del cuello hasta el pubis, est¨¢ hinchado e infectado. Juan ?ngel Bartolom¨¦, que es m¨¦dico, examina la cicatriz. "Debe sufrir much¨ªsimo", murmura, y el ni?o, en su delirio de fiebre, sigue andando en tomo a las tiendas.
Los cr¨ªos mayores lavan a los m¨¢s peque?os, mientras tres obreros zaire?os se desuellan las manos cavando una letrina en la roca volc¨¢nica, y un t¨¦cnico alem¨¢n prepara un dep¨®sito de agua. Un cocinero ruand¨¦s prepara el rancho del d¨ªa en un gran bid¨®n de combustible: lentejas hervidas en agua, una comida que no entusiasma a los chavales. "Les gusta m¨¢s el sorgo, pero de eso no hay", explica sor Juliana, de camino a la tienda de los enfermos.
En la penumbra de la tienda est¨¢n el c¨®lera, la disenter¨ªa y, agazapada en un rinc¨®n, la muerte. "Y aun as¨ª, a ¨¦stos les ha tocado la loter¨ªa", dice Bartolom¨¦. Quien haya estado en los pudrideros masivos de Katale o Kibumba, donde agonizan 750.000 almas, sabe que es cierto.
En Buhimba se habla espa?ol, y el esfuerzo, las medicinas y el dinero vienen de Espa?a, pero a Jes¨²s J¨¢uregui no le gustan "los protagonistas nacionales. Yo soy de C¨¢ritas Internacional", dice, "y, cualquiera de nosotros es una persona que intenta. ayudar a otras. Con eso basta".
En la frontera de Zaire con Ruanda, en el coraz¨®n del horror, empiezan a chocar los sentimientos humanitarios, las organizaciones de cada pa¨ªs y la pol¨ªtica internacional. La Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional est¨¢ dispuesta a respaldar la creaci¨®n de un campo de refugiados sobre el modelo de Buhimba, m¨¢s peque?o, manejable y humano que el espanto de Kibumba.
Los terrenos los ceden los padres carmelitas, la agencia pondr¨ªa la infraestructura, M¨¦dicos del Mundo-Espa?a pondr¨ªa la asistencia sanitaria, y C¨¢ritas, el trabajo social (b¨²squeda de la familia de ni?os perdidos y tareas similares).
Pero el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se opone a la creaci¨®n de campos mejores y m¨¢s peque?os, como piden casi todas las organizaciones humanitarias. El ACNUR quiere que los campos sean lo bastante terribles como para que los refugiados prefieran volver a Ruanda.
Y, sin embargo, los refugiados no quieren volver. Tienen miedo, y no regresar¨¢n a Ruanda en un futuro previsible. Pronto llegar¨¢n las lluvias, y si las instalaciones no son mejores, el mundo constatar¨¢, at¨®nito, que incluso el horror puede ir m¨¢s all¨¢.
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