Cuatro bar¨ªtonos y un maestro
La sala Argenta del Palacio de Festivales de Santander se visti¨® ayer de arte para ofrecer una variante sensata y talentosa del concierto a varias voces que ¨²ltimamente nos aflige. Por una vez, en vez de tenores, bar¨ªtonos, lo que marca la diferencia en la actitud -ver el chiste que cuenta Giuseppe di Stefano en la entrevista-, y en el programa.En un auditorio perfecto, las voces de cuatro figuras en activo -Rolando Panerai, Piero Capucelli, Joan Pons y Paolo Gavanelli- bordaron, en homenaje al maestro Di Stefano, una serie de arias memorables y poco frecuentadas, procedentes de ¨®peras de Verdi - Ernani, Un ballo in maschere, Don Carlo, La forza del destino, La traviata, Nabucco, Macbeth, Rigoletto-, Rossini -Guillermo Tell- Leoncavallo -Zaza, I Pagliacci'_, y Gounod, con Fausto.
Todo un alivio para la sobredosis del adi¨®s a la vida cantado con micr¨®fono que padecemos ¨²ltimamente.
Un mito en el escenario
Pocas cosas resultan m¨¢s emocionantes, en el teatro, que el momento en que un mito pisa un escenario durante un ensayo y la orquesta le rinde un entusiasta aplauso golpeteando sus instrumentos. Ese sonido seco y sincopado es la m¨²sica del amor y el reconocimiento.
Por la noche, el p¨²blico se rindi¨® ante un hombre irrazonablemente simp¨¢tico que le brind¨® algunas canciones llenas de sal y de mar, temas del sur de Italia que por unos minutos transformaron el Cant¨¢brico en Mediterr¨¢neo y el palacio, en una barca.
A pesar de que, forzosamente, los a?os han reducido sus posibilidades, Giuseppe, di Stefano, que debut¨® con Manon de Massenet en 1946, y un a?o m¨¢s tarde cantaba ya en la Scala, sigue ofreciendo espor¨¢dicos recitales, y ahora cultiva especialmente un g¨¦nero que siempre idolatr¨®: las canciones tradicionales de su Italia meridional.
"Yo soy un hijo del sol", suele decir. Por lo menos, les reconoce a los macroconciertos el haber convertido a O sole mio en el nuevo e involuntario himno de Italia. Le gustan mucho, tambi¨¦n, las buenas canciones mel¨®dicas, y algunas piezas de nuestra zarzuela.
De aquel joven que se comi¨® el mundo por la calidad y belleza de su voz, y que abord¨® desde el m¨¢s puro belcantismo hasta el verismo m¨¢s dram¨¢tico, hoy quedan un ser humano que ha vivido a tope y un profesional ejemplar.
Junto con el homenaje de los bar¨ªtonos, el p¨²blico y la orquesta, Giuseppe, di Stefano recibi¨® una placa conmemorativa que el Festival Internacional de Santander le ofreci¨® en se?al de gratitud por su dilatada y hermosa vida de tenor distinto, casi bar¨ªtono, y, sobre todo, cantante.
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