La amenaza de invasi¨®n radicaliza a un m¨¢s las posiciones en Hait¨ª
ENVIADA ESPECIAL La resoluci¨®n 940 que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprob¨® el pasado 31 de julio no s¨®lo ha abierto la puerta a la intervenci¨®n militar en Hait¨ª: tambi¨¦n ha radicalizado las posiciones de los protagonistas de la crisis.
El Gobierno de facto ha impuesto el estado de sitio, centenares de civiles realizan pintorescos entrenamientos para hacer frente al invasor, la c¨²pula militar lanza mensajes desafiantes y los partidarios del depuesto presidente Jean-Bertrand Aristide ven ahora cercano su retorno que, aseguran, no es negociable. Las posiciones son, m¨¢s que nunca, irreconciliables.
Los ejercicios que cada d¨ªa realizan los llamados grupos de resistencia patri¨®tica en Puerto Pr¨ªncipe son la faceta m¨¢s folcl¨®rica de un proceso de polarizaci¨®n que la resoluci¨®n de la ONU y las presiones estadounidenses, junto con el bloqueo econ¨®mico, han alimentado.
Desde el 31 de julio, el pa¨ªs vive en estado de sitio, si bien la presencia militar en las calles no es muy visible. ?sta fue la primera respuesta del Gobierno que preside Emile Jonassaint, que la comunidad internacional no ha reconocido. La segunda vino del hombre fuerte de Hait¨ª, el general Raoul C¨¦dras, que en una entrevista a una televisi¨®n norteamericano afirm¨® que ya no hab¨ªa arreglo posible. "Se ha decidido que haya invasi¨®n. Estamos esperando el momento", dijo.
C¨¦dras acallaba as¨ª los insistentes rumores sobre su retirada inminente, una de las condiciones exigidas por EE UU como paso previo al retorno de Aristide, que fue derrocado en septiembre de 1991. El mandato del general al frente de las Fuerzas Armadas termina en octubre. Adem¨¢s, el Parlamento debe renovarse el pr¨®ximo diciembre. Sin embargo, nadie considera ninguno de estos hechos como una posible salida negociada a la crisis.
C¨¦dras est¨¢ considerado como uno de los hombres moderados dentro de la c¨²pula militar. ?l mismo se ha definido como "el dispositivo de seguridad de una granada de mano". Su salida, unida al retorno de Aristide, alentar¨ªa, seg¨²n algunos diplom¨¢ticos, el brote del sector m¨¢s duro del Ej¨¦rcito y el desencadenamiento de, una verdadera guerra civil.
Proteger al 'establishment'
"No s¨¦ si C¨¦dras quiere marcharse o no", afirma. Micha Gaillard, dirigente del Comit¨¦ Nacional del Congreso de Movimientos Democr¨¢ticos (Konakom) de tendencia socialdem¨®crata. "Quiz¨¢s piense que es lo m¨¢s inteligente para proteger el establishment, como ya ocurri¨® con la marcha de Duvalier,Namphy o Avril: se abr¨ªa un peque?o espacio a la democracia sin que en realidad nada cambiara. Pero C¨¦dras es prisionero del engranaje".
Para las clases acomodadas, Jean-Bertrand Aristide significa la revancha de las masas, la avalancha de los desheredados. Los opositores al r¨¦gimen militar, por su parte, temen ser v¨ªctimas de la venganza de los grupos paramilitares, especialmente si se produce la invasi¨®n. Algunas voces han pedido la salida del. tablero de las dos cabezas visibles de la crisis. El problema como explica Gaillard, es que ambos no son sino simples s¨ªmbolos del desgarro que vive el pa¨ªs.
"C¨¦dras est¨¢ dispuesto a marcharse. Somos nosotros quienes no queremos que se vaya. Por debajo de ¨¦l no hay gente preparada. Ser¨ªa un aut¨¦ntico desastre" asegura un poderoso empresario local.
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