Una tragedia nacional
Los jugadores de b¨¦isbol de Estados Unidos, en huelga indefinida

Norteam¨¦rica se encuentra en estado de choque. Esta vez no tiene la culpa O. J. Simpson y su interminable e insoportable culebr¨®n. Tampoco ha sido causado por una espeluznante matanza que puede surgir cualquier d¨ªa en cualquier supermercado de cualquier ciudad. Ni tampoco el incesante goteo de noticias sobre antiguas y escabrosas relaciones profesionales / comerciales / sexuales (inventadas o no, da lo mismo) del presidente Clinton. La cuesti¨®n es m¨¢s simple que todo esto. Am¨¦rica se encuentra hu¨¦rfana de su deporte rey, su religi¨®n veraniega. El b¨¦isbol est¨¢ en huelga. Los bates descansan, la pelota no vuela y los aficionados, animales de costumbre, se preguntan desorientados: ?y ahora, qu¨¦ hacemos?Imag¨ªnense. Mes de febrero. Restan diez jornadas para el final de la Liga de f¨²tbol m¨¢s emocionante en los ¨²ltimos anos. Barcelona, Real Madrid, Depor, Athletic, Zaragoza y Atl¨¦tico de Madrid se encuentran en un margen de tres puntos. De la noche a la ma?ana, la temporada termina abruptamente y el f¨²tbol no vuelve, por lo menos, hasta el mes de septiembre. Hasta un seudovisionario televisivo puede sospechar la repercusi¨®n social que tendr¨ªa una situaci¨®n as¨ª. Ning¨²n Rold¨¢n posible podr¨ªa evitar que el problema se convirtiese en asunto de Estado. Una pesadilla de este estilo se ha empezado a vivir en EE UU y Canad¨¢.
S¨ªmbolo americano
El b¨¦isbol es el deporte familiar por excelencia. Tan genuinamente americano como la hamburgesa, la Coca-Cola, la estatua de la Libertad, Mickey Mouse, Marilyn Monroe, el ca?¨®n del Colorado, Hollywood, los productos light o el Winston. Tan enraizado en la cultura americana que, casi antes de empezar a hablar, cualquier ni?o sabe perfectamente c¨®mo se juega, cosa que los extranjeros tardamos varios a?os en aprender. Todos los a?os, Hollywood produce en su factor¨ªa al menos tres pel¨ªculas con el b¨¦isbol como protagonista, y aunque, salvo excepciones (El mejor, con Robert Redford y Glenn Close), son de baja calidad, cuentan con un p¨²blico fiel. En un deporte profesional tan bien estructurado como el americano (cada una de las cuatro grandes ligas tiene su momento estelar bien distribuido a lo largo del calendario), el verano es propiedad exclusiva del b¨¦isbol.
No por verse venir desde hace meses, el impacto del inicio de la huelga ha sido menor. Todas las primeras p¨¢ginas de los diarios norteamericanos dedican espacio preferencial a la noticia. Hasta el ¨²ltimo momento se confiaba en llegar al menos a un principio de acuerdo que posibilitase la continuaci¨®n de una temporada que se estaba desarrollando de forma espectacular, con una gran igualdad en todas sus divisiones. No fue posible. Alrededor de las 10.30 del jueves conclu¨ªa a pocos kil¨®metros de San Francisco el encuentro entre los Mariners de Seattle y los Ases de Oakland. En ese momento, terminados los restantes partidos, comenzaba una anunciada huelga, que no ha podido ser evitada a pesar de las mil y una reuniones entre los representantes de los clubes y los jugadores. Ninguno se ha bajado ni un ¨¢pice de sus pretensiones, a pesar de que hasta el presidente Clinton medi¨® en el asunto y pidi¨® flexibilidad a las partes para que pudiesen llegar a buen puerto. La raz¨®n b¨¢sica que ha provocado la huelga es, principalmente, el deseo de los clubes de establecer un tope salarial en los 28 equipos de la Liga, a lo que los jugadores se oponen frontalmente. Cada uno permanece como una estatua en sus propuestas de partida.
Mientras comienzan a o¨ªrse voces pidiendo una tercera parte conciliadora en las negociaciones, todos han empezado a perder. S¨®lo en el primer d¨ªa, los jugadores han dejado de ganar 540 millones de pesetas en salarios. Bobby Bonilla, de los Mets de Nueva York, el jugador mejor pagado de la Liga, con 570 millones anuales, perder¨¢ tres millones diarios. Si no se reanuda la temporada, al final ser¨¢n 162 kilos. Los propietarios, por su parte, pierden 470.000 entradas, media diaria de asistencia a los encuentros. Luego est¨¢n los perdedores indirectos, como el Estado de Nevada, centro neur¨¢lgico del juego en EE UU. El a?o pasado se jugaron 46.000 millones de pesetas en las casas de apuestas de Nevada alrededor del b¨¦isbol. Los casinos ganaron 1.000 millones con las apuestas. Si la huelga no se soluciona, se deber¨¢n devolver millones de d¨®lares. Vince Magliulo, director del departamento de apuestas deportivas del Ceasar Palace, no parec¨ªa preocupado. "Los que apuestan al b¨¦isbol lo har¨¢n en otras propuestas que les hagamos".
Mientras tanto, esos 470.000 aficionados de media que d¨ªa a d¨ªa pueblan los 28 estadios, no se acaban de creer lo que pasa. Los veteranos cuentan batallitas sobre la anterior huelga, que se produjo hace 13 a?os, en 1981, y que dur¨® 51 d¨ªas. Los j¨®venes bostezan, y mientras ven una y otra vez los cromos de sus ¨ªdolos, quieren saber qui¨¦n tiene la culpa de que no haya partidos para distraerlos. Una pregunta bastante dif¨ªcil de responder.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
